Uno no es solamente del lugar que lo vio nacer —en mi caso, Mérida—. También lo es, aunque sea en parte, de todos aquellos lugares que han dejado alguna huella en su vida. Lugares en los que se ha sentido, querido, o formado parte de su entorno, aunque fuera por un breve intervalo de tiempo. Zafra, Bolonia, La Antilla, o más recientemente El Portil, y hasta Madrid, ciudad que durante un tiempo me robó más tranquilidad que alegrías, pero cuyos sinsabores ya casi se han desvanecido, como tantas otras batallas que, vistas con distancia, se tornan en simple recuerdo.
El salto desde la capital al pequeño pueblo de Arroyo de San Serván fue, en cierto modo, abrupto. De la urbe caótica al sosiego de lo sencillo. Un cambio que al principio puede parecer brusco, pero que se revela pronto como una bocanada de aire limpio. Porque un pueblo no lo hacen únicamente sus calles o su paisaje: lo hacen, sobre todo, sus gentes. En este caso, personas amables, sencillas y cercanas, que lograron que aquel año casi entero de 2005 resultase mucho más grato de lo que en principio imaginaba.
En Arroyo se respira tranquilidad desde el primer día. Te das cuenta cuando no necesitas dar cuarenta vueltas para aparcar, y eso, en los tiempos que corren, no es poca cosa. El trazado de sus calles no es enrevesado ni caprichoso; hay en su urbanismo una suerte de frescura y sencillez que se agradece. Aunque en verano, con la vegetación escasa y los campos áridos, el sol no perdona: cae con saña sobre la piedra y las paredes encaladas. Y en invierno, cuando uno camina por las calles que miran hacia la sierra, el viento te golpea con esa rudeza limpia que solo puede recomendar un buen dermatólogo como tratamiento natural para arrugas y patas de gallo.
Aún conservo en la memoria el nombre de muchas de sus calles: Avenida de Extremadura, Grupo Escolar, Badajoz, Velázquez, La Santa Cruz, Cubillana, Franco García Sánchez... Allí estaban aquellos chavales que yo llamaba los “pies descalzos”, no porque anduviesen sin calzado, sino porque todo en ellos olía a libertad y a tardes de fútbol en la plaza. A gastar suelas sólo en lo imprescindible.
Fueron días tranquilos y amables, de los que, con el paso inevitable del tiempo, uno se sorprende evocando con cada vez más cariño. Especial recuerdo conservo de mis compañeros en aquella peculiar oficina de Correos —una panadería en tiempos pasados—, de Pepa y de Juanmi, con quien me prometí volver algún día a compartir unas cervezas en el bar de los hermanos Moreno. Lo haré. Palabra.
Siempre me quedó la duda: si los patrones del pueblo son San Serván y San Germán, ¿por qué no se menciona al segundo en el nombre del lugar? Misterios que ni las placas conmemorativas resuelven.

3 comentarios:
Opino y creo en lo mismo, uno no es del lugar donde lo vió nacer.
A los que la vida los llevo por distintos lugares a lo largo ó a lo corto de ella a vivir por distintos lugares y experimentar el modo de vida de esos lugares sabrá decir que sé fué haciendo a raíz de las vivencias con la gente afectos, circunstancias buenas o malas y demás.
Como verá Alberto lo tuve medio olvidado pero fue nada mas por qu eme tome unas largas vacaciones, pero no puedo dejar de apreciar su blog, es , como verá, uno de mis favoritos.
Le dejo un saludo enorme.
Hoy he descubierto su blog buscando cosas de mi pueblo, Arroyo de San Serván. Aquí me encuentro. Por lo que veo, trabajó vd. en la oficina de correos. Le voy a intentar ayudar a responder su curiosidad:
Ambos santos eran hermanos, creo que 10 u 11 más. Ambos eran ermitaños en lo alto de ls Sierra de San Serván (no de San Serván y San Germán) según la tradición.
El pueblo tuvo en un principio el nombre de ambos, pero fue variando con el paso de los años y de los tiempos (Arroyo de San Serván de la Sierra), etc. Nombres demasiado largo para poner en una misiva (Y aún parece largo el nombre actual). Se le ha ido quitando nombres que eran adjetivos del nombre del pueblo, de hecho, a los de Arroyo de San Serván nuestro topónimo es arroyano, sin nada que ver con los santos mártires.
También quiero decirles que son patronos de la ciudad de Cádiz.
Aunque no haya resuelto sus dudas, quizás le haya dado más motivos para interesarse por el pueblo que durante un tiempo le acogió.
Antonio Calzado. (anmije@hotmail.com)
Me parece genial el blog, ahora que hablen de Arroyo de San Serván es de lo mejor.
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