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28.11.09

Y ahora, la muela del juicio

Después de una larga temporada en la que creí haber sellado una tregua silenciosa, la vieja enemiga ha vuelto. La muela del juicio, esa insurgente atrincherada en lo más profundo de mi mandíbula, ha retomado las armas sin previo aviso. Y esta vez no ha venido sola. No. Ha regresado con una furia renovada, con estrategias de guerrilla quirúrgicamente diseñadas, y con el claro objetivo de hacerme claudicar.

El ataque ha sido certero, repentino, sin que mediara provocación ni imprudencia por mi parte. Me ha pillado desprevenido, a bocajarro, sin tiempo siquiera para consultar la cartilla médica. En cuestión de horas, ha ocupado el flanco derecho de mi boca, alzando barricadas de inflamación y desplegando punzadas de dolor que se suceden como metralla.

Pero no me he rendido.

He respondido con todo el arsenal que el botiquín doméstico podía ofrecerme: batallones de Augmentine, fragatas de Neobrufén, artillería pesada en forma de Espidifen 600. He enviado comandos analgésicos a primera línea. El frente está caliente. Se libran escaramuzas entre enjuagues de agua con sal y emboscadas de antibiótico. Las noches son largas, las trincheras profundas, y la moral, oscilante.

Sé que la victoria será pírrica si no recurro a refuerzos profesionales. La diplomacia ya no es una opción. Necesito aliados odontológicos, estrategas expertos que sepan cómo hacer una extracción quirúrgica limpia, rápida y certera. No puedo permitirme otra emboscada a traición. La única solución es la erradicación definitiva del foco hostil.

En este mismo momento, mientras escribo estas líneas con el lado izquierdo de la cara a salvo y el derecho convertido en zona cero, espero la llegada de una nueva remesa de ibuprofeno como quien espera munición en mitad del asedio. Pero lo tengo claro: no me cogerán con vida. Si he de caer, lo haré combatiendo, con la jeringuilla anestésica en alto y la dignidad intacta.

La batalla continúa. Que Dios reparta paracetamol.


24.11.09

Little Susie

"Little Susie" no es solo una canción. Es también una historia triste, terrible y profundamente trágica. Muchos oyentes de Michael Jackson han sentido la desolación que transmite este tema incluido en su álbum HIStory: Past, Present and Future, Book I, pero pocos conocen que su origen se inspira, al menos en parte, en un caso real que estremeció a Estados Unidos en los años 70.

Los hechos se remontan a 1973, en el estado de Montana. La pequeña Susie Jaeger, de tan solo siete años, desapareció una noche de junio mientras dormía en una tienda de campaña junto a su familia, que se encontraba disfrutando de unas vacaciones de verano. Fue como si se la hubiera tragado la tierra. Nadie vio nada. Nadie escuchó nada. La cremallera de la tienda estaba abierta desde dentro. La angustia de la familia fue inmediata, pero las búsquedas intensivas por parte de la policía y del FBI no arrojaron resultados durante meses.

Un año después, en un giro inquietante y macabro, Marietta Jaeger, la madre de Susie, recibió una llamada anónima. Era el secuestrador. Durante la conversación telefónica, la madre, con una templanza sobrehumana, logró mantenerlo en línea el tiempo suficiente para que los agentes del FBI rastrearan la llamada. Fue una pista crucial.

El autor del crimen resultó ser David Meirhofer, un joven de 23 años, aparentemente normal, que terminó confesando no solo el secuestro, violación y asesinato de Susie pocas horas después de llevársela, sino también otros tres homicidios cometidos en el mismo condado. Tras su confesión, Meirhofer se suicidó en su celda apenas cinco horas más tarde.

La historia de Susie Jaeger dejó una profunda huella en la sociedad estadounidense. Y aunque Michael Jackson nunca llegó a confirmar que su canción "Little Susie" estuviera directamente inspirada en este caso concreto, las coincidencias son notables: la historia de una niña inocente, olvidada, cuyo final fue el silencio; una crítica al desinterés del mundo; un lamento musical por la pérdida de la inocencia.

“Little Susie” comienza con un arrullo triste, casi fúnebre, acompañado de una caja de música y un coro infantil, y sigue con una estructura narrativa casi teatral, en la que se describe a una niña que muere sola, sin que nadie note su ausencia… hasta que ya es demasiado tarde.

La canción se convierte así en un homenaje, no solo a Susie, sino a todas las víctimas invisibles que caen en un mundo que a veces parece mirar hacia otro lado. Una elegía en forma de música.


La madre de Susie Jaeger, desde aquel trágico día en que perdió a su hija, se ha convertido en una luchadora incansable. Pero no por venganza, sino por justicia. Desde entonces ha dedicado su vida a una causa que para muchos podría parecer contradictoria: la abolición de la pena de muerte. A través de conferencias, artículos y entrevistas, ha defendido con valentía que el asesinato legalizado por el Estado no es la solución, ni siquiera en los casos más atroces.

Utiliza su propia experiencia como madre de una víctima para sustentar su convicción. Ella, que podría haber sido la primera en exigir sangre por sangre, eligió un camino más difícil pero más humano. “Los seres queridos que nos han sido arrebatados merecen más que estos asesinos sean sancionados por el Estado”, ha dicho en más de una ocasión. “Crear más víctimas y sufrimiento en las familias no soluciona nada. Nos rebajamos al nivel de lo que tanto deploramos”. Una entereza admirable, un ejemplo de dignidad que muchos no alcanzan siquiera a comprender.

La historia de Susie Jaeger siempre conmovió profundamente a Michael Jackson. Cuando ocurrieron los hechos, él era apenas un niño, pero ya entonces mostraba una sensibilidad especial hacia el sufrimiento ajeno, sobre todo el de los más vulnerables. Décadas más tarde, en 1995, aquella herida silenciosa inspiraría una de sus composiciones más sombrías y emotivas: “Little Susie”.

No es, ni de lejos, uno de los temas más conocidos de Michael. No sonó en las radios, no tuvo videoclip oficial, no fue número uno en las listas. Pero quienes lo han escuchado con atención —especialmente conociendo la historia que late detrás de cada nota— saben que es una de sus piezas más desgarradoras. Desde el arrullo inicial con una caja de música, pasando por un coro etéreo y una melodía que se clava como una plegaria triste, “Little Susie” es un réquiem en forma de canción.

Fue incluida en HIStory: Past, Present and Future, Book I, un álbum en el que Jackson mezclaba grandes éxitos con composiciones nuevas cargadas de crítica social, introspección y dolor. “Little Susie” es, sin duda, una de las más personales. La letra habla de una niña olvidada por todos, cuya muerte sólo es descubierta cuando ya es tarde. Una crítica al abandono, a la desidia, a un mundo donde la inocencia no siempre es protegida.

Aunque no cuenta con un videoclip oficial, dejo a continuación un montaje realizado por un fan que ha sabido captar el espíritu de la canción de manera excepcional. Una muestra más de cómo el arte puede mantener viva la memoria, incluso la de aquellos cuyas voces fueron silenciadas demasiado pronto.


16.11.09

Con la gripe hemos topado

Indiferentemente de que sea la A, la B, la C o la W, da lo mismo: cuando la gripe te atrapa, te deja el cuerpo hecho unos zorros. Da igual que te hayas vacunado, que le pongas una vela a la patrona de los imposibles, que salgas a la calle abrigado hasta los ojos como un explorador polar, que te atiborres de vitamina C como si no hubiera un mañana, o que lleves la mascarilla puesta como si fueras el mismísimo rey del pop en sus años dorados. Si la gripe decide que tú eres su objetivo... estás perdido.

Y así he pasado yo el fin de semana: postrado en la cama como un personaje secundario de novela rusa, entre delirios febriles donde los olivos hablaban idiomas raros y el edredón se convertía por momentos en una montaña nevada del Cáucaso. Para colmo, me he perdido un par de eventos a los que me habría gustado asistir. Pero nada, lo primero es la salud —eso dicen, aunque lo digan más los que gozan de ella—.

Espero, sinceramente, que esta haya sido la primera y última gripe de la temporada. Uno ya no está en edad de andar jugueteando con virus traicioneros y achaques de medio pelo. El cuerpo protesta y cada vez más alto.

Y como no quiero dejaros con la clásica imagen del enfermo en cama con termómetro y cara de acelga, aquí os dejo una estampa bien distinta: un atardecer que capturé hace un par de semanas en la comarca del Tiétar, muy cerca de la Vera (Cáceres). Porque a pesar de las gripes y los virus, la belleza sigue ahí fuera... esperando a que salgamos a buscarla. Con pañuelo, sí, pero con ganas.

4.11.09

La memoria colectiva

Muchas veces recurrimos a eso que llamamos memoria colectiva, ese baúl común donde guardamos pasajes de la historia que, en mayor o menor medida, todos recordamos desde un lado u otro de los acontecimientos. En ese baúl hay espacio para gestas, tragedias, canciones de verano, anuncios míticos... y también para las películas de José Luis López Vázquez.

Sus personajes forman parte de esa memoria compartida: de las sobremesas en familia, de las paredes empapeladas, de las televisiones en blanco y negro, del sonido de una cuchara removiendo el café mientras en la pantalla se desenvolvía uno de esos tipos grises, neuróticos, entrañables o desesperados que sólo él sabía interpretar.

Fue capaz de hacer reír y hacer pensar. De pasar de la comedia al drama con la naturalidad de quien domina todos los tonos. A veces con una simple mirada, otras con un tartamudeo, con un gesto apenas perceptible. Su talento era tan grande que se nos hizo cotidiano.

José Luis López Vázquez falleció en Madrid a los 87 años, el pasado día 2. La noticia no sorprendió, pero dolió. Como duele perder a alguien que uno siente parte de su casa, de su infancia o de sus tardes más despreocupadas.

La memoria colectiva, esa que de tanto en tanto desempolvamos con una sonrisa o una punzada en el pecho, le echará de menos. Y nosotros también.