Jorge Ilegal, alma incansable de Ilegales, ha muerto a los 70 años, y con él se va algo más que un músico: se va un símbolo de libertad, descaro y coherencia. Para muchos, incluida mi generación, Jorge no era solo una voz; era una actitud. La prueba viviente de que el rock podía ser elegante y brutal al mismo tiempo, inteligente sin perder fiereza, irónico sin convertirse en parodia.
Su muerte pesa porque su vida fue un puñetazo constante contra la complacencia. Desde aquellos primeros acordes que descubrimos en cintas desgastadas, cuando Europa ha muerto sonaba casi a profecía y Soy un macarra era una broma que algunos no entendían, hasta los conciertos más recientes, donde seguía moviéndose con ese aire de tipo que había pactado solo con sí mismo, Jorge mantenía la misma esencia: la del que no se vende, la del que no se doblega.
Hay recuerdos que ahora regresan como fogonazos. Aquella primera vez que escuché Tiempos nuevos, tiempos salvajes en una antigua cinta de cassette por pura casualidad, y de repente la habitación pareció cambiar de color. O esas noches en las que, buscando algo que sacudiera el ánimo, bastaba poner un disco de Ilegales a un volumen que rozaba lo irresponsable para sentir que todo era posible… o al menos soportable.
Incluso quien no lo conoció personalmente lo siente cercano: por la crudeza lúcida de sus letras, por esa ironía fina que parecía decirte “no te tomes tan en serio, pero tampoco te rindas”.
Jorge era el tipo de artista que no hablaba para gustar, sino para decir. Y sus canciones, rabiosas, poéticas, desobedientes, se quedaron grabadas en la memoria de quienes crecimos con ellas como pequeñas brújulas en mitad del caos.
Hoy se apaga una voz irrepetible, pero permanece su eco: en los garitos oscuros, en los coches que llevaron su música a todo volumen por carreteras secundarias, en los que aprendieron que la honestidad también puede ser eléctrica.
Se va Jorge Ilegal, sí, pero quedan sus canciones como cicatrices hermosas. Y queda esa sensación íntima de que, en cierto modo, todos fuimos un poco más libres gracias a él.

1 comentario:
Desde que comunicara la noticia de su enfermedad pintaba mal la cosa. Ha sido fulminante. Se va una personalidad única e imprescindible, de las que ya no quedan muchas.
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