19.8.25

Cuarenta y cuatro grados a la sombra (VIII): San Bartolo suda por sus feligreses


Cuarenta y cuatro grados a la sombra (VIII): San Bartolo suda por sus feligreses

Villafresno del Río, donde el calor no perdona ni a los santos

En Villafresno del Río, las fiestas de San Bartolo Mártir se celebran sí o sí. Llueva, truene, o caigan chuzos de fuego. Y este año, con la ola de calor instalada como un okupa sin intención de irse, el pueblo decidió seguir adelante. Porque si no sudas en las fiestas, ¿cuándo vas a sudar con gusto?

Desde el lunes por la noche, ya se escuchaban petardos mal tirados, charangas con más entusiasmo que afinación, y altavoces que distorsionaban voces como si vinieran de ultratumba:

“¡Atención, atención!
Lunes: pregón.
Martes: cena de traje (yo traje el pan, tú la tortilla, y Paco trajo hambre).
Miércoles: procesión del Santo y misa a la sombra del campanario.
Jueves: batalla de globos, si los globos no se derriten antes.
Viernes: orquesta ‘Furia Extrema’ y DJ Termo en la plaza mayor.
Sábado: final del campeonato de tute y verbena de la espuma… solo si la espuma no hierve.”

Lunes: El Pregón de la Caldera

El pregón lo dio, cómo no, Don Isidro, cronista no oficial del pueblo, leyenda local y defensor del botellín frío como patrimonio inmaterial. Este año salió vestido con una camiseta casera que decía:

“San Bartolo, protégenos del bochorno y del IBI.”

Subió al escenario con paso lento, más por prudencia térmica que por solemnidad. El discurso duró cinco minutos. A los seis, ya había goteras de sudor en el atril. A los ocho, una vecina tuvo que abanicarle con una carpeta del colegio de su nieto.

Aun así, lo dio todo:

“Queridos vecinos, este año San Bartolo nos ha traído sol, calor y cortes de luz. Pero también nos ha traído ganas, que es lo único que aquí nunca se va. ¡Viva el Santo y viva Villafresno!”

Ovación cerrada. Aplausos lentos, por el calor, pero sentidos.

Miércoles: Procesión a la Parrilla

El día grande amaneció con 42,5 grados a las nueve de la mañana. El cielo era una plancha. Las cigarras cantaban como si les pagaran por decibelio. Pero a las doce en punto, como manda la tradición y la cabezonería, salió la procesión.

El paso de San Bartolo, normalmente sobrio y elegante, iba adornado con romero seco, geranios en coma inducida y una novedad: un sombrero de paja y un botijo bendecido entre las manos del santo.

No es herejía, es supervivencia, —aclaró el cura, Don Ramiro, con la sotana recogida hasta las rodillas y un abanico de feria que movía con técnica profesional.

Los fieles avanzaban a pasitos cortos, no por devoción, sino porque el asfalto estaba en punto de caramelo y las sandalias se quedaban pegadas. Algunos llevaban paraguas invertidos, a modo de sombrilla, y otros se rociaban mutuamente con pulverizadores de limón diluido, como si fueran plantas a punto de desfallecer.

Un par de costaleros se turnaban para hidratarse con polos flash que repartía el ambigú parroquial. A mitad de recorrido, desde el fondo de la comitiva, alguien gritó:

—¡Un milagro! ¡Ha salido una nube!

Todos miraron arriba con esperanza, pero era el humo de la barbacoa de la peña ‘Los sudores de Bartolo’, que ya estaban asando panceta para el convite posterior.

La misa, celebrada bajo el campanario, fue breve y clara. Don Ramiro, ya con el alzacuellos reblandecido, resumió:

—Señor, danos sombra.
—Amén —respondió el pueblo, con más fe que oxígeno.

Viernes: Furia, espuma y remember a 39º

Por la noche, la plaza estaba lista para el plato fuerte: la verbena. A las 22:15, el aire seguía siendo un caldo. Pero allí estaba la orquesta Furia Extrema, llegados desde Zafra con teclados, focos y una vocalista que se subió al escenario con un abanico eléctrico colgado del cinturón, como una heroína retro-futurista.

El público bailaba con movimientos mínimos pero dignos, como si hicieran twerking contemplativo. Las abuelas se abanicaran a compás, y los jóvenes se refrescaban metiendo los pies en cubos de cerveza.

Cuando le tocó el turno al DJ Dor Termo, se vivió un clímax sensorial. Apareció en bañador, chanclas y con un pulverizador de jardín que disparaba al ritmo de la música. Pinchó una sesión remember que incluía:

  • “La Macarena con calambres”

  • “Yo quiero bailar bajo un toldo industrial”

  • “Bailando bajo una solana de 40 grados”

  • Y un remix de OBK con sonidos de cigarras y sudor líquido

Y de pronto… lluvia

Y entonces, a eso de las 00:17, ocurrió lo inesperado: empezó a chispear.

Una lluvia mínima, de esas que no mojan pero levantan el alma. Primero tímida, luego más atrevida. Lo justo para que alguien gritara:

—¡San Bartolo lo ha hecho otra vez!

La plaza estalló en júbilo. La gente se mojó sin miedo, los niños corrieron, los altavoces chirriaron como focas felices, y los focos parpadearon como si los controlara una discoteca celestial.

Don Isidro, empapado pero firme, alzó su botellín como si fuera un cáliz sagrado:

—¡Y mañana, más! ¡Y si no, que nos frían!

Y ahí, entre pestorejo a la brasa, truenos lejanos, un santo con sombrero y un pueblo que no se rinde ni con cuarenta y cuatro grados a la sombra, quedó sellado el milagro anual de San Bartolo Sudando por los Suyos.

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