De no haber sido arrebatado por aquella devastadora lacra mundial llamada SIDA hace casi quince años, Freddie Mercury, una de las voces más icónicas e inconfundibles que la música ha visto nacer, habría cumplido mañana 60 años. Pensar en qué habría sido de su carrera hoy es un ejercicio vano, pues su talento y legado son tan inmensos que trascienden el tiempo y las circunstancias.
Lo que sí queda es esa huella imborrable: su voz poderosa y única, su presencia escénica electrizante, esa capacidad para fusionar teatralidad y autenticidad que aún hoy, décadas después, sigue inspirando y desafiando a artistas y fans por igual.
Su música y su imagen son monumentos que se mantienen intactos, casi intocables, y en un mundo donde lo efímero suele reinar, eso es ya en sí mismo un triunfo colosal.
Felicidades, Freddie. Tu estrella sigue brillando con una intensidad que ni el tiempo puede apagar.
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