El mejor piloto de la galaxia no era Luke Skywalker, ni Han Solo, ni tan siquiera Anakyn/Darth Vader. El mejor piloto de la galaxia era mi padre, cuando en aquéllos veranos de principios de los 80, al comenzar el mes de Agosto, pilotaba nuestra nave interestelar "Renault 12 TL" y muy de madrugada nos hacía surcar y sobrevolar extraños planetas, sorteando asteroides y malvadas naves enemigas.
El viaje, o ruta espacial, desde Mérida a Bolonia (Cádiz) se tornaba toda una misteriosa y desafiante aventura para un niño de 9 o 10 años.
Los pueblos por los que atravesaba la antigua carretera Nacional 630 parecían insólitas civilizaciones desconocidas que había que franquear arriesgando nuestras vidas y la integridad de nuestra invencible nave. En la lejanía de la carretera, en lo alto de una loma, entre una solitaria arboleda, o a la orilla de un riachuelo, aterrorizaban algunas casas con tenues luces encendidas, donde siniestros seres, tal vez caballeros Sith, acechaban en la oscuridad para perpetrar alguna terrible acción a los pocos que osaban transitar por allí.
Pero no había problema, nuestro piloto nos proporcionaba seguridad y protección y no iba a permitir de ninguna manera que algunos de esos malvados personajes interfirieran en nuestra ruta.
Los camiones y furgonetas que nuestra nave adelantaba eran enormes cargueros espaciales, que transportaban provisiones, armamento o habitantes que se trasladaban a otros planetas más seguros.
La luna llena, cual estrella de la muerte casi terminada de construir, ponía en riesgo nuestra aventura y había que llegar a nuestro destino antes que pusiera en funcionamiento su destructor mecanismo.
Al cabo de unas horas, el sol le hacía frente al llegar la mañana, y toda la galaxia, en unos minutos, desaparecía y nosotros, atravesando una especie de tunel espacio-temporal, apareciamos en Santa Olalla (Huelva) para hacer un pequeño descanso y desayunar unos churros. Pero de alguna manera, papá seguía pilotando la nave y nos llevaba con éxito al planeta Bolonia.
Hoy en día, a veces, con el corazón de un niño, imagino a mi padre cual caballero Jedi, protegiéndonos desde el más allá, desde otros planetas, otras dimensiones, sabiendo que mientras lo haga, nada malo podrá pasarnos. Gracias Papá, por tanto, por todo. Te echamos mucho de menos.