En el año 1394, el rey Enrique IV entregó la villa a Gomes Suárez de Figueroa, maestre de la Orden de Santiago, con el título de Conde de Feria. Poco después, otro monarca, Felipe II otorgó a Lorenzo Suárez de Figueroa, hijo del anterior, el título de Duque de Feria, llegando así en esta época el Señorío de Feria a su mayor época de esplendor, construyéndose además la mayor parte de lo que sería el castillo de la localidad, conocido como Castillo de Feria, lugar que he visitado en varias ocasiones y que no deja de maravillarme por las impresionantes vistas que ofrece de la comarca.
Esta fue la última ocasión en la que estuvimos, enero de 2019, aunque no se la razón en concreto por la que me he acordado en esta inerte tarde de viernes, cuando hacer una de esas miniescapadas de sábado sin un destino determinado era algo que ahora no sabemos ni cómo ni cuándo volveremos hacer con un mínimo de normalidad en nuestras vidas. De la tabla de quesos que nos metimos entre pecho y espalda en uno de los escasos bares del pueblo también guardo especial recuerdo. Cosas sencillas con las que se conforma este ingenuo fantaseador.
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