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7.7.09

Comienza la leyenda


Dicen que una leyenda es una narración, oral o escrita, con mayor o menor proporción de elementos imaginativos, que generalmente pretende hacerse pasar por verdadera o, al menos, estar ligada a algún aspecto de la realidad. Se transmite de generación en generación, casi siempre por vía oral, y con el tiempo va experimentando añadidos, omisiones y distorsiones que acaban moldeando su esencia original.

Supongo que eso mismo ocurrirá con la figura de Michael Jackson. El paso del tiempo, implacable y distorsionador, irá añadiendo fábulas, invenciones, medias verdades y falsedades completas. Se publicarán biografías dudosas, películas vagamente inspiradas en hechos reales, testimonios oportunistas y objetos "personales" que jamás pasaron por sus manos. Todo formará parte del mito, de esa nebulosa en la que lo verdadero y lo inventado se funden hasta ser indistinguibles.

Es el precio que pagan los mitos. Aquellos que alcanzan una dimensión universal, como Michael Jackson, dejan de ser simples seres humanos para convertirse en espejos donde millones de personas proyectan deseos, frustraciones, idolatrías y hasta rencores.

Lo de hoy —el homenaje multitudinario televisado en todo el mundo— más que un funeral ha sido una celebración. La celebración de una vida artística descomunal, irrepetible, de un fenómeno cultural que traspasó barreras de raza, edad, idioma y geografía. Un evento seguido por miles de millones de personas, convertido en el acto televisado con más audiencia de la historia. La última actuación de un hombre que ya es inmortal.

Y aunque ha habido momentos muy emotivos, lo cierto es que no deja de sobrevolar cierta sensación de injusticia. Porque Michael lo dio todo —literalmente todo— a su público y a su arte, y a cambio recibió un trato cruel, desmedido, por parte de esa misma sociedad que, con la misma facilidad con la que encumbra, destruye. La misma sociedad que convierte a los genios en sospechosos, a los distintos en monstruos y a los vulnerables en chivos expiatorios.

Pero el tiempo, a su modo, también restituye. Con el paso de los años, cuando el ruido se disipe, lo que quedará será la música. El arte. La voz. El baile. La emoción que despertaba su figura.

Lo demás, como ocurre con todas las leyendas, será materia de discusión. Pero el legado, ese, ya nadie lo podrá destruir.



No ha sido un adiós. Es el comienzo de una nueva era, un tiempo en el que aún quedan muchas cosas por descubrir. Cosas que Michael dejó guardadas, tal vez con la esperanza de que algún día fueran entendidas, especialmente por aquellos que lo seguimos no solo en sus días de gloria, sino también en sus momentos más oscuros y difíciles.

Porque ahora, de repente, todo el mundo lo recuerda con respeto. Ahora todos rinden pleitesía, como si nada hubiese pasado. Como si durante años no se hubiese hecho leña del árbol herido. Como si no se hubiese juzgado, señalado, ridiculizado. Es triste ver cómo, una vez desaparecido, el silencio sustituye a la crítica, y los mismos que ayer lo enterraban en vida hoy lo veneran como mito.

Gracias, Michael. Gracias por estos últimos 25 años de mi vida en los que siempre estuviste ahí, en forma de canción, de videoclip, de recuerdo. Por los momentos inolvidables que acompañaste sin saberlo. Por hacer más llevadero un mal día con solo pulsar el play. Por tu música, por tu entrega, por darlo todo —literalmente todo— y quedarte sin nada.

Gracias por dejarte la vida en el intento de hacérsela un poco más fácil a los demás. Hoy más que nunca, tu luz brilla más allá del escenario. Y aunque ya no estés, sigues aquí, en cada nota, en cada paso, en cada alma que aprendió a soñar contigo.

No es un final. Es un nuevo comienzo.

In our darkest hour
In my deepest despair
Will you still care
Will you be there
In my trials
And my tribulations

Through our doubts
And frustrations
In my violence
In my turbulence
Through my fear
And my confessions
In my anguish and my pain
Through my joy and my sorrow
In the promise
Of another tomorrow
I'll never let you part
For you're always in my heart

5.7.09

Un excelente actor

En 1987 se lanzó al mundo Bad, el esperadísimo nuevo álbum de Michael Jackson tras el éxito descomunal —e irrepetible— de Thriller. La expectativa era gigantesca, y Jackson lo sabía. Por eso, lejos de repetir la fórmula, apostó por algo distinto: seguir explorando el videoclip no solo como herramienta promocional, sino como auténtica obra cinematográfica.

Y para ello no escatimó. Decidió rodearse del mejor talento posible y convenció nada menos que a Martin Scorsese —sí, el mismísimo director de Taxi Driver y Toro Salvaje— para que dirigiera el primer videoclip promocional del disco: la pieza que acompañaría al tema Bad.

El resultado fue un corto de más de 16 minutos rodado en Nueva York, con ambientación urbana, estética realista y un claro trasfondo social. La historia, inspirada en un caso real, se centra en Darryl (interpretado por el propio Michael Jackson), un joven estudiante de una escuela de élite que regresa a su barrio humilde durante las vacaciones y se enfrenta al dilema de su identidad y pertenencia: ¿seguir el camino que ha comenzado o volver a las calles con su antiguo grupo?

La parte añadida al videoclip —es decir, la secuencia dramática previa a la interpretación musical en el metro— funciona como un auténtico cortometraje. Está rodada con el pulso narrativo característico de Scorsese, e incluso cuenta con la presencia de un jovencísimo Wesley Snipes en uno de los primeros papeles de su carrera.

Aunque está en inglés y sin subtítulos, no resulta difícil seguir el argumento gracias a las expresiones, la atmósfera y la tensión dramática.

Bad no fue simplemente un videoclip. Fue una declaración de intenciones. Una muestra de que Michael Jackson no solo era un genio musical, sino también un visionario que comprendía el poder del audiovisual para contar historias, remover conciencias y traspasar las barreras del entretenimiento.

Una obra que, más de 35 años después, sigue siendo ejemplo de cómo el pop puede alcanzar dimensiones cinematográficas.



…cuando llega el momento, Daryl se detiene. Tiene la oportunidad justo delante, el anciano camina solo, distraído, una víctima fácil. Sus amigos observan desde la distancia, expectantes, casi desafiantes. Wesley Snipes —intenso, provocador— le lanza una mirada que pesa como una losa: “Hazlo, si aún eres uno de nosotros”.

Pero Daryl no puede. Algo dentro de él se rebela. No ha vuelto al barrio para demostrar que sigue siendo el mismo, sino para recordar quién fue, y decidir en qué quiere convertirse. El gesto de Daryl lo dice todo: no lo hará. No va a seguir el camino fácil, ni va a dejarse arrastrar por la presión del grupo. La decepción de sus amigos es inmediata, el ambiente se enrarece, la tensión estalla… y en ese instante irrumpe la música.

El andén del metro se transforma en un escenario urbano donde el lenguaje ya no es el de las palabras o los reproches, sino el de la danza. Bad, el tema, explota con fuerza, con energía desafiante y precisa. Michael Jackson, como Daryl, lidera una coreografía que es tanto un acto de afirmación como una declaración de independencia: no necesita robar, no necesita violencia, no necesita renunciar a sus principios para demostrar quién es.

La escena funciona como catarsis. La danza sustituye a la confrontación física, y el ritmo toma el lugar del conflicto. La dirección de Scorsese eleva el videoclip al rango de cortometraje narrativo, donde lo estético y lo simbólico van de la mano. Jackson baila como si su identidad estuviera en juego, y en cierto modo lo está.

Daryl no reniega de su pasado, pero tampoco se deja encerrar en él. Les demuestra a sus amigos que hay otra forma de ser “auténtico”, y que la fuerza no reside en los puños, sino en la convicción de ser uno mismo. El videoclip termina con esa sensación de triunfo silencioso, de ruptura con lo establecido. Es, en esencia, un alegato por la libertad individual, por el cambio, por el derecho a evolucionar.

Y Michael Jackson lo hace, como siempre, sin discursos, sin sermones, solo con música, cuerpo y mirada. Bad no es solo un videoclip: es un relato corto, un manifiesto, una danza contra el conformismo.


En 1988, durante la promoción de su película La última tentación de Cristo, Martin Scorsese fue preguntado sobre su experiencia rodando el videoclip de Michael Jackson Bad. Scorsese respondió que fue una experiencia muy agradable, destacando no solo la profesionalidad y amabilidad de Michael, sino, lo que más sorprendió a los periodistas, su faceta como actor. Con cierto enfado tuvo que reiterar varias veces que Michael Jackson era un excelente actor, y que debería dedicarse con más frecuencia a la actuación.

Una de las anécdotas más interesantes que contó fue que la famosa escena del metro, donde el joven interpretado por Jackson intenta atracar a un anciano, fue completamente improvisada por Michael y que no fue necesario modificar ni una sola toma. Esa escena, cargada de tensión y emoción contenida, fue fruto del talento natural de Jackson para la interpretación, algo que muchas veces se pasa por alto debido a su estatus como ícono musical.

Curiosamente, esta parte no musical del videoclip Bad fue poco emitida en televisión y suele pasar desapercibida para muchos espectadores, que solo recuerdan la espectacular coreografía y el tema musical. Sin embargo, merece la pena verla y valorarla como un pequeño cortometraje que añade profundidad y contexto a la canción, mostrando el lado más dramático y humano del artista.

4.7.09

Lo dijo Michael


A veces, cuando te tratan injustamente, te creces, te haces más fuerte y decidido. La esclavitud fué algo terrible, pero cuando los negros de América por fin se liberaron de la opresión, eran más fuertes. Sabían lo que era que otras personas te controlaran la vida y te doblegaran el espíritu. Nunca consentirían que eso volviera a ocurrir. Yo admiro esa fuerza. Las personas que la posee adoptan una postura firme y ponen el corazón y el alma en lo que creen.

Moonwalk, autobiografía de Michael Jackson, editado por PLAZA&JANES (1988)

3.7.09

Imágenes de los últimos ensayos de Michael

 

Tanto la fotografía de la parte inferior como las imágenes incluidas corresponden al pasado 24 de junio, dos días antes del trágico suceso. En estos días, muchas personas afirmaron que Michael Jackson se encontraba pletórico, en plena forma y muy ilusionado con su inminente regreso al escenario. Sin embargo, al ver las imágenes, lo único que se me ocurre es que o bien alguien se excedió con la administración de medicamentos, o simplemente sufrió un paro cardíaco, como desgraciadamente les ocurre a muchas otras personas sin previo aviso, y caen fulminadas. Recordemos los casos de futbolistas como Miklós Fehér, Marc-Vivien Foé y, más recientemente, Antonio Puerta aquí en España; jóvenes mucho más jóvenes que Michael y en aparente excelente estado físico.

La duda persistirá hasta que no se haga público un informe oficial de la autopsia, si es que éste logra esclarecer los hechos. Una verdadera pena, pues se pudo haber disfrutado de un espectáculo visual y musical magnífico y, como vemos, Michael Jackson tenía hambre de escenario y muchas ganas de ofrecernos lo mejor que tenía.

30.6.09

Entre todos le mataron y el solito se murió


Curiosa, pero cierta, la frase que más he escuchado en estos días: “Te acompaño en el sentimiento”.
Y no es para menos. Muchos me han dado el pésame —en persona, por teléfono, por SMS, por email, incluso por Messenger— como si se hubiese marchado alguien de mi propia familia.
Y en cierto modo, así ha sido.

Quienes me conocen desde hace años saben que he seguido la trayectoria de Michael Jackson desde siempre. Que estuve ahí —a mi manera— en sus momentos más difíciles, cuando muchos prefirieron apuntarse al linchamiento fácil. Lo defendí siempre, en público y en privado, por activa y por pasiva. Porque estaba seguro de su inocencia. Porque nunca entendí cómo se podía ensañar así con uno de los artistas más grandes que ha dado la historia, un ser excepcional, fuente de inspiración para generaciones enteras, que dedicó su vida no solo al arte, sino también a causas justas.

¿De verdad ya nadie recuerda We Are The World? ¿O sus incontables gestos solidarios? ¿O que fue candidato al Premio Nobel de la Paz en dos ocasiones?

Ahora muchos hablan de sus deudas, de su declive, de sus excentricidades… pero pocos mencionan que donó más de 300 millones de dólares a causas sociales, sanitarias y humanitarias. Una cifra que podría haber cubierto con creces todas esas supuestas deudas de las que tanto se habla hoy.

El juicio popular es cruel, implacable y con memoria selectiva. Pero los que admiramos su arte, su entrega y su esencia, no olvidamos. Y por eso duele. Porque se ha ido alguien que, sin conocerme, marcó profundamente mi vida.

Hoy, más que nunca, me uno a millones de personas en todo el mundo que sienten este vacío.
No solo se ha ido un músico. Se ha ido una parte de nuestra banda sonora emocional.


Ahora sale a la luz el testimonio del primer niño por el que Michael Jackson fue acusado en 1993. Ya adulto, declara que Michael jamás abusó de él, y que fue su propio padre quien lo chantajeó para obtener una suma millonaria —más de 20 millones de dólares— a cambio del silencio. Algo que para muchos ya era evidente, pero que solo quisieron ver quienes tenían interés en ocultarlo.

En cuanto al segundo niño, es público y notorio el historial de estafa, extorsión y robo de sus padres. A pesar de ello, Michael se prestó a ayudarles económicamente para el tratamiento contra el cáncer que padecía el niño. Y así fue como le pagaron, con falsas acusaciones.

Es una auténtica pena que toda esta verdad salga a la luz solo unos días después de su muerte. Pero, al menos, nos queda la satisfacción —y el consuelo— para quienes siempre creímos en la inocencia de ese Peter Pan eterno, cuya leyenda sigue viva más allá de rumores y medias verdades.


29.6.09

Billie Jean (Revisited)

 

No fue una simple actuación en una de tantas galas conmemorativas para la televisión norteamericana. No. Aquello tiene su historia, su peso, su contexto.

En mayo de 1983 se celebraba el 25º aniversario de la fundación de uno de los sellos discográficos más influyentes de la historia de la música popular: Motown. Mucho más que una discográfica, Motown fue el altavoz global de la música afroamericana, un motor cultural que, desde comienzos de los años 60, transformó para siempre el panorama musical y social de Estados Unidos… y del mundo.

Fundada por Berry Gordy en Detroit, Motown rompió barreras raciales en la industria musical, haciendo que artistas negros llegaran a todos los públicos, incluidas las emisoras blancas que hasta entonces apenas programaban música negra. Su sonido —pulido, melódico, bailable, con un toque de alma y pop perfectamente equilibrado— se convirtió en una marca registrada. El “sonido Motown”.

Por sus filas pasaron auténticas leyendas: Jackie Wilson, James Brown, The Commodores, Lionel Richie, Marvin Gaye, Stevie Wonder, Diana Ross y The Supremes... Y por supuesto, The Jackson 5, aquel grupo de hermanos explosivos, liderado por un niño prodigio llamado Michael.

También fue en Motown donde Michael Jackson, ya en solitario, dio sus primeros pasos hacia una carrera imparable. Temas como Got to Be There o Ben surgieron bajo ese paraguas, antes de que el joven Michael rompiera definitivamente con su infancia musical y redefiniera el pop desde otro lugar.

Así que no, aquella gala del 25º aniversario no era cualquier cosa. Era un homenaje a una historia, a un legado, y también —aunque entonces no se sabía— el escenario de un momento histórico: la noche en la que Michael Jackson presentó por primera vez Billie Jean… y el mundo vio por primera vez el moonwalk.

Y todo eso, en un plató de televisión. Pero nada fue igual después.



Las imágenes pertenecen a aquella gala televisada a medio mundo. Y para entender realmente de qué estamos hablando, no basta con leer estas líneas: hay que verla. Visionarla con atención. Porque en esa noche no solo se celebraba un aniversario, sino que se estaba escribiendo, sin saberlo, una página decisiva de la historia del pop.

Era mayo de 1983 y se conmemoraban los 25 años de la fundación de Motown, ese sello mítico que fue mucho más que una discográfica: fue una revolución cultural. La mayoría de los artistas legendarios que habían formado parte de su historia —y también algunas estrellas emergentes de aquel entonces— hicieron acto de presencia sobre el escenario. Fue una auténtica constelación musical.

Y entre ellos, claro, los Jackson. Los hermanos. Incluido Jermaine, que ya llevaba años fuera del grupo y había continuado su carrera en solitario. En realidad, todos los Jackson habían abandonado Motown para fichar por CBS/Epic, pero Berry Gordy, presidente y fundador del sello, les pidió personalmente que participaran en aquella noche tan especial, para revivir juntos la época dorada de la familia más famosa del soul-pop afroamericano. Aceptaron, sí, pero con una condición: si ellos actuaban juntos, Michael tenía que interpretar un tema en solitario. No cualquier tema. Tenía que ser Billie Jean, del recién estrenado Thriller, producido por Quincy Jones para la CBS. Un disco que ya empezaba a asomar como algo grande, pero que todavía no había mostrado todo su potencial.

Los Jackson interpretaron un medley entrañable y vibrante con algunos de sus mayores éxitos de la etapa Motown: I Want You Back, ABC, The Love You Save, I’ll Be There… Fue un momento de nostalgia, de energía, de complicidad fraternal. El público respondió con entusiasmo. Era un homenaje vivo a los años dorados, al talento juvenil de unos chavales que conquistaron América con sus coreografías milimétricas y la voz aguda e inconfundible de un niño prodigio.

Y entonces, llegó el momento.

Michael se quedó solo en el escenario. Agradeció los aplausos. Habló con humildad y afecto de aquellos años pasados, de la infancia, de la Motown, del aprendizaje. Pero también dijo algo más. Algo importante: que lo que de verdad importaba eran las canciones nuevas. Las que estaban por venir. Y entonces… empezó la música. O más bien, empezó la magia.

Los primeros compases de Billie Jean sonaron como si fueran el anuncio de algo inevitable. Michael, con su chaqueta de lentejuelas negras, guante blanco y calcetines blancos brillando bajo el foco, bailó con una precisión sobrenatural. Y cuando llegó ese instante —ese segundo suspendido en la historia— deslizó los pies hacia atrás, desafiando la física, inventando algo que nadie había visto antes: el moonwalk. En ese momento, millones de personas en todo el mundo se llevaron la mano a la boca. Porque no era solo baile. Era otra cosa. Una aparición. Un mensaje.

Y el resto… ya es historia.

Pocas veces —y siendo sincero, ninguna hasta el día de hoy— se ha visto una actuación tan fresca, tan novedosa, tan genial y, sobre todo, tan memorable como la que ofreció Michael Jackson aquella noche de mayo de 1983 en el especial televisivo Motown 25: Yesterday, Today, Forever. Fue allí donde estrenó, ante millones de espectadores, ese paso hacia atrás que parecía flotar sobre el suelo: el moonwalk. Un gesto, un movimiento, que cambió la forma en que entendemos el baile… y el espectáculo.

Aquellos pasos, que hicieron las delicias de los fans del break dance de la época, marcaron un antes y un después. Pero lo curioso es que, según contó el propio Michael en su autobiografía Moonwalk (1988), ni siquiera tenía claro lo que iba a hacer sobre el escenario hasta la misma mañana de la actuación. Fue en la cocina de su casa —sí, la cocina— donde finalmente perfiló lo que después sería historia.

Y no fue solo la puesta en escena, que ya de por sí rozaba lo sobrenatural. Fue también la canción. Billie Jean es una obra maestra. Sin rodeos. Con ese bajo hipnótico, la batería precisa, los arreglos elegantes, la tensión constante que va creciendo hasta hacerse irresistible… Es puro arte en forma de pop. Un equilibrio perfecto entre lo comercial y lo innovador, entre lo accesible y lo sofisticado.

Yo no soy muy amigo de listas ni de rankings —ya sabes, esas cosas que cambian cada semana según quién vote—, pero Billie Jean suele aparecer, una y otra vez, en lo más alto. Muchos críticos, músicos y enteradillos la consideran la mejor canción pop de todos los tiempos. Pero lo realmente importante es que también lo cree la gente de a pie, la que de verdad importa, la que en aquellos años se rascaba el bolsillo y se iba a casa con el disco bajo el brazo. Y esa gente no suele equivocarse.

Después de aquella actuación, llegó la locura. Thriller, que ya estaba teniendo buena acogida, despegó como un cohete. Las ventas se dispararon. Y cuando se estrenó el videoclip del tema que da título al álbum —esa película de terror ochentera en miniatura dirigida por John Landis— ya no hubo vuelta atrás: en 1984 se alcanzó la asombrosa cifra de un millón de discos vendidos por semana. Sí, has leído bien. Por semana. Y hoy, más de cuatro décadas después, Thriller ha superado los 100 millones de copias vendidas en todo el mundo. Una cifra que, sinceramente, parece imposible de superar.

Y con los tristes acontecimientos de estos últimos años —la muerte de Jackson, los documentales, las controversias, los juicios paralelos en redes sociales— lo único que ha quedado claro es una cosa: la música sigue ahí. Intocable. Imbatible. Intensa. El legado es demasiado poderoso como para borrarlo con rumores, titulares o prejuicios.

El resto ya es historia del pop. De la cultura. Aunque le pese a más de uno.

Eran otros tiempos, sí. Pero qué tiempos.


27.6.09

Michael Joseph Jackson


Michael Jackson ha muerto.

Al menos, eso es lo que dicen todos, absolutamente todos los medios de comunicación del planeta. No hay canal, emisora, periódico, web o red social que no lo proclame a voz en grito.

Y es curioso —o triste, o revelador, o todo a la vez— porque hace apenas dos días, Michael Jackson era poco menos que un apestado para muchos. Había pasado a ser un personaje incómodo, arrinconado por sus propias sombras y por la hipocresía ajena. Nadie —o casi nadie— hablaba ya de su música, de su arte, de lo que significó. De cómo transformó para siempre la industria del pop. De cómo derribó barreras raciales con un guante blanco y una voz inconfundible. De cómo se ganó al mundo entero bailando sobre la luna con una sencillez que hoy resulta casi dolorosa de recordar.

Porque sí, claro que hubo excentricidades. Hubo rarezas, gestos difíciles de comprender. Pero, ¿alguien se acordaba de aquel joven brillante de principios de los ochenta? ¿De ese niño prodigio que se convirtió en el Rey del Pop sin necesidad de coronas ni castillos? Muy pocos. O, en todo caso, ya no querían recordar.

Y ahora, todo está colapsado.

En esta era en la que ya no se vende ni un maldito CD, sus discos han desaparecido de las estanterías. Se agotan en las grandes superficies, en las pocas tiendas de discos que aún resisten como faros viejos en medio del temporal digital. Las plataformas de streaming no dan abasto. Nadie se quiere quedar fuera del fenómeno.

Esta mañana leía cómo la tormenta cibernética provocada por la muerte de Jackson ha puesto patas arriba Internet. Twitter se ralentizó hasta lo insoportable por la cantidad de usuarios intentando postear, opinar, llorar, recordar. YouTube vio cómo las visitas a sus videoclips se disparaban hasta cifras de locura. Las webs de los grandes periódicos estadounidenses se frotaban las manos mientras las visitas se multiplicaban por cien, como si la muerte también cotizara en bolsa.

Y todo esto no deja de ser un espejo: uno que refleja nuestra memoria selectiva, nuestro culto morboso al mito, nuestra manía de enterrar en vida a los genios para luego resucitarlos con flores y trending topics.

Michael Jackson ha muerto. Sí. Pero para muchos —los que nunca dejaron de escuchar su música, los que sí recordaban aquel joven de los ochenta, los que no necesitan que la muerte les recuerde lo que significa el arte—, Michael nunca se fue del todo.



Harlem le rindió homenaje. Y no en cualquier rincón, sino en el legendario Teatro Apollo, el mismo escenario donde, décadas atrás, se convirtieron en leyendas los grandes músicos negros del jazz. Un templo cargado de historia, donde Billie Holiday, James Brown, Ella Fitzgerald o el propio Michael Jackson fueron más que artistas: fueron símbolos de resistencia y belleza en tiempos en los que a los afroamericanos se les prohibía cantar o tocar en clubes de blancos.

Por eso, aquella despedida popular en Harlem no tuvo el tono solemne de un adiós definitivo. Fue más bien un recibimiento. Un reencuentro. Como si Michael volviera a casa, al corazón mismo de la música negra, a ese lugar donde lo que importa no son los escándalos, ni las cifras, ni los titulares, sino lo único que queda cuando todo lo demás se apaga: la música.
Y en Harlem, la música es sagrada.

Mientras tanto, en el otro extremo del espectro, el poder también se inclinaba. Se guardó un minuto de silencio en Wall Street —donde el dinero rara vez se detiene—, en el Congreso de los Estados Unidos, en la mismísima Casa Blanca. El propio presidente Obama lo dijo sin rodeos: Michael Jackson fue un artista espectacular y un auténtico icono de la música. Así, con esas palabras. Directo, sin adornos. Como se habla cuando se reconoce a alguien que fue más que una estrella.

Y entonces, las calles comenzaron a llenarse.
París, Madrid, Londres, Nueva York, Buenos Aires, Tokio, Shanghái... Las ciudades del mundo parecían conectadas por una misma canción. Multitudes espontáneas salieron a bailar, a cantar, a llorar, a sostener carteles, a encender velas. La música —la misma que algunos querían olvidar hace apenas días— volvía a sonar en todas partes.

Incluso en Gary, Indiana, su pueblo natal, ese rincón obrero donde comenzó todo, hubo vigilia. Aunque algún redactor despistado del Telediario de La 1 se empeñara hoy en situar su nacimiento en Los Ángeles, demostrando una vez más que la documentación a veces es la gran ausente en las redacciones.

Pero ahí estaba Gary. Con su gente, con sus calles humildes, con la casa de los Jackson aún en pie. Y ahí estaba el mundo, despidiendo a Michael, no como una figura polémica, ni como un producto de la industria, ni siquiera como el "Rey del Pop", sino como lo que realmente fue: un creador inmenso. Un tipo que convirtió su cuerpo en instrumento, su voz en latido, y su arte en puente entre generaciones, razas y países.

La música permanece. Y hoy, más que nunca, se escucha con el respeto que siempre mereció.



Dicen que todos empezamos a morir justo en el momento en que nacemos. Yo no lo veo así. Para mí, empezamos a morir cuando comienzan a faltarnos esas personas, esos elementos, esos fragmentos de vida que han formado parte de lo que somos. Cuando desaparecen aquellos que nos han acompañado sin estar físicamente a nuestro lado, pero que estaban ahí, siempre, como una presencia constante.

Y es que más de 25 años escuchando su música… son muchos años. Una vida entera, prácticamente. Y uno no escucha simplemente canciones: uno las vive. Las asocia a momentos, a lugares, a personas. Una canción es un puente a un instante perdido. Bad sonando en el radiocassette del coche, mientras conducías sin destino. Esa bandera de BAD colgada durante años en la pared de tu cuarto. Los pósters descoloridos, las fotos clavadas con chinchetas. Aquella camiseta de Moonwalker que llevabas con orgullo. Y tantas, tantas tardes tumbado en el sofá, con los auriculares puestos, dejando que su voz lo llenara todo.

Dicen que ha muerto Michael Jackson. Pero yo, honestamente, no me lo creo.

¿Acaso ha muerto Elvis? ¿John Lennon? ¿Freddie Mercury? ¿Enrique Urquijo? ¿Bob Marley?
No. No lo están. Siguen aquí. Permanecen. En cada canción que suena por la radio, en cada vinilo polvoriento que vuelve a girar, en cada CD olvidado en la guantera del coche, en cada descarga, en cada lista de reproducción, en cada persona que —sin saber muy bien por qué— tararea un estribillo, mueve los pies, sonríe.

El pasado sábado, en una boda en tierras gaditanas, pusieron Billie Jean. Y, ¿sabes qué? Nadie se quedó indiferente. Unos cantaban, otros bailaban. Algunos apenas sabían la letra, pero ahí estaban, siguiendo el ritmo, dejando que la canción hiciera su trabajo. Porque Billie Jean no necesita presentación. Es una de esas canciones que lo atraviesan todo: generaciones, estilos, gustos. Es parte de nuestro inconsciente colectivo.

Ha muerto Michael Jackson, dicen. El Rey del Pop. Lo repiten en cada rincón, en cada telediario, en cada red social, como si quisieran convencernos. Pero yo sigo sin creérmelo. Porque alguien que formó parte de nuestras vidas de una forma tan profunda, tan física y tan emocional, no desaparece así como así. Porque la música —la verdadera música— no muere nunca.

Y Michael era música.


26.6.09

No me lo puedo creer


No es cierto. No puede ser verdad. Son las 3:00 de la mañana, una hora poco corriente por estar sin poder dormir levantado un día de diario y tener que trabajar dentro de pocas horas. No sé como ni porqué me ha dado por ver las noticias de última hora en la edición digital de El Pais y la portada que me encuentro es: FALLECE MICHAEL JACKSON. ¿Es una broma?. No sé que más decir, sólo que hasta las personas inmortales dejan de existir tarde o temprano. No me lo creo, estoy ahora mismo en una especie de niebla mental, en serio. Es mentira, debe ser una mentira. Sigo sin poder creermelo.

25.6.09

Charlie's Angels

Farrah Fawcett Kate Kackson Jacklyn SmithCharlie's Angels

Hoy ha fallecido Farrah Fawcett. Tenía 62 años.

Con su muerte, no solo se va una actriz, un rostro icónico, una melena que marcó tendencia. Se apaga también un pedazo de la televisión de los años setenta, esa época dorada que tantos de nosotros llevamos tatuada en la memoria, aunque a veces no nos demos cuenta.

Farrah fue, para muchos, mucho más que Jill Munroe en Los ángeles de Charlie. Fue símbolo de una época en la que la televisión comenzaba a abrir nuevos caminos, a proponer modelos distintos, a jugar con el formato y el espectáculo. Su sonrisa, su fuerza en pantalla, su carisma natural hicieron que millones se sentaran frente al televisor con la emoción de quien presiente que está viendo algo especial.

Este pequeño y humilde homenaje no es solo para ella, sino para todas aquellas series de los años setenta que marcaron época: Starsky & Hutch, Kojak, Colombo, La mujer biónica, El increíble Hulk, Vacaciones en el mar, El hombre de los seis millones de dólares, Misión imposible, Hawai 5-0, entre tantas otras. Historias que nos llegaron con otros ritmos, otros colores, otro lenguaje… pero que siguen siendo, a día de hoy, una fuente inagotable de inspiración para las series y películas actuales.

Porque todo parte de ahí. De esas tramas sencillas pero ingeniosas, de esos personajes inolvidables, de esa forma casi artesanal de hacer televisión que, a pesar del paso del tiempo, continúa viva en la nostalgia, en los homenajes, en los remakes, y sobre todo, en la memoria de los que crecimos con ellas.

Hoy ha fallecido Farrah Fawcett. Pero su imagen —eterna, radiante— seguirá sonriendo en la pantalla cada vez que alguien, por casualidad o por amor al recuerdo, vuelva a ver uno de esos capítulos donde los ángeles no necesitaban alas para volar.


13.6.09

Money Never Sleeps, secuela de Wall Street


El inolvidable tiburón sin escrúpulos de las finanzas, Gordon Gekko, interpretado magistralmente por Michael Douglas en 1987, regresa al cine. La icónica actuación de Douglas bajo la dirección de Oliver Stone le valió un Oscar al Mejor Actor, y ahora la saga retoma vida con una continuación que, tras años de rumores, finalmente está en producción y a punto de comenzar su rodaje.

La nueva película sitúa la trama justo antes del estallido de la crisis financiera actual. Gekko acaba de salir de prisión tras pasar casi dos décadas tras las rejas. Su prioridad absoluta ahora es retomar la relación con su hija, que mantiene una relación sentimental con un joven corredor de bolsa exitoso, interpretado por Shia LaBeouf —conocido por Transformers e Indiana Jones 4.

La historia se complica cuando el mentor del joven corredor se suicida, al verse involucrado en un oscuro y turbio asunto financiero. El joven, convencido de que otro despiadado hombre de finanzas —papel que encarna Javier Bardem— es el responsable, buscará la ayuda de su suegro recién liberado de prisión para desenmascarar y detener las maquiavélicas artimañas de este enemigo común.

Con un reparto de primer nivel y una trama que promete captar la tensión y la corrupción del mundo financiero actual, esta secuela de Wall Street aspira a repetir el éxito y la relevancia de la original, adaptándose a los tiempos modernos sin perder la esencia que convirtió a Gordon Gekko en un icono del cine.


La película se titulará Money Never Sleeps y, como en la original, contará con Oliver Stone en la dirección. Para mí, Wall Street es una de las mejores películas de la década de los ochenta —una obra que capturó a la perfección la ambición, la codicia y la ética cuestionable del mundo financiero de su época—, así que confío en que esta secuela esté a la altura y consiga adaptar con éxito el personaje de Gordon Gekko a unos tiempos muy diferentes a los que vimos en 1987.

Un detalle a destacar es que el personaje interpretado por Charlie Sheen, eje fundamental en la trama original, no aparecerá en esta continuación. Esperemos que el hueco que deja no se note demasiado y que la historia logre mantener su fuerza sin él.

Aunque aún no disponemos de imágenes ni material oficial del nuevo film, los fotogramas que acompañan este texto son de aquella ya mítica película que marcó época y que nos dejó escenas inolvidables.

10.6.09

Vickie el vikingo. La película.


Un guiño de nostalgia para los que ya no cumpliremos los 30

Ya hay fecha de estreno para la adaptación cinematográfica de la clásica serie de dibujos animados Vickie el Vikingo. Para quienes crecimos viéndola, esta noticia es un pequeño viaje en el tiempo. Y para los más jóvenes, si la conocen, probablemente sea por alguna reposición en cadenas locales. Recuerdo haber visto alguna escena mientras hacía zapping, aunque no estoy seguro si fue en Localia o en Popular TV.

El estreno está previsto para septiembre, aunque, por lo que he leído, por ahora sólo en su país de origen, Alemania. Supongo que pronto alguna distribuidora se hará con los derechos y no tardará en llegar al resto de Europa, donde Vickie también tiene sus fieles seguidores.

La página oficial de la película no está nada mal: ofrece tres teaser-tráilers diferentes que, la verdad, no pintan nada mal. Será interesante ver cómo el pequeño vikingo se las ingenia para salir de apuros con sus mágicas ideas, esas que siempre le venían mientras se frotaba la nariz.

Si quieres echar un vistazo y conocer más detalles, puedes visitar la página oficial de la película.

8.6.09

Temor

La derecha gana las elecciones al Parlamento Europeo

Muy bien para ellos. Parece que la política del miedo, del terror generalizado y del oportunismo en tiempos difíciles les ha venido de perlas. Es un patrón que se repite una y otra vez si echamos la vista atrás: en circunstancias similares, han usado sus artimañas y malas artes para apropiarse del poder en más de un país.

Que gane la derecha no me gusta un pelo, para qué voy a negarlo, y más aquí en España, donde esos personajes de rostro oscuro, tez gris y desfasada, con una moral añeja y caracterizados por una intolerancia y escasez de magnanimidad, me producen al menos un desasosiego profundo.

Pero lo que me da aún más miedo y temor es que, en otras partes de Europa —en Finlandia, Austria, Hungría, Eslovaquia y Holanda— no ha ganado simplemente la derecha, sino la extrema derecha. Esa que levanta banderas xenófobas, nacionalistas y militaristas con discursos que deberían ser ya un lastre enterrado por la historia.

¿Nos estamos volviendo locos? ¿Acaso nadie recuerda a dónde puede llevar ese tipo de gente? No hace tanto tiempo, por menos, dieron golpes de estado, asesinaron a millones de inocentes y sumieron a Europa en un drama y un desastre mundial cuyas consecuencias todavía hoy se arrastran.

La crisis nos afecta a todos, unos más que otros, pero viendo el panorama tan oscuro que se cierne sobre el continente, con esos vientos fétidos en blanco y negro, solo puedo desear que esta tormenta pase cuanto antes.

No quiero ser mal agorero, pero repito: no me gusta nada esta gente. Y creo que es hora de que todos lo tomemos en serio.

4.6.09

The Karate Kid


En realidad, fui yo el elegido por el director John G. Avildsen para interpretar a Daniel LaRusso en The Karate Kid. Pero, por culpa de una indisposición inoportuna, tuve que abandonar el rodaje, y fue entonces cuando ese escuálido de Ralph Macchio aprovechó la oportunidad para convertirse en toda una celebridad. Pobre señor Miyagi, lo que tuvo que sufrir para adiestrarlo en su milenaria disciplina oriental... ¡y eso que a mí me habría resultado mucho más fácil!

Después tuvieron que repetir todas las sesiones fotográficas promocionales, porque, como podéis comprobar, no había ni punto de comparación. ¿Quién creéis que tenía más carisma y presencia en pantalla?

El karma de Hollywood, señores, el karma.

31.5.09

Día mundial sin tabaco

Hoy, 31 de mayo, es el Día Mundial Sin Tabaco. Lo confieso: no tenía ni idea hasta que lo vi en las noticias de Antena 3. Y es que estos “días mundiales con o sin” me hacen bastante gracia —sobre todo cuando se trata de algo tan peligroso como el tabaco— porque, sinceramente, no debería hacer falta un día para recordarnos que fumar mata.

Miles de muertes diarias en todo el mundo y solo un día para bajarle la guardia a esta lacra. Sí, es cierto que te puedes morir de mil cosas: que te caiga una maceta en la cabeza, que un conductor borracho te arrolle, que un desastre natural te sorprenda… Pero, a diferencia de esas cosas, el tabaco es una muerte que te ganas poco a poco, día a día, mientras te lo fumas sin remordimientos.

Que cada quien haga lo que quiera, pero que sea consciente de la mierda que está tragando y, lo que es peor, haciendo tragar a los demás.

¡¡Que no fuméis, coño ya!! 


27.5.09

Dos caras distintas


Es curioso cómo un mismo lugar puede parecer completamente distinto según las circunstancias que nos llevan hasta él. Hay sitios que, por alguna razón que no siempre entendemos, se quedan grabados en la memoria con una luz especial. Visité por primera vez la localidad de Herrera del Duque a finales de septiembre del año pasado. Aquel fin de semana fue intenso, completo, lleno de momentos que aún hoy, cuando cierro los ojos, me arrancan una media sonrisa. Lo recuerdo con nitidez: el aire limpio del atardecer, las risas en buena compañía, la sensación de estar justo donde uno quería estar. Cuando la vida nos regala instantes así, es fácil que el recuerdo se impregne de dulzura, como si lo agradable tuviera la habilidad de borrar las asperezas del tiempo.

Nunca imaginé que volvería tan pronto a Herrera del Duque… ni por un motivo tan distinto.

Y sin embargo, ahí estaba de nuevo, recorriendo las mismas calles, mirando las mismas fachadas encaladas, reconociendo rostros que entonces me parecieron amables y ahora apenas me devolvían una mirada ausente. Todo era igual, y sin embargo, todo había cambiado. Era como si el pueblo tuviera dos rostros, y en esta ocasión me mostrara el que preferiría no haber conocido. No era el lugar el que había cambiado, era yo. Eran las circunstancias. Era la ausencia.

La vida a veces tiene esa manera cruel de recordarnos que nada es eterno, que lo que un día fue alegría puede volverse tristeza sin previo aviso. Que un mismo rincón puede ser escenario del entusiasmo y, tiempo después, del vacío. Y sin embargo, por más que duela, hay algo que se mantiene firme: el recuerdo. Porque nadie, por muy dura que se vuelva la vida, puede arrebatarnos eso. Los buenos momentos, las risas, las palabras, la complicidad... sobreviven incluso al duelo, flotan como luces pequeñas sobre la oscuridad del presente.

Y aunque ahora se haga difícil evocarlos, aunque el corazón pese más que los pasos, sé que volverán a mí en algún momento, limpios de pena. Porque así funciona la memoria: transforma el dolor en ternura, y el pasado en refugio.

25.5.09

Asco y pena

Ocurrió ayer por la tarde, en una preciosa localidad de la provincia de Cáceres, a donde nos dirigíamos, como en tantas otras ocasiones, para disfrutar de un magnífico evento musical: el Réquiem de Tomás Luis de Victoria.

Llegamos con bastante antelación, así que decidimos matar el tiempo tomando un café o un refresco en la primera cafetería que encontráramos abierta. Tras caminar unos minutos, dimos con un restaurante que en su planta baja hacía las veces de bar y cafetería. Apenas había clientes: una pareja detrás de la barra, otra pareja con una niña de unos diez años, y un hombre grueso, cabeza rapada, que se hacía notar demasiado.

Este tipo, que decía tener 37 u 38 años, hablaba en un tono demasiado alto para un local tan tranquilo, intentando hacerse el centro de atención, con cerveza en mano y evidentes signos de que no era la primera que se tomaba. Su discurso, cargado de odio y prepotencia, era una letanía de insultos y amenazas: presumía de echar de ese bar a todo “maricón”, “moro” y “sudaca” que osara entrar, a pesar de no ser dueño ni tener relación directa con el negocio.

Sus “perlas” no acababan ahí. Propagaba la supremacía del hombre sobre la mujer, reclamando obediencia absoluta y mano dura si esta no se cumplía. Se vanagloriaba de adiestrar perros de razas peligrosas —Pit Bulls, Rottweilers, Dobermans— para enseñarles a atacar y de organizar peleas de estos animales, algo que escuché con horror.

Lo más inquietante llegó cuando, ante la pareja y la niña que le acompañaban, se mostró orgulloso de un tatuaje de las SS nazis en su espalda. Con una sonrisa macabra, afirmaba que aquellos eran “tipos cojonudos” capaces de matar a más de 1.500 judíos en media hora.

En menos de cinco minutos, ese individuo desplegó un catálogo de odio, racismo y violencia que hizo imposible seguir en ese lugar. Apenas pude terminar mi refresco antes de salir a buscar aire fresco, porque necesitaba escapar de la atmósfera asfixiante que aquel energúmeno respiraba y hacía respirar a los demás.

Sentí un profundo asco al salir, y aún tuve que alejarme varios metros para que su voz, alta y cavernaria, no me llegara a los oídos en el silencio de la tarde. Pero no sólo me dio asco: sentí también una inmensa pena. Pena por ese pobre diablo, escoria humana incapaz de vivir con dignidad, pero sobre todo pena por los que le escuchaban sin intervenir, incapaces, quizá, de poner freno a sus barbaridades. Y pena terrible por la niña de apenas diez años que le acompañaba, inocente testigo de aquel cúmulo de odio y desprecio.

Es en momentos así cuando uno se da cuenta de que la ignorancia y el odio no sólo dañan a quienes los profesan, sino también a quienes los soportan.


23.5.09

Patrick Swayze: "Estoy vivo"

Por todos es ya sabido la dura batalla que está librando el actor Patrick Swayze contra una enfermedad terrible, de la cual muy pocos logran salir con éxito. Pero lejos de tirar la toalla, Patrick ha decidido seguir trabajando en los proyectos en los que estaba inmerso antes de recibir el diagnóstico.

Durante estos 18 meses de lucha, ha sido víctima —como ya he comentado AQUÍ y también AQUÍ en ocasiones anteriores— de múltiples rumores y noticias falsas sobre su estado de salud. La más reciente, hace apenas unos días, cuando una prestigiosa emisora de radio estadounidense anunció su fallecimiento tras la publicación de unas fotografías duras, donde se hacía evidente su delicado estado físico. Fotografías que, por respeto, aquí no tendrán cabida.

Ya debe ser suficientemente difícil y doloroso vivir y pelear contra esta enfermedad, como para tener que estar continuamente demostrando que todavía tienes fuerzas para seguir adelante. Que los rumores se propaguen como la pólvora en estos tiempos de comunicación vertiginosa —y no siempre fiable— obliga a Patrick a aparecer en imágenes para desmentir esas noticias infundadas.

En la fotografía que acompaña a este texto, podemos ver al actor hace apenas unos días, junto a su esposa, en su rancho de Nuevo México. Allí asegura estar terminando una autobiografía que se publicará este otoño, en la que narra, entre otras cosas, este duro y difícil proceso vivido durante el último año y medio.

Quien no quiera entender las cosas, sin necesidad de leer entre líneas, que no lo haga. Pero que respeten y dejen vivir lo que le quede de vida a una persona que nunca ha vendido su privacidad, ni se ha caracterizado por una vida escandalosa, y que está demostrando una entereza y fuerza dignas de admiración… con un par de cojones.


21.5.09

Fallece la abuela blogera


Los que llevamos ya algún tiempo en este mundillo de la Blogosfera hemos podido ver y disfrutar de bitácoras de todo tipo. Sería interminable enumerar la variedad de blogs por los que nos hemos paseado. Hace algo más de un par de años se hizo muy célebre un blog titulado "A mis 95 años" donde nos contaba las vivencias de una mujer de muy avanzada edad que lógicamente había visto como casi todos sus amigos y allegados generacionales habían fallecido ya y como internet le había abierto una ventana al mundo donde podía aprender muchísimas cosas y hacer muchas amistades.
El blog en cuestión, en realidad fué un regalo que le hizo su nieto con motivo de su cumpleaños, y fué ese mismo 23 de diciembre de 2006 cuando se incició su andadura.
A partir de ahí fué uno de los blogs más célebres de la blogosfera, con cientos de miles de visitas de todos los rincones y lugares del mundo, en la cual me incluyo , ya que han sido muchas las visitas que he realizado en este tiempo y así poder ver el mundo de internet desde los ojos de una persona con mucha vida e historia recorrida.
Hoy, María Amelia López, conocida por todos los que formamos parte de este mundillo como la abuela blogera, ha fallecido en la localidad Coruñesa de Muxía a los 97 años.
La Blogosfera se ha quedado sin uno de sus integrantes más populares, y de alguna manera se siente algo huérfana. Descanse en paz.

19.5.09

This is it. Trailer oficial de la serie de conciertos.

Efectivamente, es un teaser-tráiler, como si de una película se tratara. Pero viendo las cifras que se manejan —los 40 conciertos programados, todos con localidades agotadas, sumando más de un millón de entradas vendidas—, desde luego no desmerece en absoluto. Se habla de un coste total del show que podría superar los veinte millones de dólares, lo que no es moco de pavo, pues no escatiman ni en medios ni en personal para ofrecer un espectáculo a la altura.

Aquí tenéis el video promocional. Aunque es cierto que no aporta nada nuevo, es un magnífico montaje visual que recorre algunos momentos inolvidables de una de las más grandes estrellas de la música de todos los tiempos.

Los aburridos, los detractores —que los hay y muchos— ya están preparando su cansina y manida monserga: cirugías estéticas, cambios en el color de la piel, extravagancias, juicios, y toda esa carroña amarillista que consumen con voracidad. En fin, quien no sepa distinguir una cosa de la otra que siga en su mundo, y que me diga alguien si, sobre un escenario, hubo, hay o habrá alguien con la misma magia y fuerza visual. Esa persona está invitada a cenar.

18.5.09

Mario Benedetti


Sigo en pie
por latido
por costumbre
por no abrir la ventana decisiva
y mirar de una vez a la insolente
muerte
esa mansa
dueña de la espera

sigo en pie
por pereza en los adioses
cierre y demolición
de la memoria

no es un mérito
otros desafían
la claridad
el caos
o la tortura

seguir en pie
quiere decir coraje

o no tener
donde caerse
muerto.

Ha fallecido Mario Benedetti a los 88 años en su casa de Montevideo. Benedetti es todo un referente de la literatura contemporanea y sobre todo uno de los poetas más destacados del pasado siglo y de lo que llevamos de este, ya que practicamente no ha dejado de escribir hasta sus últimos días. Os dejo a modo de pequeño y humilde tributo este poema titulado "En pie".

15.5.09

Suerte. Nacho García Vega con "Rico"

Ahora que, por desgracia, acaba de dejarnos todo un artista y mago de la palabra como fue Antonio Vega, es justo hacer un digno reconocimiento al otro 50% de Nacha Pop: su primo Nacho García Vega. Y es que, aunque en todo grupo o formación suele haber uno que sobresale más, que alcanza mayor notoriedad o incluso se convierte en mito en vida —como ha sido el caso de Antonio—, otros con el mismo mérito no siempre reciben el reconocimiento generalizado que merecen.

Cuando Nacha Pop se disolvió allá por 1988, los dos pilares básicos del grupo siguieron caminos separados. De Antonio Vega poco hay que decir —y menos estos días que tanto se le recuerda—; continuó su carrera en solitario, siempre bajo la sombra de Nacha Pop, pero construyendo una leyenda urbana como pocos cantautores.

Por su parte, Nacho decidió formar el grupo Rico junto a Carlos Brooking —también miembro original de Nacha Pop— y Fernando Illán, otro músico experimentado de la movida madrileña. La aventura duró entre 1990 y 1993, período en el que editaron tres discos. Luego, Nacho, al igual que su primo, siguió una carrera en solitario, publicando otros dos discos más, hasta la reunión de Nacha Pop hace apenas dos años, que tristemente se vio interrumpida por el fallecimiento de Antonio.

De las canciones de Rico, me quedo con esta, titulada “Suerte”. Os dejo un video para que disfrutéis de este magnífico tema, extraído de un programa de TVE de principios de los 90, donde en los primeros instantes podemos ver al periodista Manuel Campo Vidal.

Así que eso, “Suerte” a todos: a los que la desean, a los que no, a los que la tienen y a los que carecen de ella. Por cierto, ¿creéis que la suerte se busca o es ella quien te encuentra a ti?

14.5.09

La romántica de la derrota


No pudo ser. La gesta de hace ya veinticinco largos años no se pudo repetir, a pesar de que en la primera parte del partido tocamos la gloria con los dedos. Es una pena, porque había tanta gente con la ilusión de ver al Athletic levantar una copa un cuarto de siglo después; y muchos de esos aficionados ni siquiera habían nacido cuando aquello sucedió.

Solo nos queda felicitar al Barcelona, justo campeón, y preguntarnos si tendremos que esperar otros veinticinco años para vivir una noche como la de ayer. ¿Estaremos aquí para contarlo? ¿O será este el comienzo de muchas otras ilusiones por venir?

Hoy por hoy, no podía esperar otro resultado que la derrota, aunque a perder siga sin acostumbrarme

.De los nacidos para perder,
de los que viven muertos de sed,
prima del alma, desnúdame,
y aquella tarde aprendí a correr,
donde una y una sumaban tres,
de los nacidos para perder,

12.5.09

Ese chico triste y solitario


LUCHA DE GIGANTES (EL MOMENTO)

Lucha de gigantes, convierte,
el aire en gas natural.
Un duelo salvaje advierte,
lo cerca que ando de entrar,
en un mundo descomunal,
siento mi fragilidad.
Vaya pesadilla, corriendo,
con una bestia detrás.
Dime que es mentira todo,
un sueño tonto y no más.
Me da miedo la enormidad,
donde nadie oye mi voz.
Deja de engañar
no quiero ocultar
Que has pasado sin tropezar.
Monstruo de papel
no se contra quien voy,
o es que acaso hay alguien más aquí.
Creo en los fantasmas terribles
de algún extraño lugar,
y en mis tonterías para
hacer tu risa estallar.
No quiero ocultar
que has pasado sin tropezar.
Monstruo de papel,
no se contra quien voy
O es que acaso hay alguien mas aquí.
Deja que pasemos sin miedo.

A la memoria de Antonio Vega, fallecido hoy en Madrid a los 51 años. La letra añadida es del tema "Lucha de gigantes(el momento)" tal vez mi canción favorita de Nacha Pop.

11.5.09

La final de copa

Hubiera sido un momento ideal para bajar el telón… pero no va a ser así.

Este miércoles se juega la final de la Copa del Rey. Muchos, los no futboleros, pensarán: “¿Y qué?”. Yo tampoco soy un fanático del fútbol; me gusta ver un buen partido, un Mundial, una final de Champions, pero no dejo lo que tenga que hacer por ver un encuentro más.

Soy del Athletic de Bilbao, y quien me conoce lo sabe. El Athletic es quizás el último romántico del fútbol español: un equipo con historia, tradición y orgullo, que, a pesar de las dificultades de los últimos años, sigue ahí, al pie del cañón, sin haber descendido nunca a Segunda División. Pero lo de este año es especial: hemos llegado nada menos que a la final de la Copa del Rey, enfrentándonos al todopoderoso FC Barcelona.

Está claro que ganarles será complicado, pero la ilusión está viva, más aún teniendo en cuenta que llevamos ya 25 años sin ganar un título y 24 sin pisar una final de Copa. Sé que será difícil, aunque sé que toda la afición madridista, recelosa aún del 2-6 que los blaugranas nos endosaron hace poco en su casa, apoyará a los leones de San Mamés.

Será una misión casi imposible, pero si el Athletic gana, sin duda pondrá un toque de color y alegría a unos días un tanto grises.