
Y dijo: Esto está lejos de ser una batalla perdida.
Por decir algo que muchos compartimos, la fiscalía ha pedido una multa de 21.600 euros para el actor Pepe Rubianes por un supuesto delito de ultraje a España. Las imágenes pertenecen a una entrevista realizada el año pasado en un programa de la televisión catalana TV3, y aunque están en semi-catalán, se entienden perfectamente y no tienen desperdicio.
Quizás no sea la manera más correcta o diplomática de expresar las cosas, pero el mensaje es claro y refleja el sentir generalizado ante lo que vemos a diario en los informativos, la prensa y la radio, en su mayoría carentes de objetividad y descaradamente partidistas.
Si van a multar a Pepe Rubianes por decir lo que piensa, que luego no nos hablen de libertad de expresión. Ojalá hubiera un Rubianes en cada municipio.
Lo he admitido en más de una ocasión: sí, yo también veo programas del corazón. Suelo seguir “Aquí hay tomate” con bastante asiduidad, y con menos frecuencia, y más por complacer, “Dónde estás corazón” y “Dolce Vita” —antes conocida como “Salsa Rosa”.
Desde hace varias semanas emiten en Tele 5 un programa llamado “Hormigas blancas”. Un espacio dedicado a rebuscar en todo tipo de imágenes de archivo, noticias antiguas y declaraciones de las “celebridades” del famoseo español.
He leído algo sobre cómo se realiza este trabajo documental y me parece fabuloso. El equipo investiga en hemerotecas años comprendidos entre 1950 y 2000. Tras una primera selección de 300 publicaciones, trabajan sobre unas 150, entre ellas algunas revistas ya desaparecidas como Ama, Gaceta Ilustrada, Catherine, Bocaccio, Garbo, Miss, Jano, Los Españoles, Por Favor, Play Lady, Doña, Cotilleo Semanal, Libera, Vale, Chiss, Sal y Pimienta, Protagonistas o Primera Plana, entre otras.
Además, el programa ha adquirido imágenes de archivo emitidas en España, en televisiones hispanoamericanas e incluso en la BBC británica, con material de “año de la pera”, que complementan las hemerotecas para recrear épocas históricas y recordar aspectos de los personajes que seguro prefieren que no vuelvan a salir a la luz.
Esta semana le tocó el turno a Isabel Preysler, cuya biografía no voy a resumir porque doy por hecho que todo “quisqui” la conoce. Pero sí quiero contar la única vez que la vi en persona.
Fue hace unos doce o trece años, en la inauguración de una sucursal de una famosa marca de cerámicas y baldosas (que ha anunciado durante mucho tiempo —y como no me pagan, no la nombro). Nos consiguieron unas invitaciones para el ágape inaugural, al que acudía la Preysler como madrina o maestra de ceremonias.
Cuando llegó, el revuelo fue generalizado: el personal, los fotógrafos y las cámaras acudieron raudos y veloces, como hormigas (no sé si blancas o no) al lado de la filipina. Mi cuñado Rafa y yo, que no somos precisamente el centro de atención ni admiradores de estas celebridades, optamos por escondernos en un rincón apartado, dejando que nuestras “jefas” contemplaran el terso cutis de la ex de Julio Iglesias.
Pues bien, no sabemos cómo, sin darnos cuenta, como una estampida, toda la muchedumbre que idolatraba a la musa nos llevó hasta nuestro rincón. Allí estábamos, Rafa y yo, contra las cuerdas, solos con la Preysler, cual guardaespaldas, acribillados a flashes y cámaras, bajo cientos de miradas.
Fueron unos segundos de cierto “agobio mediático” y popular, jejeje… Por suerte no ha vuelto a repetirse semejante situación. Y si al menos hubiese sido la Michelle Pfeiffer, habría merecido la pena.
Hace ya bastante tiempo que vienen rumoreándose noticias sobre la posibilidad de un nuevo film protagonizado por el arqueólogo más célebre de la gran pantalla: Indiana Jones. Tras muchos dimes y diretes, negociaciones y diferentes versiones de guion, con rumores que iban desde Spielberg dirigiendo o no, Lucas desentendiéndose del proyecto, y dudas sobre si Harrison Ford estaría a la altura debido a su edad… Pues bien, parece que finalmente todo está bastante encaminado, y en junio de este año comenzará el rodaje de la nueva aventura del doctor Jones.
El guionista encargado será David Koepp, quien en una reciente entrevista confesó que ha sido un año duro, pero divertido, trabajando en los borradores para Spielberg y Lucas. También explicó que no se puede obviar la edad de Harrison Ford a la hora de escribir la historia, y que tampoco era viable crear un guion lleno de guiños y frases nostálgicas —como lo haría un fan acérrimo— porque “no hay ser humano que recuerde exactamente lo que dijo hace 25 años”, por lo que Indy tampoco podría hacerlo.
El título provisional del film es “Indiana Jones and the Ravages of Time”, con Spielberg confirmado en la dirección y Lucas en la producción. En cuanto al reparto, hay bastante rumorología: Nathalie Portman o Keira Knightley suenan como candidatas para interpretar a Idaho, la hija del Dr. Jones. Por otro lado, Sean Connery ha declarado en alguna ocasión que le encantaría volver a interpretar al padre de Indy, aunque de momento su participación no está confirmada.
Tendremos que esperar con paciencia, porque todo indica que el estreno se retrasará hasta la segunda mitad de 2008. De todas formas, la expectación ya está servida para una saga que marcó a toda una generación y que, esperemos, no defraude a sus seguidores.
Ayer a mediodía, mientras papeaba unos pimientos asados acompañados de cous-cous, veía el informativo de Antena 3, que venía aliñado, más o menos, con lo de siempre: los cabronazos de Jarrai, el espectáculo cómico-humorístico de los del PP, el conflicto en Irak y las sesudas y minuciosas pesquisas que está llevando a cabo la policía en Fago, ese pueblecito en el que se han “acisquilado” al alcalde por vete tú a saber qué motivo (peli al canto, seguro). Pues bien, entre tanta noticia alentadora, emitieron unas breves imágenes del concierto que la noche anterior había ofrecido el grupo Europe en Bilbao. Y claro, uno no pudo más que dejarse llevar por la nostalgia ochentera, esa que te atrapa sin avisar y te zarandea con una sonrisa boba en la cara. Rememoré aquellos días del 87 en los que todos mis amigos, compañeros y conocidos nos sabíamos al dedillo todas y cada una de las canciones del disco que llevaba el mismo título que su tema más famoso: The Final Countdown. Ya digo, todos teníamos aquel disco de una forma u otra. Los más afortunados en vinilo, otros en cassette original, los más humildes con una copia grabada o comprada en el mercadillo dominical (que ya había piratería mucho antes de internet, no nos engañemos). Los más osados del barrio lucían aquellas greñas heavylongas que meneaban al compás de las canciones más cañeras del grupo —que las había, y muy buenas—, aunque el sector más purista del heavy de entonces los mirara por encima del hombro, tildándolos de lights y demasiado comerciales. Ayer, cuando en el informativo soltaron un fragmento de "Superstitious" —de un disco posterior al mítico The Final Countdown— no pude evitarlo: me lancé a entonar con más entusiasmo que acierto ese estribillo que aún tengo tatuado en el lóbulo musical: Keep on walkin’ that road and I’ll follow, Keep on callin’ my name, I’ll be there... And if a mirror should break, it’s easy to take, 'Cause deep down I know that you care... I’m not superstitious... Y justo al terminar de cantar, entre pimiento y cucharada de cous-cous, me di cuenta —con cierta ternura resignada— de que aunque uno aún conserve algo de greñas (sean rockeras o no), ya han pasado 20 años desde aquello. Ni uno más ni uno menos.
Una grata sorpresa. Lo cierto es que esta película me había despertado poco —o muy poco— interés cuando se estrenó hace unos meses. Sin embargo, tengo que reconocer que ha sido de lo mejorcito que he visto últimamente en cuanto a cine español.
El azar, la casualidad, el estar en el sitio equivocado en el momento más inoportuno… pueden convertirse en factores determinantes que cambian por completo el rumbo de una vida. Y lo peor es que no solo arrastran la tuya, sino también la de quienes tienes cerca, aunque no hayan hecho nada para merecerlo.
El debutante en la dirección, Jorge Sánchez-Cabezudo, define su película como un thriller con tintes dramáticos. Y como thriller, busca recuperar el suspense clásico, el de toda la vida, ese que Hitchcock manejaba con maestría: donde es el espectador el que sabe más que los propios personajes, y sufre con la tensión de ver cómo estos se acercan, paso a paso, al abismo que tú ya intuyes.
La historia, además, se entrelaza con inteligencia en un mundo rural sombrío, austero y lleno de desencanto, donde las emociones se cuecen a fuego lento. Un paisaje humano en el que la moral es un gris espeso que a veces se confunde con el barro.
El reparto, impecable: además de un siempre sólido Carmelo Gómez, destacan Celso Bugallo (el inolvidable hermano de Javier Bardem en Mar adentro), Manuel Morón, Cesáreo Estébanez, Walter Vidarte y una sorprendente y bellísima Judith Diakhate, que aporta frescura y misterio.
En definitiva, una película altamente recomendable. Cine español del bueno, que no necesita aspavientos para atraparte, solo una buena historia bien contada y personajes que respiran verdad.
Hoy es San Antón, patrón de los animales domésticos, y quiero aprovechar esta fecha para felicitar a ese pequeño y simpático ser que forma parte de mi vida desde el 14 de noviembre de 2003: mi ardilla Agustina. Compañera, cómplice y confidente de mis más ocultos secretillos. Felicidades, muchacha, que sean muchos más.
También va mi saludo para Arantxa, que desde su peculiar tortuguero, sumergida aún en las tibias aguas de su letargo invernal, apenas levanta la cabeza un par de veces al día para comprobar que el mundo no se ha desmoronado y que todo sigue, más o menos, en su sitio.
A Lolita, que ha salido de esa “mala pata” con tesón y valentía, demostrando que con tres patas también se puede hacer una vida perfectamente normal, incluso con más dignidad que muchos bípedos.
Y hoy, como no podía ser de otra manera, también quiero tener un entrañable recuerdo para los que ya no están, pero siguen presentes en algún rincón de la memoria:
Mis gatos Claudio y Vicente, los hamsters Urobe y César, el fiel perro Hasán, la elegante paloma Realilla, y mis periquitos Aurelio, Ismael y Charito, entre otros tantos bichitos que alguna vez me acompañaron, me hicieron reír, me consolaron sin palabras y dejaron huella.
Dondequiera que estén, gracias.
Porque los animales no sólo hacen compañía: son parte de la familia, del corazón y del tiempo vivido.
Lo que podía haber sido una gozosa noticia para toda una generación de fans de la mítica pareja cómica Andrés Pajares y Fernando Esteso, bajo la dirección del inconfundible Mariano Ozores, parece que tendrá que seguir esperando. El anunciado regreso del dúo en una película que iba a titularse "El código Aparinci" ha sido cancelado por motivos no del todo aclarados, aunque es lógico pensar que las razones son, como casi siempre, económicas.
No corren buenos tiempos para estos veteranos del humor español. Desde hace años, sus nombres han estado más ligados a portadas de prensa del corazón y a programas de corte amarillista que a sus méritos profesionales. Una lástima, porque quienes crecimos con sus películas sabemos perfectamente lo que ofrecían: risas sin complejos, situaciones absurdas, escotes imposibles y tramas que rozaban lo delirante, pero que funcionaban como un reloj para llenar cines.
"El código Aparinci" prometía una vuelta al humor descacharrante de aquellos tiempos. Según se había anunciado, la película contaría la historia del dueño de una empresa de autobuses (Esteso) y un guía turístico entrado en años (Pajares), dos ligones empedernidos que, por casualidad, encuentran dos pergaminos del siglo XIV escritos por un templario valenciano, los cuales esconden secretos que podrían convertirlos en millonarios... o en carne de cañón de alguna conspiración internacional. Con ese título, la parodia del famoso Código Da Vinci era más que evidente, y las carcajadas parecían garantizadas.
Por desgracia, todo se ha quedado —por ahora— en agua de borrajas. Aun así, no perdemos la esperanza. Quién sabe si algún productor nostálgico, con sentido del humor y sin miedo al qué dirán, decide rescatar el proyecto y hacerlo realidad. Porque, seamos sinceros: en estos tiempos grises, una buena dosis del humor cafre y entrañable de Pajares y Esteso no nos vendría nada mal.
Ayer se cumplió el 50 aniversario de la muerte de Humphrey Bogart, protagonista de clásicos inmortales como Casablanca, El halcón maltés, Cayo Largo, La condesa descalza o La reina de África, por la cual obtuvo el Oscar de la Academia al mejor actor.
"Bogie", como cariñosamente lo apodó la industria y el público, falleció a los 58 años, víctima de un cáncer. Durante su funeral, el cineasta John Huston —su amigo y colaborador en muchas películas— pronunció una frase que, con el tiempo, ha cobrado aún más peso:
"No existe razón para sentir pena por Bogart. Sólo por nosotros, por haberle perdido. Era insustituible y nunca habrá otro como él."
Su imagen, aún hoy, sigue siendo probablemente la más icónica de la historia del cine. Para el recuerdo y el deleite de los amantes del séptimo arte, quedan infinidad de secuencias memorables, en especial las que compartió con Lauren Bacall, su última esposa y compañera en la vida real y en la pantalla.
Es una lástima que nos dejara tan joven, justo en el momento más álgido de su carrera. Su legado audiovisual pudo haber sido aún más extenso. Aun así, cada vez que se apagan las luces y aparece su figura en blanco y negro, Bogart sigue ahí, eterno, con su voz rasgada, su mirada melancólica y su presencia magnética.
Y sí, siempre nos quedará París.
El caso de Alexander Litvinenko, excoronel de la KGB fallecido el pasado 23 de noviembre en extrañas circunstancias —presumiblemente envenenado con polonio-210, una sustancia nuclear altamente tóxica—, dio la vuelta al mundo y, durante días, fue una de las noticias con más repercusión internacional.
Pues bien, como parece que la industria cinematográfica anda un pelín escasa de ideas frescas últimamente, Warner Bros no ha perdido el tiempo y ya ha adquirido los derechos de un libro que se publicará próximamente sobre esta misteriosa y mediática muerte, con la intención de llevarla a la gran pantalla. Según informa la revista Variety, Johnny Depp sería el encargado de protagonizar el film. Entre este proyecto y el ya rumoreado papel como Freddie Mercury, parece que el bueno de Johnny va a tener unos meses bastante ajetreados.
Teniendo en cuenta que la investigación oficial sobre la muerte de Litvinenko apenas ha comenzado —y que todo apunta a un caso digno de una novela de espías con conexiones internacionales, exiliados rusos y agencias secretas—, no es de extrañar que el guion tenga que tirar mucho de imaginación... o de filtraciones.
Sea como sea, Hollywood ya ha metido las manos. Y conociendo cómo se las gastan, no sería raro que empiecen el rodaje antes incluso de que sepamos con certeza quién fue el responsable. Periodismo de investigación, versión blockbuster.
Hace unas semanas se anunció la adaptación a la gran pantalla de la biografía de Freddie Mercury. Tras haberse barajado innumerables nombres para encarnar al carismático líder de Queen, se rumorea que Johnny Depp podría ser el elegido para interpretar al cantante en esta esperada producción de Tribeca Productions, la compañía propiedad de Robert De Niro, que ya estuvo detrás del musical We Will Rock You.
En el proyecto también están implicados Brian May y Roger Taylor, lo cual es una garantía de fidelidad y respeto a la figura de Freddie. Por el contrario, John Deacon, como era de esperar, no parece formar parte del equipo. El bajista lleva ya muchos años apartado de la vida pública y completamente desligado de cualquier proyecto que lleve el nombre de Queen, y no parece que esta vaya a ser la excepción.
Por ahora, poco más se sabe: ni director confirmado, ni otros miembros del reparto, ni siquiera qué etapa de la vida de Freddie centrará la historia. ¿Será una visión íntima y personal? ¿Un retrato épico de los años dorados de la banda? ¿Un enfoque más crudo sobre sus últimos años?
Seguiremos atentos a cualquier novedad. Con un personaje como Freddie Mercury, cualquier biopic que se precie debería tener una mezcla perfecta de genialidad, exceso, ternura y rock and roll. No será fácil, pero el reto es tan apasionante como necesario.
Ocurrió una noche del año 2002, en tierra de faraones. Una de esas noches que, con el implacable e inmisericorde paso del tiempo, va adquiriendo más valor y un poso cada vez más profundo de nostalgia. De aquella velada conservo recuerdos entrañables, agradables y frescos, como si la memoria los hubiera conservado en formol. Como en tantas otras ocasiones, la cámara de vídeo fue por entonces una extensión natural de mi brazo, mi manera de atrapar lo efímero.
Sucedió al bajarnos de un taxi en los jardines del emblemático hotel Mena House, en El Cairo. Admirábamos, entre asombro y silencio, las pirámides que se alzan majestuosas sobre la meseta de Guiza, cuando de repente desaparecieron de nuestra vista. Allí mismo, a escasos cientos de metros, aquellas moles eternas se desvanecieron como tragadas por la noche egipcia.
Fue una escena similar a la que nos había relatado días antes uno de los guías del viaje: según la mitología, cada atardecer, la diosa Nut devoraba al dios Ra. Y así pareció ocurrir también aquella noche, como si lo eterno se plegara al misterio.
El fenómeno, claro está, tenía una explicación sencilla y terrenal. Se trataba simplemente de una jugada óptica que se produce cuando se apagan los focos que iluminan cada noche las pirámides para el espectáculo de luz y sonido. Pero, aun sabiendo eso, no dejaba de ser fascinante sentir cómo lo invisible se abría paso: saber que esas moles milenarias seguían allí, imperturbables, pero que, en un segundo, solo quedaba ante nosotros la oscuridad inmensa del desierto. Un segundo bastaba para borrar del horizonte lo que ha estado ahí desde hace más de 4.000 años.
A veces, la magia no necesita más truco que apagar la luz.
No, no es el título de la próxima aventura del agente más famoso del celuloide al servicio secreto de Su Majestad (aunque, bien pensado, 2...007 no estaría nada mal como título, y si la dirigiera Álex de la Iglesia, ya sería la bomba).
La "gilipollez" en cuestión —con cariño, claro— es simplemente para desearos a todos un recién estrenado año 2...007. Que sea, por lo menos, un pelín mejor que el anterior. Que no se nos atraganten los buenos propósitos y, sobre todo, que podamos encarar con dignidad esa cuesta de enero que, más que cuesta, es un Tourmalet sin avituallamiento, sin gregarios y con la bici pinchada.
Un empujoncito moral (porque el económico está más difícil que encontrar un décimo premiado no compartido) para llegar medio en condiciones al aún lejano mes de febrero, ese oasis donde uno ya puede plantearse, sin tanta presión, si realmente va a apuntarse al gimnasio o si deja el tabaco en marzo.
Salud, camaradas. Que no es poco.