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15.12.25

Héctor Alterio

 


Héctor Alterio se ha ido a los 96 años, pero deja una voz y una presencia que no entienden de despedidas. Actor inmenso, puente vivo entre el teatro, el cine y la memoria, supo decir los textos como quien los ha vivido antes de pronunciarlos, como si cada palabra viniera de una experiencia previa, íntima y verdadera.

Tuvimos la fortuna de verlo en marzo, en el Gran Teatro de Cáceres. Allí estaba: frágil y gigantesco a la vez, con esa dicción suya, precisa y honda, que parecía tallada en el tiempo. Sostenía el silencio de la sala con una autoridad serena, de esas que no se imponen, sino que se ganan. No actuaba: era. Y en ese “ser” cabía toda una vida dedicada al oficio, al respeto por el público y al amor profundo por la palabra.

Ya antes, en 2014, también había podido verlo en Madrid, en En el estanque dorado. Aquella función fue otra lección de contención y humanidad, de cómo envejecer sobre un escenario sin impostura, dejando que el paso del tiempo no reste, sino que sume verdad al personaje. Alterio demostraba que la vejez, en manos de un gran actor, puede ser un territorio fértil, lleno de matices y emoción.

Su carrera cinematográfica es igualmente imprescindible. Ahí están títulos como La tregua, El hijo de la novia, Cría Cuervos, La historia oficial o El crimen de Cuenca, que ayudan a entender la dimensión de un actor capaz de atravesar géneros, épocas y países sin perder nunca su identidad. Pero si hay una película que para mí ocupa un lugar especial, esa es El nido, de Jaime de Armiñán. No solo por la delicadeza y la hondura de su interpretación, sino también por lo que representa emocionalmente: fue rodada en Sequeros, pueblo de la sierra de Francia,en la provincia de Salamanca, muy cerca de nuestra adorada  Miranda del Castañar, un lugar que añade una capa íntima y cercana al recuerdo de esa película y de su trabajo en ella.

Se marcha un actor imprescindible, uno de esos que ya no abundan. Pero quedan sus palabras, sus gestos, su manera única de mirar al público como si aún quedara algo importante por contarnos. Y lo queda. Siempre.

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