Mecanismo de autocontrol, como cantaba nuestro Jose “Chino”. Hay un momento, siempre llega, en el que julio deja de ser un mes y se convierte en una trinchera.
Uno empieza con fuerza, creyéndose capaz de atravesarlo sin apenas rasguños, sin que te alcance la metralla, con esa ingenuidad propia del que ve el calendario como un camino llano. Pero pronto llega la fatiga. No física, no; más bien una extenuación del alma, un desgaste silencioso que empieza en la nuca y termina en las ganas.
Porque julio no se anda con rodeos: es sol en la cara a las ocho de la mañana, asfalto blando, y calendario que se descojona de uno. Es ese silencio en la curro, espeso y brillante como el sudor de una fiebre, mientras los compañeros de se evaporan uno a uno, rumbo a algunas playas o pueblos con sombra y fresco al anochecer.
Entonces uno empieza a hablar solo. A repetir, como un conjuro, aquello que cantaba mi Jose “Chino”:"mecanismo de autocontrol.....
Como si fuera un mantra para no perder el juicio. Como si sirviera de ancla cuando el aire huele a cable derretido y los días se alargan más que las promesas electorales.
Y en medio de esa batalla, el descanso aparece al fondo, allá donde se funde el cielo con la esperanza. Un espejismo en forma de agosto, ese mes soñado, idealizado, tan lleno de postales mentales que uno casi olvida que también sudará en él, aunque de otra manera. Pero da igual. Agosto es la meta, la recompensa, el delirio necesario.
Así que resistimos. Con dignidad. Con los pies en las baldosas calientes y la mente en una cala del cabo de gata o en la terraza del "Cosmo"
Como esos soldados que no saben muy bien por qué luchan, pero sí que no pueden permitirse rendirse.
Y repetimos el verso del “Chino”, ya con menos voz que Miguel Bosé, ya sin fuerzas, pero con la mirada fija en el horizonte: "mecanismo de autocontrol....en tus miradas"
Porque todo agosto empieza con un último julio.
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