21.4.20

Días como estos

Hasta el día de hoy he sobrellevado el confinamiento. Encontrar la medida de todo lo que ves y escuchas se me ha hecho complicado, pero lo he ido alcanzando Puedo decir que he "resistido" casi mes y medio. Pero hoy, ese día de limbo entre uno y otro de trabajo, se ha hecho más duro de lo normal, aunque era de esperar que algún momento de bajón debería llegar aunque al día siguiente estés mejor. No escribía nada aquí desde hacía más de dos años. Este blog que tantas satisfacciones me reportó y al que tengo abandonado por épocas. Había pensado al comienzo de todo esto elaborar una especie de diario del confinamiento y plasmarlo todo aquí. Lecturas, películas, series, las recetas de ese cocinillas que todos llevamos dentro y hemos sacado a la luz creyéndonos Martín Berasategui. Mis conversaciones con Blanca, que me aguanta mis cambios de ánimos y mis comeduras de tarro más de lo que debería. Mis caminatas por casa, algunas de hasta 12 kilómetros, intentando suplir las de la isla, pero sin árboles, sin patos, sin Guadiana. Solo yo y mi propia sombra cuando nos cruzamos por el pasillo y ella de reojo viéndome pasar, entre la sonrisa y el tedio que da ver a un tipo barbudo intentar hacer deporte en 90 metros cuadrados. Pero el blog ha quedado relegado como una cinta VHS, a veces cuesta más de lo que debería retomarlo y me quedo con la brevedad e inmediatez de las redes.
No soy consciente a veces, pero ver y leer las noticias cada día no me beneficia en nada. Aun así te obstinas en sobreinformarte para cerciorarte que las cosas no se arreglan de un día para otro y que esto va para rato. Y aunque en ocasiones nos venga el chute de positividad y nos intentemos convencer que esto pasará y que todo será como un mal sueño y que las cosas volverán a ser como eran antes, también sabes que esa normalidad tardará mucho en volver si es que vuelve y que el mundo, tal y como lo hemos concebido hasta ahora, tal vez no lo vuelva a ser nunca jamás.
Si algo hemos aprendido de todo esto, entre otras muchas cosas, es lo inútil que es hacer planes a medio o largo plazo, a veces incluso a corto. El no ir esta semana santa a Miranda del Castañar, ese nirvana particular nuestro que siempre nos cura por dentro y por fuera ha supuesto el primer ostión crudo y realista de aprender a no planificar tanto y saber que el día a día es lo que nos concierne. No sabemos si volveremos a Lanjarón, Benarrabá, Estoril, Losar de la Vera o Mojácar. No tenemos ni idea si nos volveremos a sentar en La Lola, B-Nomio, La Carbonería o El trece uvas. Si nos tomaremos unas cañas en el pestorejo o desayunaremos unos churros en el Sanarra. Si veremos subir el telón del gran teatro o veremos a Ipiña en uno de sus familiares conciertos. Son días insólitos, sensaciones inusuales, pensamientos excepcionales. Como se ha vuelto el mundo, como se ha vuelto la vida. Y entre todo esto, que no nos falte nunca un canto de esperanza, un nuevo amanecer como el de la foto, como los de Miranda del Castañar desde la terraza de el apartamento de la muralla. Hay que resistir, porque quien resiste, al final, gana.

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