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11.10.06

Gratos recuerdos

Fue tal día como hoy, hace ya cinco años. Aprovechando el puente del Pilar, decidimos pasar tres días en una pequeña y entrañable aldea de la comarca zamorana de Aliste: Lober de Aliste.

La excusa fue la invitación de alguien que apareció en nuestras vidas de forma tan esporádica como peculiar. Lo conocimos de una manera un tanto rocambolesca: por aquel entonces, hacía apenas un año, era el novio de la hermana de un buen amigo. Una conexión curiosa que derivó en aquel viaje y en algunos momentos inolvidables. Como tantas otras cosas en la vida, ese contacto también siguió su curso... hasta extinguirse. Pero el recuerdo permanece.

Son muchos y muy gratos los recuerdos de aquellos días, más aún sabiendo que conservo casi dos horas de vídeo que atestiguan ese pequeño paréntesis feliz. En ellos podemos revivir escenas tan memorables como aquel desayuno a las siete de la mañana, recién llegados de Zamora capital, con una borrachera tremenda y un menú difícil de superar: mayonesa y Cola-Cao. O aquella excursión nocturna en pleno monte, al más puro estilo Proyecto de la Bruja de Blair, con linterna temblorosa y sustos incluidos.

No faltaron los momentos improvisados: una recolecta de castañas a la buena de Dios, unos megabocatas improvisados con manjares recién salidos de una charcutería —jamón, chorizo, queso curado— que abrían el apetito incluso al más resacoso. Y, cómo no, las pedradas al campanario del pueblo, que aún no sé muy bien si eran ritual iniciático, desahogo juvenil o simple estupidez transitoria.

Imposible olvidar la actuación espontánea de Marta en un restaurante abarrotado, donde se ganó un aplauso sincero y generoso, o el coche atascado en mitad de un barrizal que nos obligó a empujones, resbalones y risas desesperadas. La visita final a Miranda do Douro, ya en tierras portuguesas, puso un broche dulce a aquella escapada.

Prometimos volver. Como se prometen tantas cosas en viajes así, con el corazón inflado de vino, de campo, de amistad y de promesas que suenan a eterno. Pero han pasado cinco años. Aunque con algunos aún mantenemos contacto, la mayoría seguimos caminos distintos. Nos queda, eso sí, el consuelo imborrable de haber vivido aquello. Y como el buen vino —ya que estamos en tierra de Aliste—, esos momentos van adquiriendo con el tiempo más cuerpo, más solera, más sabor.

A veces no hace falta repetir una experiencia para saber que fue única. Basta con saber que sucedió.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ostia... sin palabras... sin palabras me he quedado al leer esto.. y no solo lo he leido una vez... ni dos... Que recuerdos... Solo un reproche a todo aquello... aún no me has mandado las fotos ni el video...
Por cierto, que nadie pruebe la mahonesa con colacao... jejeje..

Un abarzo.

Salva

Anónimo dijo...

hola, no se como he llegado hasta aqui no te conozco, yo soy de este pueblo y joer me hace ilusión que hayas estado por aquí y tengas tan buenos recuerdos y tan buen sabor de boca a pesar de la mayonesa para desayunar jeje bueno un saludo y siempre sereís bienvenidos!