Hoy cumplirías noventa años,
aunque el tiempo, terco, insista
en contar tu ausencia
y no tu nacimiento.
Noventa vueltas al sol
desde aquel primer llanto tuyo,
que sin saberlo
empezó también a cuidarnos.
Fuiste manos antes que palabras,
silencio firme,
mirada que enseñaba
sin levantar la voz.
Nos dejaste el oficio de vivir
con dignidad,
el valor de cumplir la palabra,
y ese modo tuyo
de estar sin hacer ruido
pero sin faltar nunca.
Hoy no hay velas ni abrazos,
pero sí memoria.
Y la memoria, lo sabemos,
también es una forma de presencia.
Sigues cumpliendo años
en nosotros,
en cada gesto aprendido,
en cada recuerdo que se resiste
a morir contigo.
Feliz cumpleaños, papá.
Allá donde el tiempo
ya no duele.

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