Según fuentes extraoficiales —aunque altamente imaginativas— del entorno de La Moncloa, la repentina dimisión de José Bono como ministro de Defensa no se debió, como se afirmó oficialmente, al “deseo de pasar más tiempo con su familia”, sino a su negativa rotunda a participar en el nuevo plan estratégico de política exterior diseñado personalmente por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
El plan, bautizado internamente como “Operación Suegro Atlántico”, pretendía restablecer las maltrechas relaciones entre España y Estados Unidos tras la retirada de las tropas de Irak. La estrategia, en apariencia sencilla, consistía en lo siguiente: que uno de los hijos de Bono iniciara un romance, preferiblemente duradero y fructífero, con una de las hijas del entonces presidente estadounidense, George W. Bush.
“El objetivo era claro”, señalan nuestras fuentes, “formar una alianza familiar que suavizara las tensiones bilaterales. Nada une tanto a dos naciones como unos nietos compartidos y una boda retransmitida por CNN y TVE1 con Letizia Ortiz como madrina y Condoleezza Rice dando el brindis”.
Sin embargo, José Bono —católico fervoroso, castellanomanchego recio y hombre de ideas fijas— se negó en redondo. “No permitiré que mis nietos se apelliden Bono Bush. ¡Eso suena a grupo de reggae neoliberal o a marca de champú para halcones!”, habría gritado durante una tensa reunión del Consejo de Ministros, según una fuente con acceso al catering.
A partir de ahí, la relación entre Bono y ZP se enfrió como un cocido madrileño en la nevera. “Zapatero se lo tomó muy mal. Él ya había mandado preparar una finca en Ávila para la boda, con toro mecánico, tarta en forma de bandera OTAN y un concierto íntimo de Amaral. Incluso había encargado un retrato conjunto de las dos familias hecho por Mariscal”.
A pesar de los esfuerzos por reconducir la situación —incluyendo una videollamada con los Bush en la que Bono se negó a activar la cámara—, el ministro presentó su dimisión entre dientes. “Dijo que prefería dimitir antes que convertirse en consuegro del hombre que confunde España con México y cree que Almodóvar es un cóctel”.
Desde entonces, Bono ha permanecido alejado de la política internacional, aunque fuentes próximas aseguran que sigue vigilando el árbol genealógico de sus descendientes con más celo que el CNI. “El día que uno de sus nietos escuche country o diga ‘y’all’, Bono se encierra en casa con una bandera republicana y se niega a salir”.
Mientras tanto, ZP habría seguido explorando otras vías diplomáticas menos personales: propuso a Moratinos hacerse pasar por monje budista para impresionar a China, y a Rubalcaba infiltrarse en la NBA como base suplente de los Celtics para mejorar las relaciones culturales con EE.UU. Ninguna de estas estrategias llegó a buen puerto, pero la leyenda de Bono Bush sigue viva en los pasillos más oscuros del ala oeste de Moncloa.
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