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11.6.25

Cantos Corales de discordia

 En un pequeño pueblo con nombre de canción olvidada, Santa Armonía del Castañar, coexistían, a duras penas, dos agrupaciones corales que alguna vez fueron hermanas de partitura y compás. Hoy, eran enemigas declaradas: el Coro Juan del olivo y la Schola Cantorum Tempus Fugit.

Ambos nacieron del mismo tronco musical: hace veinte años, un solo coro unía a los amantes del canto polifónico del pueblo. Pero tras una acalorada discusión sobre si interpretar el Miserere mei, Deus de Allegri con ornamentación barroca o sobria austeridad renacentista, la armonía se resquebrajó para siempre. Los seguidores de la fidelidad histórica fundaron la Schola Cantorum Tempus Fugit. Los demás, más flexibles y con gusto por la teatralidad, formaron el Coro Juan del olivo. Desde entonces, la música se volvió campo de batalla.

Ambas agrupaciones ensayaban en extremos opuestos del pueblo. Cuando una estrenaba una misa de Victoria, la otra programaba, a la misma hora, un motete de Palestrina con entrada gratuita, y hasta vino y jamón. Las campañas en redes sociales eran finas dagas de ironía: publicaciones sutiles con frases como “Donde hay verdadera polifonía, no hace falta un clavecín desafinado”. Los ensayos eran filtrados, espiados, y las partituras “extraviadas” misteriosamente antes de los conciertos importantes.

Pero lo más despiadado era la captura de voces. Ambas agrupaciones se disputaban a los mismos tenores y contraltos, los que escaseaban como trufas negras. No era raro que un barítono destacado cambiara de bando, tentado con viajes, becas de canto, cerveza gratis o, más de una vez, con los favores de alguna mezzosoprano ambiciosa.


Chus, soprano de la Schola, y Alejandro, bajo del Coro, vivieron una de las historias más turbulentas. Se enamoraron tras un encuentro fortuito en un festival coral en la capital, y durante meses ocultaron su romance. Pero cuando se filtró una foto de ellos besándose tras bastidores, el escándalo fue mayúsculo. Ella fue tildada de traidora, y él, de espía. Ambos fueron apartados de sus agrupaciones... pero fundaron un dúo vocal con mucho éxito en redes, lo que encendió aún más la mecha del rencor.

Las traiciones no se limitaban al amor. En una ocasión, durante la Semana de la Música Sacra, la Schola saboteó el concierto del Juan del olivo enviando un falso comunicado al director del auditorio, quien creyó que se había cancelado. El público llegó a tiempo, pero el coro no. En represalia, el Coro Juan del olivo filtró una grabación alterada del ensayo de la Schola, con desafinaciones digitales añadidas. El video se hizo viral bajo el título “Tempus Fugit, pero no entona”.

A pesar de los ruegos del ayuntamiento, que intentó organizar un Festival Coral de la Paz, ambas agrupaciones se negaron siquiera a saludarse. El evento terminó en un acto fallido: ambas corales cantaron Dona nobis pacem en la misma plaza, pero mirando en direcciones opuestas, como dos ejércitos que invocan la paz con cuchillos y pistolas escondidos bajo la túnica.

En Santa Armonía del Castañar no había paz, pero sí canto. El pueblo, dividido, elegía bando. Para algunos, la guerra coral era un teatro encantador. Para otros, una tragedia disfrazada de concierto. Y en medio de todo, las voces seguían elevándose, no hacia el cielo, sino unas contra otras, en un contrapunto de envidias, amores rotos y rivalidad sin fin.

La tensión entre Juan del olivo y la Schola Cantorun parecía haber alcanzado su clímax... hasta que murió el Maestro.

Don Julián Marquina, fundador del coro original , aquel que se había escindido años atrás, falleció a los 96 años en su casa, rodeado de partituras, vinilos, y una antigua carta que nunca había enviado. Era el único que había logrado mantener una línea de respeto entre los bandos, aunque ya sin poder. Su muerte fue anunciada por ambos coros con comunicados casi simultáneos... y ambos anunciaron su deseo de rendirle homenaje.

Pero había un problema: el testamento del Maestro era claro. Quería un único réquiem, cantado por ambos coros. Juntos. En la misma iglesia. Bajo una misma dirección. Si se negaban, sus archivos inéditos , que incluían arreglos nunca publicados y grabaciones de ensayos históricos, serían donados a una universidad extranjera. Nada para el pueblo.

La noticia cayó como un himno disonante.

Las reuniones para organizar el evento fueron un infierno afinado en do menor. Se pelearon por cada compás, por quién debía dirigir (terminaron aceptando a una joven exalumna del Maestro, ajena a los odios), por el orden de aparición, por las posiciones en el altar, e incluso por quién debía anunciar las lecturas litúrgicas. Pero el legado del Maestro pesaba más que el odio.

Ensayaron separados al principio, y luego en sesiones conjuntas forzadas. Las primeras veces fueron un desastre: entradas descoordinadas, solistas saboteados con miradas de muerte, e incluso un incidente con un laúd que "se cayó solo" sobre la cabeza del director invitado. Pero poco a poco, algo empezó a pasar.

Un día, en plena interpretación del Lacrimosa, una soprano del Juan del olivo se quebró emocionalmente. Fue consolada, sin pensarlo, por una contralto de la Schola con la que había discutido durante años. En otra sesión, el tenor más ácido del Tempus Fugit admitió, sin sarcasmo, que echaba de menos las bromas del barítono rival.

La música comenzó a hacer lo suyo: soldar.

El día del concierto, la iglesia estaba a reventar. El pueblo entero acudió, algunos por morbo, otros por esperanza. El ambiente era tenso, hasta que sonó el primer acorde del Réquiem de Fauré. Las voces, por primera vez en años, se entrelazaron sin guerra. Se miraban de reojo, sí, pero también con algo nuevo: respeto.

El momento cumbre llegó en el In Paradisum. Las voces se fundieron en un tejido delicado, aéreo, que hizo que incluso los más escépticos contuvieran la respiración. No era sólo un adiós al Maestro. Era un adiós a algo más profundo: al rencor.

Cuando se apagó el último acorde, el silencio fue absoluto. Luego, un aplauso largo, de pie. Algunos lloraban. Y entonces, espontáneamente, los dos coros, sin ensayar esto, cantaron juntos un canon sencillo, infantil, que el Maestro les había enseñado a todos en los primeros años: “Dona nobis pacem.”

No se reconciliaron de inmediato. Pero hubo intercambios de partituras. Charlas cruzadas. Incluso una invitación informal a cantar juntos en Navidad. Nadie sabía si eso marcaría el comienzo de una fusión, una tregua duradera o simplemente una pausa.

Pero Santa Armonía del Castañar, al menos por esa noche, hizo honor a su nombre.

Y en algún rincón invisible, el Maestro sonreía.




12.7.22

TONTXU VIDEO-POEMA PARA AMIGOS NACIDOS EN 1972


A los y a las que nacimos en 1972. ¡¡¡Feliz medio siglo¡¡¡ a Tod@S los cincuentones y cincuentonas, y a los que nos faltan unos meses para llegar a esa cifra redonda y salimos en este maravilloso video, sin duda "estamos mejor que nunca". Cumplir años, sólo es una manera de complementar esta maravillosa aventura llamada VIDA. Gracias Ipiña !!! Nos vemos por esos bares Cacereños.

19.5.20

I Started A Joke





I started a joke which started the whole world crying
But I didn't see that the joke was on me oh no
I started to cry which started the whole world laughing
Oh If I'd only seen that the joke was on me
I looked at the skies running my hands over my eyes
And I fell out of bed hurting my head from things that I said
'Till I finally died which started the whole world living
Oh if I'd only seen that the joke was on me

Era la voz de Robin Gibb (1949-2012), una de las más hermosas del pop de todos los tiempos...

3.5.20

Living In A Ghost Town



Living In a Ghost Town, primera canción publicada por los eternos e incombustibles Rolling Stones en ocho años. El título y la letra de la canción conecta perfectamente con estos inusuales días que nos ha tocado vivir. Ciudades fantasmas, personas de aspecto espectral, políticos que parecen más una triste aparición que gestores o opositores al gobierno. Nosotros mismos, que ya no discernimos entre lo que es real y lo que es imaginario. Y una letra que nos hace creer aún más en lo apocalíptico y dantesco. Pero son los Rolling y tienen licencia para eso y para lo que les venga en gana.
                     
                     “Los predicadores estaban predicando, 
                       las organizaciones benéficas suplicando, 
                       los políticos haciendo tratos, 
                       los ladrones felices robando y las viudas llorando.
                       No nos quedan camas para dormir.
                      Siempre tuve la sensación de que todo se vendría abajo

Lo sé, es sólo Rock and roll, but I like it...

16.7.17

Yerushalayim shel zahav















Avir harim tsalul k'yayin
Vereiyach oranim
Nissah beru'ach ha'arbayim
Im kol pa'amonim

U'vtardemat ilan va'even
Shvuyah bachalomah
Ha'ir asher badad yoshevet
Uvelibah - chomah

Yerushalayim shel zahav
Veshel nechoshet veshel or
Halo lechol shirayich ani kinor

Chazarnu el borot hamayim
Lashuk velakikar
Shofar koreh behar habayit
Ba'ir ha'atikah

14.7.17

Porque los viejos rockeros nunca mueren

Pues no, nunca mueren.
Como bien decía Miguel Ríos, el rock and roll no solo no ha muerto, sino que a veces resucita con más fuerza que nunca, justo cuando más lo necesitamos.
Y este año, que musicalmente se estaba deslizando hacia lo insustancial, hacia ese terreno blando del pop reciclado y los hits de usar y tirar, ha empezado a oler —por fin— a pólvora, a cuero, a escenario en llamas. A rock del bueno. A ROCK con mayúsculas.

Claro, es que después del año pasado, con los conciertos de Bruce Springsteen y Paul McCartney, parecía que cualquier intento de levantar el vuelo iba a quedarse a medio gas. Pero no. El rock, como los viejos samuráis, siempre tiene una sorpresa guardada en la manga.

Y vaya sorpresa: los Scorpions.
Sí, los mismísimos Scorpions, con su leyenda a cuestas y sus eternos himnos que han puesto banda sonora a tantas vidas.
¿Quién me lo iba a decir? Que los iba a ver en vivo, cuando llevan anunciando su retirada más veces que los Rolling Stones una gira mundial.
Y lo mejor: sin tener que ir a Madrid o a ninguna capital de esas que suelen acaparar a los dinosaurios sagrados del rock. No. Aquí. En esta Augusta ciudad.
Desde aquel evento de 2008 con Iron Maiden como cabeza de cartel, no se vivía algo así. Un terremoto eléctrico de esta magnitud.

Es verdad que en los últimos años hemos visto desfilar por aquí a grandes artistas. Sí. Pero en lo que a ROCK con alma y cicatrices se refiere, lo cierto es que el calendario ha estado más bien desnutrido.
Hasta ahora.

Porque no solo serán los Scorpions.
Medina Azahara —maestros en lo suyo, herederos del rock andaluz más genuino—, también estarán ahí. Y, por supuesto, nuestros Bucéfalo, incombustibles, irreverentes, más de 30 años pateando escenarios como quien respira.

Así que ya sabéis: pilas puestas y a pasarlo bien.
No solo por la música, sino por el ritual, por la liturgia del rock en directo, por los recuerdos que nos gritarán desde cada riff.
Porque los puretillas, sí, también tenemos derecho a vibrar con los nuestros. A gritar. A sudar. A recordar quiénes fuimos.

Porque I know, it’s only rock and roll… but I like it.
Vaya que sí.



Hoy la radio habló de aquellos tiempos 
En que el rock le dio a la juventud un sino nuevo.
Y siento que la historia se repite 
Pues los viejos rockeros nunca mueren...

27.6.17

DIRTY DANCING 2017



Pues resulta que en una de esas tardes desapasionadas, en las que uno ha perdido cierto gusto por el cine —no por nada en particular, simplemente porque la cartelera rara vez logra tentarme— me topo con un remake de Dirty Dancing. ¿En serio? ¿Tan escasos de ideas andan en la Meca del cine?

No es que la original fuera una obra maestra absoluta, ni en argumento ni en ejecución, pero ya ha adquirido ese estatus de clásico ochentero con su banda sonora icónica. Y, en una tarde como ésta, sin nada mejor que hacer, uno se deja llevar por la historia —aunque manida— de la chica remilgada y el animador pendenciero y hortera de un complejo turístico.

Hay que aclarar que se trata de un telefilme, estrenado directamente en televisión —supongo que en alguna plataforma de pago— es decir, que por fortuna ni pisó la gran pantalla.

El resultado de esta nueva versión es para reír, pero más por desesperación: interpretaciones absurdas de actores rematadamente malos; coreografías que, modestia aparte, en las fiestas de mi barrio lucen mucho mejor; y ni siquiera la presencia del veterano Billy Dee Williams —sí, el mismísimo Lando Calrissian para los fans de Star Wars— logra aportar un mínimo de magia a este despropósito.

Para colmo, el metraje sobra más de media hora —y siendo benévolos—, porque, francamente, habría que prescindir casi de todo.

En definitiva, si esperáis un viaje nostálgico a través del tiempo, el baile y la música, preparaos para un buen batacazo. Avisados quedáis.

10.5.16

Cama roja


Las voces del pasado dicen que nos integremos
 en una opción política
y que esta juventud casquivana se disipa a sí misma
 entre el alcohol y la melancolía.

Yo quisiera luchar en contra del capitalismo
 pero veo al pueblo comunista.
 Tantos años pasando el hambre de la esperanza
 para rendirse al becerro de oro.

Cuando veo tus ojos son mis 68.
 Lo demás ya no existe, tú lo haces mentira.
 Son demasiado hermosos
 para ser de derechas.
 Compromiso político y amor adolescente,
que más da…

 Con hacer roja la cama
creo que será suficiente.
 Así serán nuestros sueños
 tan rojos que un día seremos valientes.

La sábana en la ventana
 para que todos la vean
y nuestra cama tan roja,
 la cama tan roja, …
 El ocaso sobre la marea.

Tan solamente creo en la belleza de tu cuerpo
 que se marchita al ritmo de la caja del reloj.
No empuñaré más rifle que mi sexo tan pequeño
 para traerte de nuevo a mi lado.

Ojalá no pienses que mi desengaño es pereza.
 Mi memoria me demuestra
 lo estéril de la lucha burocrática.

Pienso que tras las grandes revoluciones racionales
 se restaura sonriendo el orden anterior
y los que murieron a manos de rebeldes
 pudieron engendrar a ese Mesías que no viene,
 así que déjame decirte
que entre lo malo y lo peor
 yo no elijo nada y sigo soñando.

Cuando veo tus ojos son mis 68.
 No pueden hacer nada frente a un colt 45.
 Tengo unas figurillas que no se venden nada
pero son tan hermosas que ya no me da miedo
 y tampoco a ti.

 Con hacer roja la cama
 creo que será suficiente.
Así serán nuestros sueños
 tan rojos que un día seremos valientes.
La sábana en la ventana
para que todos la vean
 y nuestra cama tan roja,
 la cama tan roja, …
 El ocaso sobre la marea. (Juan Antonio Castillo)

15.2.10

We are the World 25 for Haiti.


Veinticinco años después, se repite aquel gesto que llegó muy dentro del corazón de millones de personas. Un acto de solidaridad, de esperanza, que trascendió fronteras y que nos unió como humanidad. Veinticinco años después, seguimos siendo el mundo: algunos de los que estaban entonces ya no están, y algunos de los que están hoy no estaban en aquel momento.

Es la ley de la vida, esa que marca el paso del tiempo y la esencia del ser humano. Quizás dentro de otros veinticinco años se vuelva a repetir una iniciativa así, tal vez seamos nosotros quienes la recordemos y celebremos, o quizá sean otros, generaciones futuras que habrán heredado este compromiso y esta memoria. Y puede que, tristemente, nadie se acuerde.

Pero sea como sea, fuimos, somos y seguiremos siendo el mundo. Un mundo que late con la fuerza de quienes no olvidan, con la esperanza de quienes creen en la unión y con la certeza de que, a pesar del tiempo y los cambios, la solidaridad es un hilo invisible que nos conecta y nos define como humanidad.

24.11.09

Little Susie

"Little Susie" no es solo una canción. Es también una historia triste, terrible y profundamente trágica. Muchos oyentes de Michael Jackson han sentido la desolación que transmite este tema incluido en su álbum HIStory: Past, Present and Future, Book I, pero pocos conocen que su origen se inspira, al menos en parte, en un caso real que estremeció a Estados Unidos en los años 70.

Los hechos se remontan a 1973, en el estado de Montana. La pequeña Susie Jaeger, de tan solo siete años, desapareció una noche de junio mientras dormía en una tienda de campaña junto a su familia, que se encontraba disfrutando de unas vacaciones de verano. Fue como si se la hubiera tragado la tierra. Nadie vio nada. Nadie escuchó nada. La cremallera de la tienda estaba abierta desde dentro. La angustia de la familia fue inmediata, pero las búsquedas intensivas por parte de la policía y del FBI no arrojaron resultados durante meses.

Un año después, en un giro inquietante y macabro, Marietta Jaeger, la madre de Susie, recibió una llamada anónima. Era el secuestrador. Durante la conversación telefónica, la madre, con una templanza sobrehumana, logró mantenerlo en línea el tiempo suficiente para que los agentes del FBI rastrearan la llamada. Fue una pista crucial.

El autor del crimen resultó ser David Meirhofer, un joven de 23 años, aparentemente normal, que terminó confesando no solo el secuestro, violación y asesinato de Susie pocas horas después de llevársela, sino también otros tres homicidios cometidos en el mismo condado. Tras su confesión, Meirhofer se suicidó en su celda apenas cinco horas más tarde.

La historia de Susie Jaeger dejó una profunda huella en la sociedad estadounidense. Y aunque Michael Jackson nunca llegó a confirmar que su canción "Little Susie" estuviera directamente inspirada en este caso concreto, las coincidencias son notables: la historia de una niña inocente, olvidada, cuyo final fue el silencio; una crítica al desinterés del mundo; un lamento musical por la pérdida de la inocencia.

“Little Susie” comienza con un arrullo triste, casi fúnebre, acompañado de una caja de música y un coro infantil, y sigue con una estructura narrativa casi teatral, en la que se describe a una niña que muere sola, sin que nadie note su ausencia… hasta que ya es demasiado tarde.

La canción se convierte así en un homenaje, no solo a Susie, sino a todas las víctimas invisibles que caen en un mundo que a veces parece mirar hacia otro lado. Una elegía en forma de música.


La madre de Susie Jaeger, desde aquel trágico día en que perdió a su hija, se ha convertido en una luchadora incansable. Pero no por venganza, sino por justicia. Desde entonces ha dedicado su vida a una causa que para muchos podría parecer contradictoria: la abolición de la pena de muerte. A través de conferencias, artículos y entrevistas, ha defendido con valentía que el asesinato legalizado por el Estado no es la solución, ni siquiera en los casos más atroces.

Utiliza su propia experiencia como madre de una víctima para sustentar su convicción. Ella, que podría haber sido la primera en exigir sangre por sangre, eligió un camino más difícil pero más humano. “Los seres queridos que nos han sido arrebatados merecen más que estos asesinos sean sancionados por el Estado”, ha dicho en más de una ocasión. “Crear más víctimas y sufrimiento en las familias no soluciona nada. Nos rebajamos al nivel de lo que tanto deploramos”. Una entereza admirable, un ejemplo de dignidad que muchos no alcanzan siquiera a comprender.

La historia de Susie Jaeger siempre conmovió profundamente a Michael Jackson. Cuando ocurrieron los hechos, él era apenas un niño, pero ya entonces mostraba una sensibilidad especial hacia el sufrimiento ajeno, sobre todo el de los más vulnerables. Décadas más tarde, en 1995, aquella herida silenciosa inspiraría una de sus composiciones más sombrías y emotivas: “Little Susie”.

No es, ni de lejos, uno de los temas más conocidos de Michael. No sonó en las radios, no tuvo videoclip oficial, no fue número uno en las listas. Pero quienes lo han escuchado con atención —especialmente conociendo la historia que late detrás de cada nota— saben que es una de sus piezas más desgarradoras. Desde el arrullo inicial con una caja de música, pasando por un coro etéreo y una melodía que se clava como una plegaria triste, “Little Susie” es un réquiem en forma de canción.

Fue incluida en HIStory: Past, Present and Future, Book I, un álbum en el que Jackson mezclaba grandes éxitos con composiciones nuevas cargadas de crítica social, introspección y dolor. “Little Susie” es, sin duda, una de las más personales. La letra habla de una niña olvidada por todos, cuya muerte sólo es descubierta cuando ya es tarde. Una crítica al abandono, a la desidia, a un mundo donde la inocencia no siempre es protegida.

Aunque no cuenta con un videoclip oficial, dejo a continuación un montaje realizado por un fan que ha sabido captar el espíritu de la canción de manera excepcional. Una muestra más de cómo el arte puede mantener viva la memoria, incluso la de aquellos cuyas voces fueron silenciadas demasiado pronto.


20.8.09

Lo dijo Juan Antonio Canta


“Pasarán los guitarrazos y el caos y quedará la belleza. Yo, que me paso el día rezando al dios de las canciones con desigual resultado, anoche encontré la sangre del sur en un teatro que parecía un avión e iba tan lejos que me confundí tratando de saber si era la posguerra o el futuro”

Juan Antonio Canta (1966 - 1996) nombre artístico de Juan Antonio Castillo, cantautor español.

23.7.09

Smile

No es este, ni mucho menos, el último post que escribiré sobre Michael Jackson en este blog. Pero sí creo que, coincidiendo con que este fin de semana se cumple el primer mes de su triste desaparición, ha llegado el momento de cerrar —al menos por ahora— este humilde tributo, homenaje, o como cada uno quiera llamarlo, que he querido dedicarle.

Durante la ceremonia en su memoria, emitida en televisión hace un par de semanas, fuimos testigos de uno de los momentos más emotivos: su hermano Jermaine interpretando, de forma desgarradoramente conmovedora, la canción "Smile", la favorita de Michael. Una canción que, curiosamente, no fue compuesta por él, sino por otro genio inmortal: Charles Chaplin.

Tal vez sea casualidad, pero en la mayoría de las imágenes en las que Michael no estaba sobre un escenario, siempre aparecía con una sonrisa en los labios. Sonreía. Incluso en los momentos más difíciles, incluso cuando el mundo parecía pesarle encima.

"Smile", decía la canción. Sonríe, aunque duela. Aunque cueste. Aunque a veces todo parezca oscuro.

Ese es, quizás, el mejor legado que nos deja: la capacidad de seguir sonriendo a pesar de todo. Y de hacer sonreír a los demás, como él lo hizo tantas veces.


Smile, though your heart is aching
Smile, even though it's breaking
When there are clouds in the sky
You'll get by...

If you smile
With your fear and sorrow
Smile and maybe tomorrow
You'll find that life is still worthwhile
If you just...

22.7.09

Cosas que salen del alma

Esta mañana hablaba con alguien acerca de los posts que, en las últimas semanas, he ido publicando en este pequeño espacio mío, esta especie de refugio digital donde me doy el gusto de evadirme, reflexionar o, simplemente, soltar lo que llevo dentro. Salió de nuevo el tema Michael Jackson, aunque esta vez hablábamos única y exclusivamente de música. Nada más. Su voz, su ritmo, su legado.

En medio de la conversación, aparece otro tipo. De esos que no tienen más inquietudes que leer la portada del MARCA, escuchar música de discoteca con autotune y letras de encefalograma plano, y que probablemente no ha leído un libro en su vida. El clásico que confunde opinión con prejuicio y conversación con interrupción.

Al oír el nombre de Michael Jackson, torció el cuello y soltó, con una mezcla de suficiencia y desinformación:
—¿Quién, el pederasta ese?

Y ahí... me saltó el resorte.
Le respondí con una frase que me salió sin filtros, del estómago, como un latigazo:
—¿Pederasta? ¡¡Tu puta madre!!

Lo sé, no es lo más elegante que he dicho en mi vida. Pero qué quieres que te diga, me salió del alma. Eso sí: acto seguido me disculpé. No por mí, sino por su madre, que seguramente no tiene culpa de haber criado a un individuo que lleva la ignorancia como bandera, con la soberbia de quien no sabe, pero tampoco quiere saber.

Porque sí, a veces la ignorancia no es solo una falta de información: es una actitud. Una elección. Una especie de escudo de plástico barato con el que algunos se protegen del más mínimo esfuerzo intelectual. Y lo grave no es ya que no lean, no escuchen, no se cuestionen nada. Lo grave es que encima opinen con desprecio sobre lo que no entienden. Que reduzcan a una caricatura de taberna lo que fue una carrera artística inmensa, compleja, contradictoria, sí, pero también profundamente influyente.

¿Me pasé? Tal vez. ¿Me arrepiento? No. Porque hay cosas que no pueden dejarse pasar. Y porque, para qué negarlo, me quedé agustito. Qué queréis que os diga.


21.7.09

We are the world

En 1985 todos nos estremecimos con aquellas terribles imágenes de niños muriendo de hambre en Etiopía. La crudeza de aquella hambruna, retransmitida por televisiones de todo el mundo, sacudió conciencias y despertó un clamor de solidaridad global. Fue entonces cuando Michael Jackson y Lionel Richie decidieron poner música a esa necesidad urgente de ayudar: juntos compusieron We Are the World, una canción que, más allá de su melodía, se convirtió en un símbolo de unidad y compromiso.

El productor Quincy Jones fue el encargado de coordinar una grabación sin precedentes. Para ello, aprovechando la celebración de los American Music Awards, envió invitaciones a muchos de los artistas más exitosos del momento. En la tarjeta podía leerse, en letras bien visibles: "Dejen el ego en la puerta". Ese mensaje, simple y directo, resumía la esencia del proyecto.

La respuesta fue masiva. Aquella madrugada de enero de 1985, un total de 45 voces se unieron en un estudio de Los Ángeles: Bruce Springsteen, Ray Charles, Tina Turner, Diana Ross, Paul Simon, Stevie Wonder, Bob Dylan, Cyndi Lauper, Billy Joel, Willie Nelson, y, por supuesto, Michael y Lionel, entre muchos otros. En el coro, rostros también conocidos: Dan Aykroyd, Bette Midler, Harry Belafonte, todos los hermanos Jackson salvo Jermaine, Smokey Robinson... Una constelación de talento reunida por una causa mayor.

El impacto fue inmediato: se vendieron casi ocho millones de copias del sencillo y otros cuatro millones del álbum en el que se incluyó. We Are the World ganó el Grammy a la Canción del Año y, lo que es más importante, recaudó más de 50 millones de dólares, donados íntegramente a la campaña humanitaria para Etiopía.

Después de aquello vinieron otras iniciativas parecidas: Live Aid, Band Aid, Songs for Japan. Pero ninguna ha logrado alcanzar la dimensión emocional y simbólica de la original.

Cuarenta años después, We Are the World sigue siendo mucho más que una canción: es un recuerdo imborrable de que cuando el arte se une con el corazón, el mundo puede ser un lugar un poco mejor.


15.7.09

Can You Feel It

En 1980, Michael Jackson, a pesar de haber cosechado un éxito arrollador con su álbum en solitario Off the Wall, seguía vinculado artísticamente a sus hermanos en el grupo The Jacksons. Ese año publicaron el disco titulado Triumph, un trabajo que consolidaba al grupo no solo como una banda heredera del sonido Motown, sino como un referente absoluto del soul, el funk y la innovación visual.

De entre todas las canciones que incluye el álbum, probablemente “Can You Feel It” sea la más recordada, versionada y reutilizada. Su energía desbordante, su mensaje de unión y su producción impecable la convirtieron en un himno de aquella época. Pero más allá de la canción —con Michael y Randy como voces principales— lo que realmente marcó un hito fue su videoclip.

Y es que estamos hablando de 1980, una época en la que los efectos especiales digitales aún eran una quimera, y en la que los videoclips empezaban apenas a despuntar como un lenguaje artístico por derecho propio. El video de “Can You Feel It” sorprendió por su ambición visual y simbólica. Dirigido por Bruce Gowers con una narración épica escrita por Michael y Jackie Jackson, y locutada por el legendario Ken Nordine, era una mezcla de fantasía cósmica, alegoría espiritual y estética futurista. Ángeles de luz, planetas, galaxias, rayos, niños de todas las razas… todo al servicio de un mensaje de hermandad y esperanza.

Aunque hoy pueda parecer algo ingenuo o kitsch en lo visual, hay que verlo con los ojos de la época: fue un prodigio técnico y conceptual, una obra pionera que la MTV incluyó entre los 100 mejores videoclips de todos los tiempos, y que en cierto modo anticipó la dimensión cinematográfica que años después alcanzaría Michael en su carrera como solista, con joyas como Thriller o Smooth Criminal.

“Can You Feel It” es, más que una canción, un manifiesto audiovisual de su tiempo. Una pieza que condensaba la esencia de los Jacksons: ritmo, elegancia, mensaje y espectáculo. Y también, para muchos, un pedacito de esa nostalgia lejana que cada vez parece más inalcanzable, pero que revive con fuerza cada vez que suena su poderoso estribillo.


13.7.09

Say, say, say

Aunque con el tiempo la amistad entre Paul McCartney y Michael Jackson se resquebrajaría —sobre todo tras la adquisición, por parte del Rey del Pop, del codiciado catálogo editorial de canciones de The Beatles—, lo cierto es que antes de aquel desencuentro existió una colaboración sincera, creativa y muy fructífera entre ambos artistas.

Una de las piezas más emblemáticas surgidas de esa conexión fue “Say, Say, Say”, incluida en el álbum de Paul McCartney Pipes of Peace, lanzado en 1983. En pleno apogeo de Thriller, todo lo que tocaba Michael se convertía automáticamente en oro, y esta canción no fue la excepción: alcanzó el número uno en las listas estadounidenses, manteniéndose en la cima durante seis semanas consecutivas.

El videoclip, otro de esos pequeños tesoros de los años 80, es una joya por derecho propio. Con estética de película de época, nos presenta a Paul y Michael como una peculiar pareja de buscavidas que recorren pueblos ofreciendo un misterioso brebaje curativo y deleitando a las multitudes con espectáculos de variedades en ferias y garitos de dudosa reputación. Su química es palpable, fresca y lúdica. Junto a ellos, aparece Linda McCartney, esposa de Paul, en uno de sus cameos más entrañables, y también LaToya Jackson, entonces una joven natural y encantadora, antes de los efectos de la cirugía mediática.

Una curiosidad que pocos conocen: gran parte del video fue rodado en los terrenos de una finca californiana que, años después, Michael Jackson convertiría en su famoso rancho Neverland. Como si el destino ya hubiese marcado ese lugar con una estrella brillante en el mapa del pop.

“Say, Say, Say” sigue siendo una de esas colaboraciones icónicas que resumen lo mejor de una época: creatividad, música sin complejos, estética teatral y el lujo de ver juntos a dos titanes de la cultura popular mundial. Más allá del desencuentro que vendría, esta canción quedó como prueba de que cuando la música une, el resultado puede ser simplemente inolvidable.


9.7.09

Whatzupwitu

Michael Jackson, además de un artista irrepetible, fue siempre una persona generosa y agradecida con quienes se cruzaban en su camino. En 1992, el actor Eddie Murphy colaboró con él en el videoclip de “Remember the Time”, donde daba vida a un faraón egipcio en una corte negra, lujosa y repleta de estrellas como Iman y Magic Johnson. El videoclip, dirigido por John Singleton, fue todo un despliegue visual que todavía hoy sigue sorprendiendo por su producción y su imaginación.

Un año más tarde, en 1993, Eddie Murphy —que también intentaba hacerse un hueco en el mundo de la música— lanzó el álbum Love’s Alright. Siendo amigo de Michael y habiendo compartido pantalla recientemente, es muy probable que le pidiera una colaboración para darle un pequeño empujón a su proyecto musical. Y Michael, fiel a su estilo generoso, aceptó encantado.

El resultado fue la canción “Whatzupwitu”, una pieza simpática, alegre, con un mensaje de unidad y optimismo, muy en la línea de los valores que ambos solían defender. Aunque musicalmente no pasará a la historia, el videoclip es tan peculiar como entrañable: lleno de efectos digitales que hoy parecen sacados de un CD-ROM de los 90, con nubes, corazones flotantes y querubines animados al estilo de Microsoft Paint, todo envuelto en una atmósfera de buen rollo y camaradería entre ambos.

Lo cierto es que la carrera musical de Eddie Murphy no alcanzó ni de lejos el nivel de su faceta actoral, y ni siquiera una colaboración con el Rey del Pop pudo cambiar eso. Aun así, “Whatzupwitu” queda como una rareza curiosa y divertida, que muchos o no han visto nunca o simplemente no recuerdan. Y es una pequeña muestra de cómo Michael Jackson no solo colaboraba con superestrellas, sino también con amigos, por puro afecto.

Una cápsula del tiempo en forma de videoclip, que hoy se mira con una sonrisa entre la nostalgia y la ternura.

7.7.09

Comienza la leyenda


Dicen que una leyenda es una narración, oral o escrita, con mayor o menor proporción de elementos imaginativos, que generalmente pretende hacerse pasar por verdadera o, al menos, estar ligada a algún aspecto de la realidad. Se transmite de generación en generación, casi siempre por vía oral, y con el tiempo va experimentando añadidos, omisiones y distorsiones que acaban moldeando su esencia original.

Supongo que eso mismo ocurrirá con la figura de Michael Jackson. El paso del tiempo, implacable y distorsionador, irá añadiendo fábulas, invenciones, medias verdades y falsedades completas. Se publicarán biografías dudosas, películas vagamente inspiradas en hechos reales, testimonios oportunistas y objetos "personales" que jamás pasaron por sus manos. Todo formará parte del mito, de esa nebulosa en la que lo verdadero y lo inventado se funden hasta ser indistinguibles.

Es el precio que pagan los mitos. Aquellos que alcanzan una dimensión universal, como Michael Jackson, dejan de ser simples seres humanos para convertirse en espejos donde millones de personas proyectan deseos, frustraciones, idolatrías y hasta rencores.

Lo de hoy —el homenaje multitudinario televisado en todo el mundo— más que un funeral ha sido una celebración. La celebración de una vida artística descomunal, irrepetible, de un fenómeno cultural que traspasó barreras de raza, edad, idioma y geografía. Un evento seguido por miles de millones de personas, convertido en el acto televisado con más audiencia de la historia. La última actuación de un hombre que ya es inmortal.

Y aunque ha habido momentos muy emotivos, lo cierto es que no deja de sobrevolar cierta sensación de injusticia. Porque Michael lo dio todo —literalmente todo— a su público y a su arte, y a cambio recibió un trato cruel, desmedido, por parte de esa misma sociedad que, con la misma facilidad con la que encumbra, destruye. La misma sociedad que convierte a los genios en sospechosos, a los distintos en monstruos y a los vulnerables en chivos expiatorios.

Pero el tiempo, a su modo, también restituye. Con el paso de los años, cuando el ruido se disipe, lo que quedará será la música. El arte. La voz. El baile. La emoción que despertaba su figura.

Lo demás, como ocurre con todas las leyendas, será materia de discusión. Pero el legado, ese, ya nadie lo podrá destruir.



No ha sido un adiós. Es el comienzo de una nueva era, un tiempo en el que aún quedan muchas cosas por descubrir. Cosas que Michael dejó guardadas, tal vez con la esperanza de que algún día fueran entendidas, especialmente por aquellos que lo seguimos no solo en sus días de gloria, sino también en sus momentos más oscuros y difíciles.

Porque ahora, de repente, todo el mundo lo recuerda con respeto. Ahora todos rinden pleitesía, como si nada hubiese pasado. Como si durante años no se hubiese hecho leña del árbol herido. Como si no se hubiese juzgado, señalado, ridiculizado. Es triste ver cómo, una vez desaparecido, el silencio sustituye a la crítica, y los mismos que ayer lo enterraban en vida hoy lo veneran como mito.

Gracias, Michael. Gracias por estos últimos 25 años de mi vida en los que siempre estuviste ahí, en forma de canción, de videoclip, de recuerdo. Por los momentos inolvidables que acompañaste sin saberlo. Por hacer más llevadero un mal día con solo pulsar el play. Por tu música, por tu entrega, por darlo todo —literalmente todo— y quedarte sin nada.

Gracias por dejarte la vida en el intento de hacérsela un poco más fácil a los demás. Hoy más que nunca, tu luz brilla más allá del escenario. Y aunque ya no estés, sigues aquí, en cada nota, en cada paso, en cada alma que aprendió a soñar contigo.

No es un final. Es un nuevo comienzo.

In our darkest hour
In my deepest despair
Will you still care
Will you be there
In my trials
And my tribulations

Through our doubts
And frustrations
In my violence
In my turbulence
Through my fear
And my confessions
In my anguish and my pain
Through my joy and my sorrow
In the promise
Of another tomorrow
I'll never let you part
For you're always in my heart

5.7.09

Un excelente actor

En 1987 se lanzó al mundo Bad, el esperadísimo nuevo álbum de Michael Jackson tras el éxito descomunal —e irrepetible— de Thriller. La expectativa era gigantesca, y Jackson lo sabía. Por eso, lejos de repetir la fórmula, apostó por algo distinto: seguir explorando el videoclip no solo como herramienta promocional, sino como auténtica obra cinematográfica.

Y para ello no escatimó. Decidió rodearse del mejor talento posible y convenció nada menos que a Martin Scorsese —sí, el mismísimo director de Taxi Driver y Toro Salvaje— para que dirigiera el primer videoclip promocional del disco: la pieza que acompañaría al tema Bad.

El resultado fue un corto de más de 16 minutos rodado en Nueva York, con ambientación urbana, estética realista y un claro trasfondo social. La historia, inspirada en un caso real, se centra en Darryl (interpretado por el propio Michael Jackson), un joven estudiante de una escuela de élite que regresa a su barrio humilde durante las vacaciones y se enfrenta al dilema de su identidad y pertenencia: ¿seguir el camino que ha comenzado o volver a las calles con su antiguo grupo?

La parte añadida al videoclip —es decir, la secuencia dramática previa a la interpretación musical en el metro— funciona como un auténtico cortometraje. Está rodada con el pulso narrativo característico de Scorsese, e incluso cuenta con la presencia de un jovencísimo Wesley Snipes en uno de los primeros papeles de su carrera.

Aunque está en inglés y sin subtítulos, no resulta difícil seguir el argumento gracias a las expresiones, la atmósfera y la tensión dramática.

Bad no fue simplemente un videoclip. Fue una declaración de intenciones. Una muestra de que Michael Jackson no solo era un genio musical, sino también un visionario que comprendía el poder del audiovisual para contar historias, remover conciencias y traspasar las barreras del entretenimiento.

Una obra que, más de 35 años después, sigue siendo ejemplo de cómo el pop puede alcanzar dimensiones cinematográficas.



…cuando llega el momento, Daryl se detiene. Tiene la oportunidad justo delante, el anciano camina solo, distraído, una víctima fácil. Sus amigos observan desde la distancia, expectantes, casi desafiantes. Wesley Snipes —intenso, provocador— le lanza una mirada que pesa como una losa: “Hazlo, si aún eres uno de nosotros”.

Pero Daryl no puede. Algo dentro de él se rebela. No ha vuelto al barrio para demostrar que sigue siendo el mismo, sino para recordar quién fue, y decidir en qué quiere convertirse. El gesto de Daryl lo dice todo: no lo hará. No va a seguir el camino fácil, ni va a dejarse arrastrar por la presión del grupo. La decepción de sus amigos es inmediata, el ambiente se enrarece, la tensión estalla… y en ese instante irrumpe la música.

El andén del metro se transforma en un escenario urbano donde el lenguaje ya no es el de las palabras o los reproches, sino el de la danza. Bad, el tema, explota con fuerza, con energía desafiante y precisa. Michael Jackson, como Daryl, lidera una coreografía que es tanto un acto de afirmación como una declaración de independencia: no necesita robar, no necesita violencia, no necesita renunciar a sus principios para demostrar quién es.

La escena funciona como catarsis. La danza sustituye a la confrontación física, y el ritmo toma el lugar del conflicto. La dirección de Scorsese eleva el videoclip al rango de cortometraje narrativo, donde lo estético y lo simbólico van de la mano. Jackson baila como si su identidad estuviera en juego, y en cierto modo lo está.

Daryl no reniega de su pasado, pero tampoco se deja encerrar en él. Les demuestra a sus amigos que hay otra forma de ser “auténtico”, y que la fuerza no reside en los puños, sino en la convicción de ser uno mismo. El videoclip termina con esa sensación de triunfo silencioso, de ruptura con lo establecido. Es, en esencia, un alegato por la libertad individual, por el cambio, por el derecho a evolucionar.

Y Michael Jackson lo hace, como siempre, sin discursos, sin sermones, solo con música, cuerpo y mirada. Bad no es solo un videoclip: es un relato corto, un manifiesto, una danza contra el conformismo.


En 1988, durante la promoción de su película La última tentación de Cristo, Martin Scorsese fue preguntado sobre su experiencia rodando el videoclip de Michael Jackson Bad. Scorsese respondió que fue una experiencia muy agradable, destacando no solo la profesionalidad y amabilidad de Michael, sino, lo que más sorprendió a los periodistas, su faceta como actor. Con cierto enfado tuvo que reiterar varias veces que Michael Jackson era un excelente actor, y que debería dedicarse con más frecuencia a la actuación.

Una de las anécdotas más interesantes que contó fue que la famosa escena del metro, donde el joven interpretado por Jackson intenta atracar a un anciano, fue completamente improvisada por Michael y que no fue necesario modificar ni una sola toma. Esa escena, cargada de tensión y emoción contenida, fue fruto del talento natural de Jackson para la interpretación, algo que muchas veces se pasa por alto debido a su estatus como ícono musical.

Curiosamente, esta parte no musical del videoclip Bad fue poco emitida en televisión y suele pasar desapercibida para muchos espectadores, que solo recuerdan la espectacular coreografía y el tema musical. Sin embargo, merece la pena verla y valorarla como un pequeño cortometraje que añade profundidad y contexto a la canción, mostrando el lado más dramático y humano del artista.

4.7.09

Lo dijo Michael


A veces, cuando te tratan injustamente, te creces, te haces más fuerte y decidido. La esclavitud fué algo terrible, pero cuando los negros de América por fin se liberaron de la opresión, eran más fuertes. Sabían lo que era que otras personas te controlaran la vida y te doblegaran el espíritu. Nunca consentirían que eso volviera a ocurrir. Yo admiro esa fuerza. Las personas que la posee adoptan una postura firme y ponen el corazón y el alma en lo que creen.

Moonwalk, autobiografía de Michael Jackson, editado por PLAZA&JANES (1988)