Vivir el momento es permitir que el presente tenga todo el protagonismo, como si fuera una obra de teatro en la que cada gesto, cada palabra y cada respiro merecen un aplauso. Es saborear un café caliente sin que la mente corra hacia las tareas de mañana, escuchar una risa y dejar que nos contagie, caminar con calma y sin mirar el reloj como si el tiempo fuera un aliado y no una amenaza.
No se trata de olvidar que existe un futuro, sino de confiar en que, cuando llegue, lo hará con sus propias respuestas y soluciones. La vida, a su manera y en su tiempo, pone cada pieza en su sitio, incluso cuando no vemos todavía la figura completa. Por eso, ahora basta con detenerse un instante, respirar hondo y dejar que el momento nos abrace.
Quizá no tengamos todas las certezas, pero sí la certeza de que estamos aquí, latiendo, viviendo, construyendo algo paso a paso. El camino se dibuja con cada paso que damos, y mientras tanto, en este preciso instante, hay belleza, fuerza y razones de sobra para sonreír. Porque la esperanza no está en lo que vendrá, sino en reconocer que ya tenemos mucho con lo que somos hoy.
1 comentario:
Qué bonita esta entrada Alberto, siempre hay razones para sonreir, a pesar de las adversidades de la vida, pero al final, siempre está la recompensa del amor, y merece la pena siempre. Vivir es seguir latiendo con energía y con ilusión, y de eso se trata la vida. De seguir sonriendo siempre.
Preciosas tus letras y la fotografía tan entrañable.
Un abrazo.
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