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28.4.09

Un trienio


Hoy hace tres años que comenzé con esta particular manera de evasión. Podría ser un momento ideal para bajar el telón y apagar las luces. Podría serlo.

25.4.09

Alberto Fernández" El Galleta"


 Hoy, una vez más, gracias a esa máquina del tiempo llamada YouTube, que entre otras cosas nos permite regresar a épocas pasadas , no sé si mejores, pero sin duda distintas, estuve viendo algunos vídeos de gestas ciclistas inolvidables, de esas que nos hacían contener la respiración frente al televisor en las largas tardes de verano. El ciclismo, como la vida, suele ser injusto. Y a menudo deja en la cuneta del olvido a héroes que dieron todo por la gloria, sin que esta, caprichosa y cruel, les correspondiera como merecían.

Y es que la fiebre del ciclismo en España no comenzó con Miguel Indurain, como algunos creen. Mucho antes de que el gigante navarro acaparara portadas, ya hubo corredores que encendieron la pasión por el pedal y escribieron páginas gloriosas en las grandes vueltas. Corría el año 1983 y un puñado de ciclistas españoles hizo historia en el Tour de Francia y en el Giro de Italia. Entre ellos, un nombre que aún resuena con fuerza entre los verdaderos aficionados: Alberto Fernández.

Tal vez para muchos su nombre suene lejano o apenas familiar, pero para quienes amamos este deporte, Alberto “El Galleta” Fernández fue uno de los corredores más completos y prometedores de su generación. Un guerrero del asfalto. Un hombre Tour antes de que el término se hiciera popular. Un ciclista total: valiente en la montaña, implacable en la contrarreloj, constante en la media distancia y tenaz en la adversidad.

Aunque nació en 1955 en Cuena (Cantabria), su infancia y juventud transcurrieron en Aguilar de Campoo, en la provincia de Palencia. Allí, en el corazón de la comarca galletera por excelencia, se ganó su apodo. Gullón, Ruvil, Fontaneda, Tefe y Fontibre fabricaban dulzura, pero él repartía épica en cada pedalada. Se decía que nueve de cada diez galletas españolas salían de Aguilar, pero también que de sus calles salió uno de los talentos más brillantes del ciclismo español.

En solo siete años como profesional, Alberto firmó un palmarés envidiable: décimo en el Tour de Francia, podio en la Vuelta a España en dos ocasiones (segundo en 1984 y tercero en 1983), tercero en el Giro de Italia, y múltiples victorias de etapa en las tres grandes. Treinta triunfos en otras carreras adornan su leyenda.

Pero si hay una historia que define la injusticia poética de su trayectoria, es la de la Vuelta a España de 1984. Alberto llegó al límite de sus fuerzas, entregando cada gramo de energía por el sueño de vestirse de oro. Lo rozó. Acarició el triunfo. Pero se quedó a solo seis segundos del francés Eric Caritoux, un corredor al que el destino le regaló aquella victoria como un suspiro, y que nunca más volvió a ganar una gran carrera. Mientras tanto, Alberto , más fuerte, más completo, más luchador, se quedó sin ese título que el ciclismo le debía.

A sus 28 años, con el futuro aún abierto de par en par, todo hacía pensar que lo mejor estaba por llegar. Era el momento de la madurez, del asentamiento entre los grandes, del golpe de autoridad. Pero la vida, como la carretera, tiene curvas que no se ven venir.

Alberto Fernández no ganó una gran vuelta. No hizo falta. Ganó algo más difícil: el respeto, la admiración y el recuerdo imborrable de quienes saben reconocer a los verdaderos campeones, más allá del podio. En cada puerto que subía con el rostro desencajado, en cada cronómetro que disputaba con la rabia justa, nos hizo soñar. Y eso, en el fondo, es lo que queda.

Hoy, al ver esas imágenes sepia de esfuerzo y gloria, uno no puede evitar sentir un nudo en la garganta. Porque el “Galleta” no fue solo un ciclista: fue un símbolo. Un testimonio de todo lo que el deporte puede enseñar: humildad, lucha, sacrificio… y también, por qué no, la dignidad de caer sin haber sido vencido.


Pero todo se truncó de forma brutal un 14 de diciembre de 1984. Cuando regresaba de recoger el premio al mejor ciclista español del año, y se dirigía hacia Aguilar de Campoo para asistir a un homenaje en su honor, el destino decidió apagar su luz para siempre. Un accidente de tráfico, tan cruel como absurdo, se llevó la vida de Alberto Fernández y la de su mujer. Dejaban atrás un hijo de apenas tres años, que no viajaba con ellos aquella noche maldita.

El ciclismo español se sumió en la tristeza. El pelotón perdió mucho más que a un campeón: perdió a un hombre joven, humilde, respetado y querido por todos, un deportista que no solo brillaba sobre la bicicleta, sino también fuera de ella. Un tipo sencillo, de los que saludaban a todos, de los que se ganan el cariño con hechos, no con gestos grandilocuentes. Su muerte dejó un hueco que aún, décadas después, no ha podido llenarse del todo.

Las muestras de dolor se multiplicaron en todo el país. Compañeros, rivales, aficionados… Todos sabían que aquel chico de rostro amable y piernas de acero estaba destinado a grandes cosas. Que su mejor victoria aún estaba por llegar. Que su historia debía haber tenido otro final.

Pero aunque la carretera se lo llevó demasiado pronto, su memoria no se perdió en ninguna cuneta del tiempo. Desde entonces, Alberto Fernández Blanco se ha convertido en un símbolo del ciclismo español, en un referente eterno de esfuerzo, talento y nobleza.

Hoy, una calle en Palencia lleva su nombre, al igual que el polideportivo de Aguilar de Campoo, su segunda patria. Todos los años se celebra una marcha cicloturista en su honor, y un monolito recuerda su figura en la tierra que le vio crecer y pedalear por primera vez. No es una estatua cualquiera: es un grito silencioso de admiración, un recordatorio de que los héroes no mueren mientras alguien los recuerde.

Su hijo, Alberto Fernández Sainz, tomó el testigo. Desde 2007 es ciclista profesional y ha vestido los colores del equipo Xacobeo Galicia. Lleva consigo el apellido y, quizás, una promesa no dicha: la de seguir rodando por los caminos que el destino le negó a su padre. Ojalá la historia le devuelva parte de aquella gloria robada, no por capricho del pelotón, sino por la violencia del azar.

Desde este pequeño rincón en la red, un recuerdo sincero para Alberto Fernández Blanco, para el ciclista que soñaba en grande, para el hombre que lo daba todo sin esperar nada, para “El Galleta”, cuya leyenda sigue rodando, como un pelotón que nunca se detiene.

22.4.09

Duetos imposibles, en este caso trío

Escuchar juntos a dos grandes como Freddie Mercury y Michael Jackson… ¿imposible? Pues no, en realidad sí es posible. De hecho, lo que circula por ahí es una maqueta de la canción State of Shock, que Freddie grabó con Michael en los años 80.

No está del todo claro por qué finalmente el tema se editó como dueto con Mick Jagger en vez de con Mercury. Unos dicen que a Freddie no le terminó de gustar la canción, otros que no tuvo tiempo de grabarla completa durante los pocos días que estuvo en Los Ángeles antes de retomar la gira con Queen. Sea cual sea la razón, el resultado con Jagger no suena nada mal, y la canción formó parte del disco Victory de The Jacksons —último álbum en el que Michael participó junto a sus hermanos— y no en un disco en solitario como se había previsto inicialmente.

Hoy en día, con un poco de paciencia y talento, es posible crear duetos increíbles. De casualidad me topé en YouTube con uno de esos mashups que, a primera vista, podrían parecer una frikada más, pero que a mí me parecen una genialidad por lo bien que están ensamblados los temas.

En este caso, mezcla canciones como I Want to Break Free de Queen, Black or White de Michael Jackson, y un par de temas de Belinda Carlisle. Ya sé que pedir que veáis un vídeo de cuatro minutos —que en realidad es más para escuchar que para ver— puede ser mucho, pero queda aquí para los amantes de la buena música y para quienes disfrutan descubriendo joyas así. 

17.4.09

Lo dijo Federico


Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.

Entrevista realizada por Luis Bagaría a Federico García Lorca y publicada en el diario "El sol" el 10 de junio de 1936.

15.4.09

Corre Sylvester corre


Como la promoción de películas comienza mucho antes de que se inicie el rodaje, no es de extrañar que ya empiecen a salir fotografías del set en plena faena. En este caso, hablamos de The Expendables, la nueva película que dirige e interpreta Sylvester Stallone y cuyo anuncio se hizo hace ya varios meses, con un elenco de lujo.

En las imágenes, tomadas recientemente en Río de Janeiro, donde se están filmando varias escenas, podemos ver a Stallone junto a otros pesos pesados del cine de acción: Jason Statham (en una foto con gorra verde), Jet Li, Mickey Rourke, Dolph Lundgren, Randy Couture e incluso Arnold Schwarzenegger, que tendrá un papel pequeño. Por desgracia, Forest Whitaker no participará, aunque sí Eric Roberts.

La trama, como ya adelanté en enero, sigue las peripecias de un grupo de mercenarios que se adentran en un pintoresco país africano para derrocar a un dictador que lo gobierna con mano de hierro.

En cuanto a Stallone, luce mucho más delgado que en su anterior papel como John Rambo y parece estar en una forma envidiable, listo para afrontar todos los peligros que le esperan en esta aventura explosiva.

Sin duda, estaré atento a todas las novedades sobre la película, que promete acción y nostalgia para los amantes del cine de acción clásico.

14.4.09

Algunas fotos de estos días


Cuatro días de relax, tranquilidad y sosiego en Brovales y alrededores, que verdaderamente me han sabido a muy poco, pues han pasado tan rápido y fugaz que apenas he tenido tiempo de aclimatarme a una atmósfera, un ambiente, un silencio y una serenidad de la cual carecemos en nuestra rutina diaria. Lo malo es que solemos darnos cuenta cuando ya han pasado esos días. Ahí van algunas fotillos de este lapsus vacional de semana santa, aunque vendrán más de alguna cosa específica en los próximos días.

8.4.09

Gomorra


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Cuando apenas había leído unas pocas páginas de Gomorra, empecé a comprender el precio que está pagando su autor, Roberto Saviano. Y es que este libro no es una novela al uso. Como dice la frase publicitaria, es un viaje al corazón del imperio económico y del sueño de poder de la Camorra, la mafia napolitana.

Desde la corruptela sin límites en el puerto de Nápoles —que controla casi la totalidad de la mercancía mundial procedente de China— hasta los negocios más cruentos, sucios ajustes de cuentas, venganzas e intereses que abarcan desde las esferas más bajas hasta las más altas, Saviano destapa una realidad brutal.

Se necesita un valor enorme para escribir una obra así. No por narrar hechos que muchos hemos escuchado en prensa, radio o televisión, sino por dar nombres y apellidos, revelar familias, infiltrados y asesinatos. Expone la red de poder que mueve la guerra entre clanes por controlar absolutamente todo.

En primera persona, Saviano relata los negocios más sangrientos de esta tela de araña que cubre Nápoles y alrededores. Desde el vertido ilegal de residuos tóxicos en terrenos que luego se venden, causando graves daños a la salud de los habitantes, hasta las amenazas, chantajes y violencia constante que sufren quienes están atrapados en ese infierno.

Saviano sabía dónde se metía, lo que iba a contar. Jamás imaginó que su libro sería un éxito internacional, con más de dos millones y medio de ejemplares vendidos, y es precisamente ese éxito lo que le ha condenado a una suerte de muerte en vida.

Hoy, con menos de treinta años, Roberto Saviano vive en paradero desconocido, protegido las 24 horas del día por escoltas policiales y sin poder pasar dos noches seguidas en el mismo lugar.

En una reciente entrevista declaró: “Lo que más molesta a la Camorra no es exactamente la palabra, sino la palabra cuando genera tensión... La palabra como tal, así a secas, les trae sin cuidado; lo que no soportan es que esa denuncia tenga tantos lectores. Esa es la diferencia entre Rushdie y yo. A Rushdie lo condenaron con una fetua por haber escrito Los versos satánicos; a mí me han condenado porque el libro se ha leído mucho. Es el éxito lo que me ha condenado a muerte.”


6.4.09

Puro sonido Liverpool


Paul McCartney y Ringo Starr, los dos supervivientes de The Beatles —un grupo que tal vez suene a más de uno, aunque viendo el panorama musical actual y la empanada cutre-salchichera que reina en los números uno, sobre todo en este país, no me extrañaría nada que a más de uno ni siquiera les suene— se reunieron de nuevo sobre un escenario tras muchos años. Creo que la última vez fue en 2002, en el homenaje a George Harrison. Esta vez fue en Nueva York, en un acto benéfico, donde lograron encandilar y llenar de nostalgia a los asistentes con algunas de las canciones que el cuarteto de Liverpool popularizó en aquellos ya lejanos años sesenta.

En momentos así siempre me pregunto: ¿habrían vuelto Los Beatles a reunirse al completo si no fuera porque un desequilibrado vació el cargador de un revólver a bocajarro sobre John Lennon, también en Nueva York, en 1980? Y mi respuesta es sí. Creo que, en más de una ocasión, hubiésemos tenido la suerte de ver a George, Paul, Ringo y John juntos, ya fuera presentando nuevas canciones o de gira por los escenarios más importantes del mundo.

Ahora, lo único que nos queda a los admiradores de aquellos que fueron más populares que Jesucristo —palabra de Lennon, amén— es conformarnos con la música en solitario de Paul, con alguna cosilla de Ringo, que tampoco está nada mal, con regalitos como el de este acto benéfico, y, sobre todo, con aquellas viejas canciones que siguen siendo fuente de inspiración para muchos, para aquellos que, por desgracia, la creatividad y la originalidad las perdieron por el camino o quizás nunca estuvieron cerca de tenerlas.

3.4.09

Mamá. Breve pero efectivo cortometraje.

 

“Mamá” es un cortometraje tan breve que apenas dura tres escasos minutos. Si por el título pensáis que se trata de una historia tierna, entrañable y familiar, os adelanto que no es así. Aunque sí transcurre en el ámbito familiar, la historia toma un rumbo muy distinto.

Este minifilm, sin grandes pretensiones técnicas ni artísticas, cumple a la perfección el objetivo que seguramente se marcó su director: atraparte y hacerte sentir, en muy poco tiempo, una historia intensa, incómoda y sorprendente.

No os quedéis con la duda y atreveos a pasar esos minutos con esta particular “Mamá”. Seguro que no os dejará indiferentes.

1.4.09

El mundo


Confieso que, habitualmente, me siento reticente ante aquellos libros que llegan precedidos por el eco del éxito y las múltiples condecoraciones literarias. Me produce cierto recelo observar cómo una obra ha sido laureada con los galardones más prestigiosos y cuantiosamente remunerados, pues, al fin y al cabo, quienes integran los jurados —ya sea en literatura, cine, música o deporte— no son sino individuos con opiniones y criterios tan subjetivos y cambiantes como los de cualquiera de nosotros. Su concepto de una gran obra puede divergir radicalmente del que cada lector alberga en su interior.

No obstante, El mundo, de Juan José Millás, representa una grata excepción.

Esta obra, que combina elementos autobiográficos con la ficción de manera magistral, se revela como un auténtico deleite literario. Millás nos conduce a reencontrarnos con la mirada propia de la infancia, esa forma particular de aprehender el mundo que a menudo, con el paso de los años, tendemos a olvidar o matizar con el velo sepia de la nostalgia. Su prosa, cargada de inteligencia, ironía y ternura, transita con naturalidad y hondura, logrando que el lector no sólo recupere el asombro perdido, sino que también se sumerja en una reflexión íntima sobre la percepción de la realidad.

A pesar de la distancia generacional que me separa del autor, me he visto reflejado en muchos pasajes de la obra, como si Millás hubiera desenterrado imágenes y sensaciones que yacían dormidas en la memoria. Ha sido una experiencia evocadora, capaz de despertar en mí ecos dormidos de tiempos pretéritos, aunque teñidos ahora de una tonalidad grisácea, casi etérea.

El mundo ofrece así un doble viaje: hacia los recodos del pasado y hacia las profundidades del yo. Millás, con admirable destreza, logra articular una novela que, a la vez que es un ejercicio de introspección y autoanálisis, se erige como una invitación a redescubrir —desde la lucidez del presente— aquel universo particular que cada uno de nosotros albergó alguna vez.