
Están muy de moda en el cine las biopics. Es más, han alcanzado tal nivel de aceptación que ya casi se les considera un género propio dentro del fascinante y maravilloso mundo del séptimo arte. Hace un tiempo leía que se estaba llevando a cabo —o al menos se proyectaba— una película sobre la historia de Milli Vanilli. Tal vez los más jóvenes no los recuerden, pero quienes ya hemos pasado con creces la barrera de la treintena seguro que sí.
Y es que lo de Milli Vanilli fue, en su día, el mayor engaño —que se sepa— que la industria musical ha colado al público. Aquellos tiempos comenzaron a estar plagados de cantantillos, karaokistas y grupillos de laboratorio que se reproducían como setas, y de los que hoy en día ya estamos más que saturados. Pero lo de Milli Vanilli fue otro nivel. Un escándalo a escala mundial.
No tanto por descubrirse que no eran ellos quienes cantaban en sus discos —se limitaban a poner sus bonitas caras, sus rastas impecables y sus torsos musculados al servicio del marketing—, sino porque lo hacían mientras saltaban y danzaban sobre el escenario bordando un playback de las voces de otros. Voces que, tiempo después, descubrimos que pertenecían a tipos mucho menos agraciados, casi como ver a Juan Tamariz chupando un limón en una foto de carnet.
Lo peor no fue el montaje, sino que les colaron a todos. Los agasajaron con premios internacionales, cosecharon éxitos millonarios... ¡hasta un Grammy se llevaron! El ridículo total llegó en un supuesto concierto en directo, cuando el playback falló, y el tinglado se vino abajo. El público empezó a olerse la tostada, y el escándalo se desató. La historia de Milli Vanilli pasó de ser la de dos ídolos pop a la de dos marionetas en una gran mentira musical.

El dúo en cuestión estaba formado por Fabrice Morvan y Rob Pilatus. Dicen quienes trataron con ellos que, en realidad, no cantaban mal, pero el productor Frank Farian prefería las voces de unos músicos conocidos suyos, más curtidos y, según él, más “radiofónicos”. El resultado fue un bombazo: vendieron millones de discos —cuando aún se vendían discos—, fueron portada de todas las revistas musicales y juveniles de la época, y la fama, con un solo álbum en el mercado, fue brutal y apoteósica.
Pero no todo eran focos y lentejuelas. Tras esos dos años de celebridad, dinero y reconocimiento, también hubo frustración, ansiedad y una profunda sensación de vacío. Porque, en el fondo, aquellos dos chicos no eran más que marionetas manejadas por su productor, atrapados en un personaje que no les pertenecía del todo.
Llegó el momento de preparar el segundo trabajo. Se montó una promoción descomunal, con millones de copias encargadas incluso antes de salir a la venta. El primer single, “Keep On Running”, era —y esto lo digo de primera mano— un temazo. Recuerdo el título perfectamente, porque fue la canción que más me gustó del grupo, y no había discoteca a finales del 90 y comienzos del 91 donde no sonara al menos un par de veces por noche.
Pero ahí estalló el conflicto: ellos querían cantar de verdad. Querían dejar atrás la mentira y grabar ese segundo disco con sus propias voces, aunque no fueran tan “perfectas” como las anteriores. Querían recuperar el control, aunque fuera tarde.

El productor dijo que nanai de la China. Que nada de cantar ellos, que debían seguir con la farsa que tantos y tan jugosos beneficios había generado hasta entonces. Y empezaron los tira y afloja: que sí, que no, que verás si me chivo… Y se chivaron.
Los chicos se cabrearon y lo soltaron todo: anunciaron públicamente que no eran ellos quienes cantaban, que eran la imagen de una mentira, de un producto de laboratorio. Pero también defendían que eran tan válidos como las voces a las que ponían cara. Que, sí, tal vez no eran los que sonaban en los discos, pero podían hacerlo. Querían demostrarlo.
¿Resultado? Pues lo de siempre: “No, si ya me lo olía”. “Si tampoco eran para tanto”. “A mí el disco me lo regalaron”. Y los primeros en darles la espalda fueron los fans. Lógico. Cruel, pero lógico.
Aun así, el segundo disco llegó a editarse, bajo el nombre de The Real Milli Vanilli y con el título bastante revelador de The Moment of Truth. Esta vez ya con la imagen de los verdaderos cantantes, acompañados por algunos jovencitos de buen ver y hasta una chica con tirón. Todo muy forzado, casi una burla involuntaria a los millones de fans que una vez les adoraron.
Rob y Fab, por su parte, comenzaron su particular vía crucis de plató en plató, dando explicaciones, pidiendo perdón y cantando en riguroso directo para demostrar que sí, que podían hacerlo, que tenían talento. Pero el mundo de la música es duro, inmisericorde y, sobre todo, olvidadizo. Fueron cayendo en el olvido, incluso después de publicar en 1993 un álbum bajo el nombre de Rob & Fab, esta vez sí con sus propias voces. Fracaso absoluto. Ni ventas, ni crítica, ni segundas oportunidades. Solo indiferencia.
Y para colmo, empezaron a surgir rumores de que incluso en algunos conciertos, y hasta en la entrega del Grammy, habían cantado con sus propias voces sin que nadie lo notara. El engaño no era tan evidente, pero ya era tarde. El daño estaba hecho. El mito caído.
Finalmente, el drama. En 1998, Rob Pilatus apareció muerto en la habitación de un hotel en Fráncfort. Aquejado de una profunda depresión, sus últimos años fueron un descenso sin frenos: alcohol, drogas, detenciones por robo de vehículos y actos vandálicos. El precio de la fama —y del fraude— lo acabó pagando caro. Muy caro.

Fab Morvan, sin embargo, sigue en la música. Reside en Alemania, ha editado algún disco en solitario, y por lo visto no lo hace nada mal, aunque su repercusión es ya meramente anecdótica. Según parece, está involucrado en el guión de la película que contará su historia, esa historia que conoce bien, porque la vivió hasta el hueso. En su página web mantiene un espacio de homenaje a Rob, su compañero, su amigo, con quien tocó la gloria y descendió a los infiernos.
Una historia que, más allá del escándalo, sigue siendo profundamente humana. Y que, como toda buena biopic, nos recuerda que la fama no siempre es sinónimo de éxito, y el error no siempre merece el exilio.Finalmente, y para hacer este post un pelín más completo, además de la canción que escucháis de fondo, “Keep On Running”, os dejo un vídeo que he encontrado en YouTube. El tema que suena es una de las canciones que Rob y Fab editaron ya con su verdadero nombre, y que sirve para ilustrar un punto interesante: quizá no era tan difícil que en aquellos supuestos directos nadie se percatase del engaño. Al fin y al cabo, todos sabemos que hay un mundo de diferencia entre un disco de estudio, medido al milímetro, y una actuación en directo, con sus imperfecciones, su energía y su vulnerabilidad.
Dadle al play, escuchad con atención… y que cada uno saque sus propias conclusiones.
22 comentarios:
Jajajaja, pues desde mi juventud, y sin haber pasado la barrera de los 30 conocía la historia de ellos. Aunque nunca los he llegado a escuchar.
UN beso
Parece que les tocó a ellos pagar una culpa que no era propia. En esto del disco, como supongo que en otras muchas facetas de la vida comercial, los que están entre bambalinas son, en muchas ocasiones, los que mueven los hilos de las marionetas. Pero las tortas no se las llevan ellos.
Me dan pena estos chicos por la parte que tuvieron de víctimas de un engranaje endiablado. Ellos quisieron dar la cara y se la partieron.
jole!! eso pasa por no ser sinceros...
pero la canción de fondo es muy buena.
Madre mía, claro que me acuerdo!!!!! y es como dices, todo el mundo se excusaba cuando empezó la farsa, cuando meses antes habían gritado con emoción el girl you know it´s true...
Y la historia de uno de ellos es durilla, pero es que a veces hay gente que no son ni medio normales...
Besicos
Una historia apasionante, pero sospecho que más complicada. Da para una novela negra de las buenas. ¡Con lo guapos que eran!
Yo misma: Por supuesto que la historia la conocen muchos de tu generación, pero más que nada me refería a los que si escuchamos esas canciones en su época y vivimos el boom y la posterior bulla internacional. Besos.
Cecilia Alameda: Efectivamente, cosas parecidas las vemos en muchas otras facetas de la vida. El aguililla de turno siempre es el que sale beneficiado, ha hecho caja y sale por patas, dejando a la suerte de Dios (si existe esa suerte) a los que ha manipulado cual muñecos de José Luis Moreno, con el resultado generalmente tan trágico como este. Besos.
Mundos Azules:Algo parecido le pasó a los más de veinte millones de personas que tenían el disco. O se lo habían regalado o les había tocado en la tómbola del Maño.
Lo de Modern Talking fué un tema distinto, acabaron a ostias las dos veces, en los ochenta y en esta década. Lo que sucedió fué que los tipos que colaboraban con ellos en el estudio, con voces también similares, declararon ser ellos los que cantaban, cosa que no tenía fundamento, puesto que los miembros de Modern Talking, a día de hoy siguen editando trabajos y cantando en el más riguroso de los directos. Fué un tema de pelas, los otros tipos querían más y Dieterh Boleh, el rubio de los Talking y que manejaba el cotarro les dijo que leches y estos sacaron el bulo. De todas maneras, grupos como los Vanilli o los Modern Talking, poco o casi nada aportan a la buena música, salvo echarte un bailecito en las discos. Ahora a salido a la luz pública el plagio de los Coldplay, que no sé que tiene más delito, si poner la imagen de otros que cantan o robar canciones,
Kato: Supongo que cuando empezaron con el fraude ni se imaginaban a donde iban a llegar, por eso fué tal la angustia y presión que sintieron que decidieron hacerlo público. La canción que suena, bueno, en su día sonó bastante, pero no pasará a la historia como un temazo ni muchísimo menos.
Belén: Pues sí chica. Recuerdo un compañero de instituto que todos los días iba con el walkman dándonos la brasa con los Milli Vanilli. Poco tiempo después parecía que había tenido un lapsus espacio temporal, afirmando que no le gustaban tanto y que al fín y al cabo la cassette que llevaba en el walkman se la habían regalado. Tiene su lógica y se comprende. Besos.
Noemí Pastor: Si lo de la película va por buen cammino, desde luego no me disgustaría verla, y no me extraña que pueda dar también para una novela negra. En todo género en el cual lo primero que impera son las pelas en vez del arte y llas coosas como se debn de hacer, siempre hay una mano negra que maneja los hilos y que cuando quiere los corta. Miedo dan esta gente. Besos.
Pues sí. Los hicieron quedar como los únicos impostores, como si el timo se les hubiera ocurrido a ellos y no a su productora internacional. Dicen que hay más casos en la historia de la música comercial más o menos reciente. Y si hablamos de literatura...
Noemí:De hecho, el productor y artífice de todo, el Alemán Frank Farian sigue en el negocio produciendo a decenas de músicos y grupos actuales de renombre. Los que realmente perdieron fueron Rob y Fab que tuvieron el valor de dar la cara. Gracias y besos.
bufff, y como me acuerdo, fué una lástima, gracias por recordarlo...he empezado el domingo bailando en casa a ritmo de Milli Vanilli, jeje
;)
Alberto: lo mio no son escusas: te juro que no se de donde he sacado el disco de Milli Vanillo. Te juro que es ninguna escusa, jajaja. Prometido. Sobre Modern Talking, quizá ahora estés más puesto que yo, pues mi información viene ya de más de seis meses atrás, pero que yo sepa, no fue un bulo. No obstante, tienes toda la razón del mundo: lo que aportan al mundo de la buena música es nulo, aunque he de reconocer que tengo muchos de los discos de estos tipos. Sobre Coldplay, no se qué decirte: he escuhado Viva la Vida y el supuesto tema plagiado y yo no acabo de ver plagio. Pero me encantan Coldplay y puede que partiendo de ahí no esté siendo imparcial.
E insisto: juro y rejuro qe yo jamás me compré aquel disco. Jajaja.
Abril:Pues mira me alegro que al menos haya servido para alegrarte la mañana,je,je.Besos.
Mundos Azules: A ver Salva, que yo no pongo en duda tu palabra,je,je, pero es que es cierto, de hecho ya lo señalaba en el post antes de tu comentario, que después de descubrirse la farsa a muchos se les olvidó hasta que habían comprado el disco. De todas maneras, hasta a mí hoy en día me gustaría tener una copia de "All or nothing" ya que debe ser más o menos como una reliquia. Lo de los Modern Talking es tal como lo cuento, cuestión de cabreos y pelas, y sobre los Coldplay hay varios videos en youtube con los dos temas que es más que evidente el gran "parecido" de los dos, ¿casualidad? también puede ser ya que está todo más que inventado y la originalidad escasea en estos tiempos. A mí Coldplay me parecen unos sucedaneos de el grupo noruego A-HA. Abrazos y que al menos nos toque seguir teniendo tner salud en este día de sorteos.
Qué cosas! Desconocía la historia de este grupo... Gracias por la información, Alberto.
Besos festivos.
Un post muy currado. Qué grandes eran estos tíos, qué grandes. Las risas que nos hicimos a su costa en aquella época, jaja. Qué pena que acabaran así. De todas formas tampoco hay mucha diferencia entre ellos y los playbacks que se hacen hoy en día en conciertos en directo.
¿los cantantes originales eran menos agraciados que Juan Tamarit chupando un limón?, ja, ja, ja que arte tienes.
Es un poco triste que se haya dado una situación así, en aquella epoca se destaparon otras, como la del grupo que no me sale el nombre, pero lo tengo en la punta de la lengua, que el hombre bailaba y el coro era el que cantaba, era musica disco y se llevaron muchos años cantando, y cuando se destapó lo del duo del que hablas se destapo también este, pero no me acuerdo como se llamaban, eran muy famosos, si lo encuentro te lo digo...
Es muy triste que estas cosas pase n. La autoestima por los suelos, mal vistos, y que ya la gente no se fía.
Eso ha sido una constante en la industria cinematográfica y discográfica: explotar un físico o unas características determinadas en un actor o cantante para hacerse de oro los productores, y dejarlos tirados cuando ya no daban más de sí. El desgraciado final que tuvo Rob no ha sido ni será el único similar...
Alberto, paso, de camino que a leerte, a desearte lo mejor para estos días y para el año que entra. Ya sé que tú no eres muy de este tipo de festejos, pero para los uenos deseos cualquier día es bueno, ¿verdad...? :-)
Un beso muy grande,y que todo te vaya bonito, este año que entra y siempre.
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