Esos días chungos

 Hace una temporadilla que no sé ni dónde vivo ni dónde estoy. Ando más perdido que Paris Hilton presentando "El día del Señor" y más estresado que el fontanero del Titanic. Hoy no ha sido precisamente un buen día, de esos en los que solo aciertas cuando te equivocas.

Mucho frío, mucho trabajo, un compañero que ha tenido un accidente y, para rematar, ese ambiente prenavideño que, por alguna razón, este año me sienta peor que un turrón de ajo. Aglomeraciones, luces por todas partes y un consumismo desmesurado que lo único que provoca es que te entren ganas de exiliarte a un lugar alejado de la civilización. O, en su defecto, enclaustrarte en casa hasta que escampe la tormenta (o pase la cabalgata, lo que llegue antes).

Así que este es el careto que gasto últimamente cuando me dirijo a casa, tras una de esas jornadas que harían llorar a un Gremlin. Por suerte, aquí al menos encuentro mi pequeño refugio de paz, ese rincón donde intento desconectar de todo lo demás y recordar que la vida no son solo colas en el supermercado y mañanas ajetreadas.

Y esta noche, para rematar la faena, tengo mi primer contacto con el futbito después de mi rotura fibrilar. Será una pachanga amistosa entre colegas, de esas que acaban con risas o con una visita a urgencias, ya veremos.

Ya veréis como algo pasa. Con mi suerte, o marco un gol antológico... o me jodo la otra pierna.