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27.7.17

El Bar

Álex de la Iglesia, como todo buen director que se precie, lleva tatuado un sello personal que, como suele pasar con los estilos auténticos —ya sean artísticos, culturales o sociales—, provoca amores u odios sin medias tintas. Sus películas son un cóctel explosivo que resume lo que nos tomamos cada día al salir a la calle: crítica social descarnada, un humor algo sádico y a veces absurdo, y personajes tan cotidianos como los que ves en la parada del autobús, el ascensor, el supermercado o en ese bar donde se bebe el cafetito mañanero o la caña del mediodía.

Con más de veinticinco años a sus espaldas, Álex ha dado a luz algunas de las películas más divertidas y desmesuradas del cine español: desde el alocado debut de Acción Mutante, pasando por la inolvidable El día de la bestia, hasta La comunidad, que a mi juicio son sus tres obras cumbre. Como todo creador prolífico, ha tenido sus altibajos: Crimen Ferpecto, Las brujas de Zugarramurdi, Balada triste de trompeta o Mi gran noche no alcanzaron la misma acogida que sus clásicos, pero tampoco representan una mancha en su filmografía, sino más bien episodios curiosos en su carrera.

El bar se presenta como una película coral que atrapa a un grupo de personajes, algunos desconocidos entre sí, dentro del típico bar madrileño que podría estar en cualquier esquina de la capital. Todo comienza tras el asesinato de un cliente en la puerta, y a partir de ahí, Álex desata un ritmo frenético, plagado de situaciones imprevisibles, hasta llegar a un final donde prima, por encima de todo, la supervivencia humana… o la versión menos glamurosa de ella.

Blanca Suárez, Secun de la Rosa, Terele Pávez, Mario Casas y Jaime Ordóñez —quien, en mi opinión, ofrece la mejor interpretación— llenan casi dos horas de un thriller trepidante que, al fin y al cabo, cumple con creces su cometido: entretener y ofrecer una velada amena y vibrante. Y a veces, en el cine, eso es más que suficiente.

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