En 1934, a Mussolini le entró un ataque súbito de purismo arquitectónico, o de vanidad monumental, a saber, y decidió que la Torre de Pisa debía dejar de comportarse como una turista borracha y colocarse firme, erguida y obediente. Esa tendencia suya a verlo todo como una cuestión de disciplina militar le hizo pensar que una torre medieval torcida era poco menos que una afrenta al decoro nacional.
Los ingenieros del régimen, armados de taladros, hormigón y una fe ciega en las soluciones a martillazos, perforaron 361 agujeros en los cimientos y vertieron 90 metros cúbicos de un hormigón tan patriótico como inútil. La operación parecía más un experimento de alquimia fascista que un trabajo de ingeniería. El resultado fue impecable en su fracaso: la torre, ofendida quizá por el trato, se hundió un poco más en su esponjoso lecho toscano, como quien se encoge en la cama para que lo dejen en paz.
La inclinación de la torre no era ningún capricho moderno: venía inclinándose desde el siglo XII, cuando alguien tuvo la idea de construir un campanario monumental sobre un terreno más blando que el panettone. Durante siglos, arquitectos y maestros de obra intentaron corregirla con métodos más o menos sensatos. Ninguno triunfó del todo, pero al menos ninguno tuvo la desfachatez de empeorar la situación con tanto entusiasmo.
Hubo que esperar a los años noventa para que un grupo internacional de ingenieros decidiera cambiar el enfoque: menos músculos y más neuronas. En vez de intentar enderezarla como quien regaña a un recluta, optaron por comprender su caprichoso equilibrio. Con contrapesos, extracción estratégica de tierra y un respeto casi zen por la historia del monumento, lograron reducir la inclinación lo suficiente como para garantizar su seguridad sin extirparle su célebre torcedura.
Hoy la Torre de Pisa sigue siendo uno de los monumentos más visitados del planeta, no por su perfección, sino por su gloriosa imperfección. Si pudiera hablar, quizá diría, con cierto orgullo de diva: “Intentaron corregirme… y aquí sigo, inclinada, legendaria y más fotogénica que nunca.”

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