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21.8.09

Puesta de sol Extremeña


 Viniendo de El Portil (Huelva) hace unas semanas, decidí hacer el trayecto por la carretera nacional Huelva-Badajoz en lugar de la autovía. Aunque esta última acorta el tiempo de viaje, le roba, a mi parecer, ese encanto de antaño: el de cruzar pueblos, frenar en los pasos de cebra, mirar fachadas encaladas, y acumular esos pequeños retazos de memoria que solo deja el paso por la calzada que atraviesa las localidades, como un hilo de historia que las une.

Al llegar a Fregenal de la Sierra, donde las encinas ya asoman con fuerza y el aire empieza a cambiar de carácter, el trazado obliga a desviarse a la derecha en dirección a Zafra. Desde allí, bordeando la localidad de Los Santos de Maimona'', se puede enlazar de nuevo con la autovía hacia Mérida.

Pero esa tarde no tenía prisa.

Con el sol ya acariciando el horizonte, decidí hacer una pequeña parada en un camino solitario, de esos que apenas figuran en los mapas y que se abren como cicatrices suaves en la piel de la dehesa. Quería estirar las piernas, tomar un poco de agua, aunque a esas alturas del viaje ya casi no conservaba frescura, y simplemente quedarme quieto, que es un lujo cada vez más raro.

Llevaba conmigo la cámara, como últimamente hago en todos mis desplazamientos. No por afán de fotógrafo , que no lo soy, sino por esa necesidad de atrapar lo efímero, de conservar el instante que se va. Y allí, entre la calma del campo y el canto lejano de algún ave que no supe identificar, comenzó la despedida del sol.

Las nubes eran pocas, el cielo estaba limpio y la luz teñía el paisaje de tonos anaranjados y cobrizos. Las encinas, las siluetas de los cercados, incluso el perfil suave de las colinas, todo parecía cobrar una textura distinta, más profunda. Capté unas cuarenta imágenes, aunque sé que ninguna puede reproducir del todo lo que sentí en ese momento: esa mezcla de belleza serena, gratitud callada y un leve, casi imperceptible, atisbo de nostalgia.

Sé que para muchos estas escenas pueden parecer manidas, reiterativas, vistas mil veces. Pero para mí, contemplar una puesta de sol en el instante mismo en que ocurre , cuando el tiempo parece suspenderse y el mundo respira despacio, sigue teniendo algo sagrado.

No comparto todas las fotos, por supuesto. Algunas prefiero guardarlas solo para mí, como quien guarda un secreto leve pero valioso. Aquí muestro unas pocas, las que creo que mejor captan el espíritu de aquel alto en el camino: una pausa humilde, pero necesaria, en mitad del viaje.

7 comentarios:

Insumisa dijo...

Hermosas tomas, Al.

Anónimo dijo...

Bonito viaje de retorno por esa sierra,pero un poco mareoso,jeje fascinantes fotografias.

Belén dijo...

El sur siempre tiene preciosas puestas de sol!

Besicos

Kamenah dijo...

Aunque siempre son lo mismo, es verdad, yo no dejo de emocionarme cada vez que veo una puesta de sol.

Almendra Puck dijo...

Ayyy, qué preciosas puestas de sol por los caminos de mi pueblito... por cierto, que a mí me encanta la vuelta de la playa por esa carretera y también en otoño, cuando los castaños lo están dando todo y no sé qué árboles se ponen como rojizos...

Unknown dijo...

las pondré en mi colección de imágenes :D... permiso!

LlunA dijo...

Me encanta!!! relaja...inspira...enamora...