
Mañana viernes nos vamos a pasar el fin de semana a una casa rural muy cerquita del pueblo de Azuaga. En las dos o tres últimas ocasiones que hemos visitado otras casas rurales, siempre han aprovechado para tematizar el fin de semana. Esta vez, el terror es el tema elegido, así que imagino que más de uno aparecerá ataviado con disfraces y utensilios varios para pegar sustos por doquier, especialmente cuando caiga el sol.
Curiosamente, y según cuentan algunos oriundos de la zona, la casa rural a la que vamos tiene una historia particular. Al parecer, antes de ser habilitada como alojamiento, la familia que la habitaba era apodada “los raros” (sí, con toda la originalidad del mundo). Y, según una sola persona, que parece tener bastante credibilidad en el pueblo, el abuelo —o tal vez el padre, no está muy claro— era algo así como un brujo, hechicero o quién sabe qué, que no le daba buena espina a los vecinos. Por eso sufrían rechazo, miradas de soslayo y, cómo no, multitud de habladurías.
Dicen que por eso la casa es tan barata, ya que nadie quiere pernoctar allí. Aunque, la verdad, 180 euros diarios no me parece ninguna ganga. En fin, si no nos lo hubiera contado un conocido de Usagre, ni siquiera habríamos sabido nada, y la temática del terror ya estaba decidida; sin ese dato, habría sido una casa rural más entre tantas.
Hay quien teme que, con tanto susto, se termine invocando alguna especie de entidad maligna. Pero yo creo que el único “invocado” va a ser San Cogorzo, bendito patrón de los borrachánganas, cuando llevemos alguna copita de más.
En fin, si no sobrevivo a esas dos noches, prometo seguir escribiendo desde el más allá… que no debe estar tan mal cuando nadie ha vuelto para contarlo.
