A ver cómo denominamos esta etapa del cine de terror actual: ¿surrealista?, ¿paranoide?, ¿cruda? Creo que, sinceramente, el género de terror —o horror, o como se le quiera llamar hoy en día— necesita un descanso urgente. Siempre he pensado en ellas como “pelis de miedo”, pero las últimas semanas he tenido la oportunidad de ver varias de estas nuevas creaciones, como Silent Hill, Maleficio, Las colinas tienen ojos, Aullidos, Drácula 3000 —a la que prometo dedicarle un post aparte—, Hostel y algunas más que ahora mismo no recuerdo. Y la conclusión a la que he llegado es que el mercado está sobresaturado. Se están produciendo películas que se parecen demasiado entre sí y que se hacen casi como churros, sin la dedicación ni el mimo que merecen.
Esta saturación ha convertido el género en una especie de fábrica de sustos fáciles y sangre abundante, pero pocas veces con historias profundas o atmósferas que realmente transmitan miedo o suspense. Por eso creo que el terror contemporáneo necesita oxígeno, un soplo de aire fresco que revitalice las ideas, que recupere el misterio y la tensión en lugar del simple impacto visual.
La película que pude ver esta noche —o más bien madrugada— me ha dejado sensaciones encontradas. Por un lado, los guiños a otros clásicos del cine de terror son evidentes, lo que puede ser un recurso efectivo para los amantes del género; pero, por otro lado, la ambientación y la atmósfera, por lo menos, están bastante logradas. Me recordó bastante a Misery, aquella joya donde James Caan interpretaba a un escritor atrapado, rescatado por una fanática obsesionada (papel que valió un Oscar a Kathy Bates). Ese tipo de tensión psicológica, esa claustrofobia emocional, es justo lo que el terror actual debería tratar de recuperar.
En definitiva, si eres fan del cine gore y te apetece pasar un rato desagradable pero entretenido, esta película puede cumplir. Eso sí, lo mejor de la función para mí fue una escena inesperada: un “bailecito” que se marcan los tarados del pueblo en la tasca. Ese toque de humor macabro le dio un respiro a la tensión y fue un momento memorable dentro de tanto susto y sangre.
Ojalá pronto veamos una renovación en el género, con historias más originales, con miedo de verdad y menos trucos baratos. El terror es mucho más que gritos y sangre, y merece recuperar su capacidad para inquietar y hacer pensar.