Días de tormenta, y no me refiero al panorama político local, regional o nacional —que también se las trae—, sino a las tormentas de verdad, esas de toda la vida: con relámpagos, truenos y aguaceros a mansalva.
En este mismo instante, mientras miro por el cristal de mi ventana hacia el patio interior, está cayendo la del pulpo, granizo incluido, acompañado, claro, de una descarga eléctrica que haría palidecer a cualquier película de Drácula.
Es curioso observar cómo un chaval de unos ocho o nueve años hace caso omiso de los gritos casi desesperados de su madre desde la terraza y sigue dándole a la pelota tan ancho y tan pancho.
En realidad, nadie sabe exactamente por qué las nubes de tormenta producen esas impresionantes descargas eléctricas, pero la mayoría de los expertos coinciden en que este fenómeno está relacionado con la altura y la carga eléctrica de las nubes. Cuando una nube cargada de electricidad —y de mucha mala leche— se acerca a otra con carga distinta, o desciende a muy baja altura, puede soltar un “trallazo” eléctrico o relámpago de los de toda la vida.
Por eso, si quieres mantenerte a salvo cuando truena y relampaguea, aquí tienes algunas precauciones básicas:
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Nunca te pongas en el camino de un rayo. Sí, parece una obviedad, pero ¡toma consejo científico!
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Si estás fuera, aléjate de árboles aislados, cimas, lagos y piscinas; si te sorprende en un desierto, lo mejor es acurrucarte en el suelo.
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Si estás dentro de casa, no toques aparatos eléctricos ni el teléfono. Un rayo “que caiga sobre tu cabeza” puede recorrer tuberías o cables, que son vías mucho más fáciles que el aire. Por eso las torres de radio y televisión atraen los rayos... y yo aquí, tecleando, cruzando los dedos.