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12.7.17

El final de una Psicosis



La psicosis es, en términos psiquiátricos, un estado mental marcado por la pérdida del contacto con la realidad.
Quienes la sufren pueden experimentar alucinaciones, delirios, cambios en la personalidad y un pensamiento desordenado y caótico. Todo muy serio y complejo, sí. Pero parece que Hollywood no se cansa de explotar ese concepto para estirar hasta la saciedad las historias más insólitas.

Porque, seamos honestos: ¿no nos basta ya con tres películas dedicadas a los delirios y locuras de Norman Bates, el desgarbado y perturbado protagonista de la saga Psicosis?
En la tercera entrega lo vimos marcharse esposado en la parte trasera de un coche patrulla, probablemente para no volver a pisar la calle jamás. Y eso parecía el cierre definitivo. La última película tuvo una recaudación bastante floja, a pesar de contar con un guion digno y un reparto decente.

Pero no, no basta. Ahora nos llega una cuarta parte. Sí, una cuarta parte.
¿Pero cómo? Norman está encerrado. Por segunda vez. ¿Qué nos queda? ¿Un Psicosis IV carcelario?
No parece necesario. Pero, ¿y si en vez de estirar la historia para adelante, contamos sus orígenes?
Ah, claro, la vieja fórmula de la precuela. Ya lo hizo Francis Ford Coppola con El Padrino II, revelando los secretos de Don Vito Corleone.
¿Pero la historia del joven Norman Bates generará la misma expectación? Eso está por ver.

El plan es sencillo y poco arriesgado: será un telefilme, estreno directo en televisión y luego al vídeo doméstico.
Y ya tienen a su elegido para interpretar a Norman joven: Henry Thomas, el famoso Elliot de E.T., el extraterrestre de Spielberg.
La película promete un trasfondo psicoanalítico profundo, mostrando el oscuro pasado de Norman y su madre, así como su lucha interna en el presente, atormentado por voces que lo incitan a continuar con sus asesinatos.
Todo un drama psicológico que, al menos en teoría, debería cerrar el círculo.
¿Seguro?

Uff, con estas franquicias nunca se sabe.
Tal vez en el futuro nos propongan otra secuela más, o incluso un remake del film original del maestro Hitchcock.
O quién sabe, quizás la conviertan en una serie de televisión.
Esta historia del joven Norman, con sus sombras y sus demonios, bien podría dar para varias temporadas.
Nunca se sabe, señor Perkins. Nunca se sabe.


10.7.17

El regreso de Norman



Hoy en día, ya nada nos extraña. Secuelas, reinicios, precuelas, spin-offs, historias alternativas, expansiones en universos compartidos…
Ya no sorprende que entre el episodio VI y el VII de Star Wars pasen más de treinta años, ni que la esperada continuación de Blade Runner se estrene tras más de tres décadas de silencio.
Tampoco asombra que sagas como Rocky o Jurassic Park se prolonguen cuatro décadas después, o que personajes que en un principio fueron protagonistas se conviertan en secundarios, mientras algunos secundarios se convierten a su vez en protagonistas de películas o series derivadas.
Incluso la muerte de un actor no es ya impedimento para que su personaje siga presente en pantalla, gracias a los avances tecnológicos y a la cada vez más difusa frontera entre realidad y efectos digitales.

Pero en 1983, ese panorama era bien distinto.
Secuelas, claro que había, pero continuar una historia que parecía cerrada décadas atrás no era algo habitual ni esperado.
Por eso, cuando se anunció una secuela de Psicosis, la obra maestra del maestro del suspense Alfred Hitchcock, el mundo del cine se llevó una sorpresa.
¿Atreverse a retomar la historia de Norman Bates? ¿Veintidós años después de aquel terrible incidente en el Motel Bates? Parecía una locura.
Pero lo cierto es que el resultado fue más que satisfactorio.

En esta continuación, Norman ha pasado estos años encerrado en un penal psiquiátrico.
Aparentemente curado, sale en libertad, pese a las airadas protestas de Lila Crane, hermana de Marion, víctima de Norman en la escena de la ducha que quedó grabada en la historia del cine, y viuda de Sam Loomis, el amante de Marion y otro de sus fatales encuentros.
Norman regresa al motel y, tras echar al actual encargado —quien lo había convertido en un antro de sexo y borracheras— vuelve a tomar el control del lugar.
Poco después, entabla amistad con una joven camarera en un restaurante de carretera cercano.
Pero entonces, una serie de horribles asesinatos vuelve a sacudir el lugar.

Una de las virtudes que sorprende de esta secuela es que logra mantener el suspense psicológico que hizo célebre al film original.
Además, el reparto aporta un nivel excelente: Anthony Perkins recupera magistralmente su papel de Norman Bates, mientras que Vera Miles regresa como Lila Crane, la hermana de Marion, aportando una continuidad emocional y narrativa.
Meg Tilly, por aquel entonces una joven promesa, deslumbra con su interpretación; años después confirmaría su talento en películas como Agnes de Dios y Valmont, dirigidas por Milos Forman.
Los secundarios Robert Loggia —inconfundible por su inolvidable escena del piano en Big con Tom Hanks— y Dennis Franz completan un elenco sólido y creíble.

Quizá la secuela de Psicosis esté siempre un poco a la sombra del original, como suele pasar con las continuaciones, pero no cabe duda de que es una de las más inquietantes y bien hechas de la primera mitad de los ochenta.
Ahora mismo, me están entrando ganas de darle una nueva visualización, aunque claro, antes volveré a ver el clásico de Hitchcock para refrescar aquella atmósfera y aquel escalofrío que nunca pasa de moda.


9.7.17

El suspense llevado a su paroxismo



En Phoenix, Arizona, Marion Crane, una secretaria bella y decidida, se encuentra con su amante Sam Loomis en la habitación de un motel, aprovechando la hora del almuerzo para estar juntos a escondidas. La precariedad económica que ambos sufren les impide contraer matrimonio, y es ese peso lo que empuja a Marion a un acto desesperado: roba 40.000 dólares que su jefe le ha confiado para depositar en un banco. Sin pensarlo dos veces, huye de la ciudad conduciendo su coche.

El pánico la consume, la paranoia la acecha, y para evitar ser descubierta, decide dormir en el automóvil. Pero el destino no está de su lado: un policía sospechoso la sigue hasta un garaje donde, utilizando parte del dinero robado, cambia de coche para tratar de despistar. La noche la encuentra finalmente en el Motel Bates, un lugar solitario y casi olvidado. Allí, conoce a Norman, el joven y reservado gerente que cuida con esmero a su madre enferma, quien vive en la casa contigua al motel.

Después de una breve conversación con Norman, Marion se retira a su habitación. En un momento de aparente tranquilidad, decide tomar una ducha que quedará para siempre grabada en la historia del cine. Mientras el agua corre, es apuñalada brutalmente hasta morir. Norman, en un acto tan perturbador como calculador, culpa a su madre de la tragedia, limpia meticulosamente la sangre de la escena, coloca el cadáver de Marion en el maletero del coche y lo hunde en un pantano cercano, como tratando de enterrar también sus propios secretos.

La hermana de Marion, Lila, inquieta por su ausencia, visita a Sam. A ellos se une Arbogast, un detective privado encargado de recuperar el dinero robado. La investigación de Arbogast le lleva hasta el Motel Bates, donde interroga a Norman. Sin embargo, la búsqueda de la verdad tendrá un precio: Arbogast es asesinado cuando intenta contactar con la enigmática madre de Norman.

Decididos a descubrir qué ocurre, Sam y Lila se hospedan en el motel. Mientras Lila explora la casa y siente que algo siniestro se oculta tras sus muros, Norman intenta distraer a los visitantes con su habitual amabilidad. Lo que sucede a continuación cambiará para siempre el significado del suspense en el cine.

Alfred Hitchcock explicó en su día su forma de dirigir Psicosis con una sencillez asombrosa: “Usé cine puro para conmover al público. Todo lo hice con intención visual, dirigida por todos los caminos posibles al espectador. Por eso el asesinato en el cuarto de baño es tan violento. En esta historia, me importaba poco el tema o los personajes; me interesaba remover al público a través de todos los elementos del filme: la fotografía, la planificación, la banda sonora... Porque lo que intriga al público no es el mensaje ni una interpretación, ni siquiera una novela muy apreciada, sino la existencia de una película pura”.

El largometraje costó apenas 800.000 dólares, una cifra modesta incluso para la época. Fue rodado con un equipo de televisión para economizar, lo que obligó a filmar la mayoría de las escenas con rapidez. Pero cuando Hitchcock decidía otorgar un carácter verdaderamente cinematográfico a alguna escena, imprimía un ritmo mucho más lento y calculado. Así fue con la célebre escena de la ducha, que tardó siete días en rodarse, y que se convertiría en uno de los momentos más impactantes y estudiados de la historia del cine.

A pesar de estas limitaciones presupuestarias y técnicas, Psicosis recaudó más de 16 millones de dólares, convirtiéndose no solo en una obra maestra del suspense, sino en uno de los filmes más rentables de Hitchcock.

Más allá de la icónica escena de la ducha —que conmocionó al público al matar a la protagonista a los pocos minutos de comenzar la película—, hay otra escena que ha quedado grabada en la memoria colectiva: el asesinato del detective Arbogast mientras sube una escalera, magistralmente construido y ejecutado.

Otro pilar fundamental de esta obra es la banda sonora, un elemento crucial que, junto al juego de miradas y silencios, mantiene hipnotizado al espectador en un suspense constante.

El guion se basa en una novela de Robert Bloch, inspirada en un caso real de un joven psicótico, calvo y regordete, que vivía obsesionado con su madre en una mansión victoriana del medio oeste americano. Aunque el aspecto físico del personaje de la novela poco tiene que ver con el Norman Bates que interpretó Anthony Perkins, Hitchcock escogió la novela principalmente por el impacto inesperado del asesinato en la ducha. Y con su genialidad, transformó una historia vulgar y mediocre en un clásico absoluto, alabado por la crítica y considerado una joya que mezcla elementos fantásticos, melodramáticos, psicoanalíticos y de terror.

Rodada en blanco y negro, en una época en la que el color ya era estándar para los grandes estrenos, Psicosis ha resistido la prueba del tiempo como un film indispensable, un hito imprescindible en la historia del cine.