31.5.06

El Ángel de la muerte


 Hace ya varios años que buscaba un libro riguroso y completo sobre la vida del doctor Josef Mengele, el tristemente célebre médico del campo de concentración de Auschwitz. Aunque conocía de sobra su historia y muchas de sus atrocidades ,esas que rozan lo inenarrable, sentía la necesidad de leer una obra que no sólo detallara los hechos, sino que también ofreciera una perspectiva profunda, documentada y humana sobre el monstruo y el hombre.

Fue hace unos meses, en una de las tantas visitas que este último año me han llevado a Badajoz, cuando, casi por azar, encontré ese libro que llevaba tanto tiempo buscando. Se trata de Mengele: El ángel de la muerte en Sudamérica, firmado por Gerald L. Posner y John Ware, una investigación exhaustiva que en estos momentos estoy leyendo ,y padeciendo, porque hay libros que se leen y hay libros que se sufren.

A pesar de conocer el recorrido histórico de Mengele, pocas veces una lectura me ha sobrecogido e impresionado tanto como esta. No sólo por la frialdad de los datos o la crudeza de los testimonios, sino por la forma en que el relato desmenuza la banalidad del mal, el modo en que un hombre educado, culto, incluso carismático para algunos,pudo encarnar un nivel de crueldad sistemática difícil de comprender desde cualquier lógica humana.

Llegados a este punto, uno siente que emitir un juicio sobre lo que ocurrió en Auschwitz es casi inútil. No porque los hechos no lo merezcan, sino porque las palabras se quedan cortas. Leer sobre ciertos pasajes reales provoca una mezcla de tristeza, estupor e indignación. Pero lo que más duele, lo que más escuece, es el hecho de que Josef Mengele logró eludir la justicia durante más de 35 años, viviendo clandestinamente ,y en muchos momentos con relativa comodidad en diversos países sudamericanos. Que muriera de forma rápida, casi banal, ahogado en una playa de Brasil tras sufrir un infarto, resulta una especie de burla del destino.

El libro también desmonta parte del mito y de las oscuras leyendas que lo rodearon durante décadas. Aquel Mengele convertido en figura de culto macabro ,el “ángel de la muerte” experimentando con tribus amazónicas, moviéndose con impunidad entre dictaduras sudamericanas, va diluyéndose entre las páginas. Lo que queda al final es un retrato íntimo y patético: un hombre consumido por la autocompasión, solitario, obsesionado con su seguridad, paranoico y profundamente resentido, incluso con su propia familia, que lo protegió hasta el último momento con una mezcla de lealtad ciega, miedo y culpa mal digerida.

No es un libro fácil, ni debe serlo. Es un trabajo periodístico y documental de enorme valor, que nos obliga a mirar de frente una parte de la historia que muchos preferirían olvidar. Pero olvidar no es una opción. La memoria, por dura que sea, es el único antídoto frente a la repetición de la barbarie.

Leer a Posner y Ware no nos reconcilia con nada, pero nos ayuda a entender. Y a veces, eso es lo único que podemos hacer: entender para no repetir.

25.5.06

...Go on...

Por imposibilidad tanto técnica como personal,me he visto forzado a tomarme una breve pausa que tal vez me oxigene y me positivize. En breves fechas volveré con mucha más asiduidad.La lucha continúa...y seguimos siendo de primera.

2.5.06

La ecuación Dante


Un periodista especializado en casos misteriosos, una brillante física teórica, un rabino judío experto en la Torá y un rudo militar con más cicatrices que paciencia. A priori, nada los une. Nada, salvo una ligera sospecha de que alguien los ha metido en la misma novela por error de casting.

Pero no.
En esta trepidante obra de Jane Jensen, todo encaja. O, al menos, todo acaba encajando después de unas cuantas persecuciones, revelaciones místicas, notas científicas ininteligibles y una cantidad de giros argumentales que harían marearse hasta a Christopher Nolan.

El nexo de unión entre estos cuatro personajes es un nombre: Yosef Kobinski, un rabino tan brillante como enigmático que, en 1944, desapareció misteriosamente del campo de concentración de Auschwitz —sí, has leído bien: desapareció— sin dejar más rastro que un puñado de bocetos garabateados y unas notas inconclusas sobre un libro que pretendía escribir, titulado nada menos que "El Libro del Tormento". Muy animado todo.

Y no, no es un libro de autoayuda.

En sus páginas, Kobinski pretendía desarrollar nada menos que su propia teoría sobre el universo, una suerte de mezcla entre física cuántica, misticismo cabalístico y un curso acelerado de ingeniería espacio-temporal. Según parece, este libro contenía las claves para entender el plan de Dios (spoiler: no incluye descanso ni los domingos), y quizá incluso la capacidad de cambiar de universo, como quien cambia de canal cuando empieza el informativo.

La novela es una especie de cóctel explosivo donde se mezclan conspiraciones internacionales, servicios de inteligencia que siempre llegan tarde, códigos secretos escondidos en los textos sagrados, túneles del tiempo y dilemas existenciales. Vamos, lo típico que uno se encuentra al buscar en Google "cómo arreglar la cafetera".

¿Y qué tiene esta novela que no tenga El Código Da Vinci? Bueno, para empezar, sustancia. Aquí no hay visitas apresuradas a museos ni monjes con tendencias masoquistas. Hay profundidad, hay ciencia (o al menos lo parece), hay teología, y sobre todo, hay una historia que no subestima la inteligencia del lector… aunque puede que sí lo maree un poco.

En definitiva: una novela que engancha como una serie buena de televisión, que se lee con la misma ansiedad con la que uno busca el mando cuando empieza la publicidad. Misteriosa, intrigante, con personajes que parecen salidos de cuatro libros diferentes pero que terminan funcionando como un grupo de jazz improbable.

Una obra que, sin duda, dará que hablar. Y si no da que hablar, al menos te hará mirar raro a tu microondas durante un par de días.

1.5.06

Vuelve The Italian Stallion


 Pues sí, aunque parezca increíble, ya está rulando por la red el teaser de la sexta entrega de las aventuras (y sobre todo desventuras) de Rocky Balboa. Y no, no se han molestado en ponerle numerito alguno al título. Se llama simplemente "Rocky Balboa", como si dijeran: “Eh, esto no es una secuela más, es una declaración de intenciones.” O igual es que ya no sabían en qué idioma decir "sexto" sin que sonara a risa.

La película fue cuestionada y criticada mucho antes incluso de que Stallone se pusiera los guantes o se aplicara la crema antiinflamatoria. Pero me da que al bueno de Sly le van a dar más palos que a un saco de entrenamiento, y eso sólo durante los títulos de crédito. Lo mismo hasta algún crítico se anima a darle un gancho en el tráiler, por si acaso.

Ahora bien, y esta es mi opinión personalísima, ¿Rocky 6? ¿Cuál es el problema?
Para mí, una buena película no tiene por qué ganar la Palma de Oro ni hablar danés con subtítulos blancos sobre fondo de nieve. Una buena película también es esa que te entretiene, que te emociona, que te hace levantarte del sofá con ganas de hacer flexiones aunque te duelan las rodillas con solo pensarlo. Y en ese sentido, las cinco anteriores cumplieron su cometido de sobra.

Porque, seamos sinceros: todos hemos tirado un par de puñetazos al aire después de escuchar el “Gonna fly now”, aunque fuera en pijama y con una bolsa de pipas en la mano. Todos hemos subido escaleras imitando a Rocky, aunque fueran las del metro y acabáramos jadeando como si hubiéramos cruzado el Himalaya.
Y sí, puede que los guiones no ganen un Nobel, pero ay, amigo, ¿quién necesita lógica cuando tienes música épica y un ojo morado con dignidad?

Además, hay algo entrañable en ver a un Rocky envejecido seguir peleando. Es como ver a tu tostadora de toda la vida seguir funcionando: un milagro mecánico, pero le coges cariño.

Así que aquí estoy, con la ceja torcida como él, deseando que llegue el estreno.
Porque hay películas que uno no ve con los ojos, sino con el corazón lleno de nostalgia ochentera, olor a videoclub y espíritu de superación.

¡Gonna fly now... aunque sea hasta el sofá!