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2.10.09

Un verano más o un verano menos.


Según se mire, porque los veranos, especialmente en determinadas épocas de nuestras vidas, dejan huella. No siempre son espectaculares, ni perfectos, ni de postal. Pero sí dejan algo. Un eco. Una vibración. Una marca invisible que solo el tiempo es capaz de revelar con claridad.

A veces lo hacen en forma de recuerdo luminoso, de carcajada compartida, de mirada en silencio o de una canción que sonaba en la radio del coche mientras atravesábamos una carretera secundaria sin rumbo fijo. Otras, simplemente vuelven cuando "aprieta el frío, cuando nada es mío, cuando el mundo es sórdido y ajeno", como escribió Sabina desde alguna de sus madrugadas rotas. Y entonces regresan. No solo los recuerdos del último verano, no solo los de este que acabó hace poco , el del 2009, sino también otros veranos, ya lejanos, ya levemente difuminados por el tiempo, que se superponen unos sobre otros como diapositivas antiguas en una vieja caja de zapatos.

No sabría decir si aquellos veranos fueron mejores o peores. Quizás eran más inocentes, o simplemente nosotros lo éramos. Pero lo cierto es que tenemos impresas en la memoria imágenes desgastadas como fotografías reveladas con prisas: un poco ajadas, algo arrugadas por los años, emborronadas por la vida y por la forma en que a veces, sin darnos cuenta, vamos deformando el pasado para hacerlo más habitable.

Seguramente habrá más veranos. Quizá más cálidos, más largos, más intensos. Pero nunca, nunca jamás, habrá uno igual a otro. Porque cada verano es único. Y cada uno se lleva algo de nosotros, como un ladrón que entra de puntillas y se lleva el sol por la ventana.

Así que, a modo de resumen sentimental, dejo aquí algunas postales desordenadas, retazos en forma de escena, capturados entre finales de junio y los últimos suspiros de septiembre de este verano de 2009, justo ahora que "el otoño llegó con su alfombra marrón tendida en las aceras", cubriendo los restos de lo vivido con esa melancolía tan suya, tan nuestra.

— Un viaje improvisado en coche con los cristales bajados, el salitre en la piel y el estribillo de una canción que ya no recuerdo, pero que en ese momento parecía contener todo lo que éramos.
— Las siestas en sombra compartida, el zumbido de los ventiladores y las conversaciones a media voz que parecen eternas, como si el calor también dilatara el tiempo.
— Una cena en la terraza de siempre, con vino barato, risas torpes, mosquitos traicioneros y promesas que no sabíamos que no íbamos a cumplir.
— El olor a aftersun, a cloro, a arena, a camiseta recién planchada para salir.
— Un mensaje que llegó tarde.
— Un reencuentro inesperado que no cambió nada, aunque por un momento fingimos que sí.
— Un cielo lleno de estrellas en un pueblo sin cobertura.
— Un domingo con resaca y tortilla fría, con los pies en alto y el alma a media asta.
— Un último baño. Siempre hay un último baño. A veces uno no lo sabe hasta después.

Y así, entre fuegos artificiales lejanos, canciones que se nos quedaron pegadas al cuerpo y un puñado de imágenes que ya empiezan a virar hacia el sepia, se nos fue este verano. El del 2009. Ni mejor ni peor. Simplemente único. Como todos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada en esta vida es igual,ni un dia,ni una frase,ni una palabra tiene el mismo sentido,vivir y disfrutar el momento,que el mañana dios dira,fantastico reportaje vivistes a tope el verano y eso es lo que cuenta.

Anónimo dijo...

lo tuyo parece de pelicula ..tienes suerte

Cristina Poulain dijo...

Llamame rara, pero prefiero el invierno.

:D:D

Gran verano a juzgar por las fotos
UN beso

Unknown dijo...

Bonitas fotos, bonita frase la última, bonito culo el de la chica del bikini rosa. Jeje. Por cierto, hiciste una quiemada? Vas a contestar los comentarios?

Alberto López Cordero dijo...

Mafalda:La verdad es que el verano ha sido bastante intenso y a las vacaciones me he aferrado hasta el ultimo minuto, pero por desgracia lo bueno se termina. Besos.

Alberto López Cordero dijo...

Anónimo: Bueno, algunos momentos peliculeros siempre hay en un verano. Gracias.

Alberto López Cordero dijo...

Cristina: Yo soy mucho más veraniego, aunque a veces el invierno también guarda sus momentos gratos. Besos.

Alberto López Cordero dijo...

Drea: He de decir que el de la foto de la chica no soy yo, yo soy el autor de la instantanea. Era una striper, un regalo que una amiga de El Portil le hizo a su marido por su 50 cumpleaños. No tenia malas posaderas. la queimada la hizo José Luis que como buen gallego se le da de maravilla, y como puedes comprobar he respondido a los comentarios, no dejaré de hacerlo. Besos.