Michael Joseph Jackson

Michael Jackson ha muerto. Al menos eso es lo que dicen todos, absolutamente todos los medios de comunicación del planeta. Es curioso, hace apenas dos días era practicamente un apestado para una gran mayoría, nadie se acordaba de su música, de su puesta en escena, de lo que representó para la música pop y para el mundo afroamericano, de como supo ganarse a todo un planeta con sencillez. Porque sí, efectivamente, hemos visto muchas extravagancias, muchas rarezas. Pero ¿se acordaba alguien de aquel jovencito de comienzo de los ochenta?. Pocos, muy pocos, o al menos ya no querían recordar. Ahora todo está colapsado. En tiempos en los que ya no se vende un puñetero C.D, se agotan sus discos de las estanterías de las grandes superficies y de las pocas tiendas a la vieja usanza que queden.
Esta mañana leía como la tormenta cibernética que ha causado la muerte de Jackson ha puesto del revés Internet: Twitter ralentizó sus servicios hasta la exasperación debido al tráfico humano tratando de postear sobre Michael. YouTube vio como las visitas a los videoclips del ídolo caído se disparaban y las webs más famosas de los Estados Unidos, especialmente los de los periódicos más populares, se frotaban las manos al mismo tiempo que sus visitas se multiplicaban por cien.
Harlem le rindió un homenaje en el teatro donde se convirtieron en celebridades los negros del jazz en los tiempos en los que se les tenía prohibido tocar o cantar en lugares de blancos. De ahí que esa despedida popular en el templo de la música negra tuviera un carácter más de recibimiento que de adiós definitivo. A la hora de recapitular sus fallos y sus aciertos lo que queda es la música y la música en Harlem es sagrada.
Se guarda un minuto de silencio en Wall Street, en La casa Blanca, en el Congreso Norteamericano, hasta el presidente Obama ha declarado que Michael era un artista espectacular y todo un icono de la música.
Miles de personas salen a la calle, en París, en Madrid, en Londres, en Nueva York, en Buenos Aires, en China, en Japón, hasta en su pueblo natal en Gary en el estado de Indiana, no en Los Ángeles como decía hoy un redactor de el telediario de la primera, que brilla por su escasez de documentación.
Dicen que todos empezamos a morir justo en el momento de nuestro nacimiento. Yo diría que empezamos a morir cuando nos van faltando esas personas y esos elementos que han formado parte de nuestras vidas. Y es que más de 25 años escuchando su música, son muchos años. Y uno siempre relaciona aquella canción, aquel disco, aquel video clip, con un determinado momento de su vida. Una cinta de Cassette o un C.D en el coche. Aquella Bandera de BAD, que tanto tiempo tuve colgada en mi habitación. Aquellos posters y fotografías pinchadas en la pared, aquella camiseta de MOONWALKER y cientos de tardes tumbado en el sofá escuchando una y otra vez sus canciones.
Dicen que ha muerto Michael Jackson, pero yo no me lo creo. ¿Acaso está muerto Elvis, John Lennon, Freddie Mercury, Enrique Urquijo o Bob Marley?. No, no lo están, siguen estando ahí, cada vez que suena una canción por la radio, cade vez que alguien pincha un viejo disco o C.D, cada vez que alguien descarga una de sus canciones, cada vez que alguien, sin saber ni siquiera porqué tararea una de sus canciones.
El pasado sábado, en la boda a la que asistí en tierras Gaditanas, pusieron "Billie Jean", una de las mejores canciones de la historia, y quien más y quien menos, la bailaba y entonaba su melodía.
Ha muerto Michael Jackson, el rey del pop. Eso cuentan en cada rincón y cada esquina, pero yo sigo sin creérmelo.