Cuarenta y cuatro grados a la sombra (V): Salimos en la tele, primo.
La noticia corrió como un reguero de pólvora empapada en gazpacho caliente:
—¡Que mañana viene la tele, primo!
Así, sin anestesia, sin contexto, sin posibilidad de réplica. En el grupo de WhatsApp “Villafresno Informa”, el mensaje llegó de golpe a las 22:07, firmado por la concejala de cultura, Pilar “la de los seguros”. A los tres minutos ya se comentaba en la terraza del bar, en la piscina municipal y en la cola del horno de leña del tío Ventura, donde la gente compraba barras con el móvil en la oreja diciendo cosas como “que sí, Antena 3, la de los informativos con música de tensión y catástrofe”.
No era la televisión autonómica ni un canal de YouTube con un dron y promesas de viralidad. Era Antena 3. Nacional. Prime time. Ola de calor. “Extremadura bajo asfixia”, decían. Y Villafresno del Río iba a poner la cara y las axilas.
A las nueve de la mañana, cuando el asfalto ya hacía cosas raras y las lagartijas pedían sombra, apareció la furgoneta blanca con el logo de la cadena, una antena parabólica de quita y pon y un aire acondicionado roncando como tractor viejo. Se bajaron Lorena, la reportera joven, morena, con abanico de raso bordado con mariposas, y Javi, el cámara, que ya sudaba antes de poner pie en tierra.
Los recibió una comitiva improvisada: el alcalde Cipriano (con sombrero panamá), dos miembros de la peña “Los Repeinaos”, el alguacil jubilado que seguía viniendo por si pasaba algo, y Nines, la dueña del bar, que siempre sabía dónde estaba todo.
—¿Dónde está el punto más caliente del pueblo? —preguntó Lorena, con voz de que algo épico iba a ocurrir.
—Don Isidro, —respondió Nines, sin dudar—, pero tiene que cogerle recién salido del dominó, que es cuando más escupe verdades.
Primera parada: la plaza mayor. Allí, la reportera intentó hacer una entradilla dramática frente al termómetro digital, que marcaba 43,8º, aunque todos sabían que mentía más que Paco el del bingo cuando canta línea con tres.
—“Nos encontramos en Villafresno del Río, uno de los lugares más castigados por esta ola de calor infernal…”
Y justo entonces, el ventilador comunal, que habían enchufado con una alargadera que cruzaba media plaza, se vino abajo con un “PFF” que sonó como un suspiro de rendición. El cámara no cortó: eso era televisión en vivo, y el drama, más real que nunca.
Después vinieron las entrevistas. Don Isidro, como prometido, estrenó su camisa de lino con lamparones, su abanico de propaganda del PP del 96 y su habitual sinceridad seca:
—¿Cómo lleva usted el calor?
—Como Dios manda. Con abanico, cerveza y mala leche.
—¿Qué le parece que las temperaturas estén batiendo récords?
—Pues que de récords no se vive. ¡Suden ustedes aquí a las cuatro de la tarde y luego me hablan de récords!
El equipo grabó todo. A la señora Alfonsa, que desde el tercer piso colaba una sopera con gazpacho al balcón para que “se enfriase al aire, que aquí hace más que la nevera”.
Al peluquero Luisito, con su spray de laca y un abanico que movía como un director de orquesta:
—Esto no es peinar, esto es coreografía antitérmica.
A los niños de la piscina, que habían inventado un juego llamado “Marco Polo Chamuscao”, en el que en vez de decir “Marco” gritaban “¡CALOR!” y se perseguían con pistolas de agua derretidas.
En un plano fugaz, el cámara captó al cura Don Elías con una toalla en la cabeza regando los geranios y rezando por dentro para que la Virgen del Carmen se apiadara del pueblo. Dicen que al final le salieron en pantalla las chancletas.
Pero el momento de gloria nacional fue para Pepe el electricista, que apareció por detrás de la cámara, sin camiseta, con un melón bajo el brazo, y soltó, sin mirar a nadie:
—¡Miráis mucho el calor y poco la siesta!
Aquello fue historia. Lo sacaron en “Zapeando”, en memes de TikTok, y hasta en un vídeo motivacional de una marca de ventiladores portátiles. Lo entrevistaron por Zoom. Su melón firmado se rifó en la verbena del sábado. Ahora, Pepe da consejos sobre calor en “La tarde en 24h”.
Por la tarde, cuando la furgoneta se marchó, el pueblo quedó en silencio, con ese silencio espeso de las tres y media, cuando ni las chicharras se atreven. Cuarenta y cuatro grados. Sombra inexistente. Aire inmóvil. Sudores patrios.
En el bar de Nines, con los hielos derretidos antes de tocar el vaso, Don Isidro levantó el botellín.
—Hoy nos ha visto España. Y ha sudao con nosotros.
Brindaron todos. Y durante unos minutos, la canícula tuvo sabor a gloria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario