
Curioso es que, en tiempos de crisis, un partido de fútbol como el de ayer entre el F.C. Barcelona y el Real Madrid se haya convertido en el evento futbolístico más visto en la historia de la televisión de pago en España. Más de un millón y medio de espectadores sintonizaron Gol Televisión, mientras que en Canal+ Liga, la otra opción de pago para seguir el encuentro, se acercaron al millón. Y eso sin contar a los millones que, no teniendo acceso a estas plataformas, optaron por ver el partido en el bar más próximo, en casa de amigos o familiares, o bien escucharon la radio o lo siguieron por internet desde sus dispositivos.
Ya sabemos cómo es esto: crisis, lo que se dice crisis, pues sí, la hay y bien dura. Pero hay ciertas cosas que parecen inmunes a ella. Ferias, fiestas, puentes, vacaciones veraniegas y, por supuesto, esos pubs y bares de fin de semana donde nadie parece escatimar cinco euros mínimo por una copa. La vida sigue, o al menos se intenta, y el fútbol, al fin y al cabo, es un refugio perfecto.
Ayer se repitió la historia: el Nou Camp a reventar un lunes a las 21:00 horas. Quien no pudo ver el partido en casa, se las apañó para ir a casa de un amigo, un familiar, un vecino. Las peñas, ya sean de los blancos o de los blaugrana —que no son pocas en España— llenaron sus locales hasta el último asiento. Y si nada de eso era posible, siempre queda la vieja confiable: el transistor en la oreja o la conexión a internet para no perderse ni un detalle.
El fútbol no resuelve problemas. No reduce el paro, no sube sueldos, no readmite a los despedidos ni aumenta los subsidios de desempleo. No disminuye los robos ni la violencia de género. El fútbol es, simplemente, once tipos con camiseta y gallumbos corriendo detrás de un balón con la única intención de meterlo en tres maderos al final de cada lado del campo.
Sencillo, sí, pero a la vez complejo por las cifras astronómicas que mueve, por el espectáculo que genera y, sobre todo, porque si en un par de horas consigue hacer que millones olvidemos las preocupaciones y los martirios diarios, para mí ya merece el mayor de los respetos.
Habrá quien no lo entienda, a quien le aburra, o sencillamente le dé igual. Otros encontrarán su diversión en otras cosas. Pero de lo que no tengo duda es que, en tiempos difíciles, el fútbol —como otros eventos de ocio y cultura— sirve como válvula de escape, un respiro para la gente que lucha día a día con problemas reales, mientras los focos están encendidos. Porque, aunque cuando se apaguen todo siga igual, esos momentos, aunque fugaces, tienen su valor.
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ResponderEliminarHola Alberto, pasaba por aqui para felicitarte el año, feliz 2011!
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