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18.7.06

70 Aniversario del golpe de estado fascista

Setenta años después del estallido de la Guerra Civil, aún hay quienes consideran legítimo —e incluso necesario— el golpe de Estado militar que, en julio de 1936, quebró el orden constitucional de la Segunda República y sumió a España en un conflicto fratricida cuyas heridas, en muchos casos, siguen sin cicatrizar del todo. Tal vez olviden —o prefieran olvidar— las trágicas consecuencias que derivaron de aquel alzamiento: la brutal represión, el exilio forzado de cientos de miles de ciudadanos, la instauración de una dictadura férrea que sofocó durante casi cuatro décadas las libertades más elementales y mantuvo a España anclada en un letargo político, económico y cultural.

Recientemente, el Parlamento Europeo —en una declaración sin precedentes— ha condenado de manera explícita el golpe de Estado fascista que aupó al poder al general Francisco Franco, subrayando la necesidad de que el Estado español asuma «la carga plena de su pasado». Esta resolución, respaldada por todas las fuerzas políticas europeas con la única excepción del Partido Popular español, no sólo constituye un acto simbólico de justicia histórica, sino también un llamamiento a la memoria y a la responsabilidad democrática.

El texto recuerda la dureza de la posguerra, un periodo en el que, lejos de propiciar reconciliación, se intentó erradicar al enemigo mediante una represión sistemática, institucionalizada y sin paliativos. También lamenta que, tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos decidiera no incluir al régimen franquista en su política de aislamiento de las dictaduras europeas, legitimando así de forma indirecta su permanencia y frenando el retorno de la democracia a España.

Más allá del valor testimonial, la declaración incide en una idea fundamental: no es posible construir un futuro plenamente democrático sin mirar de frente al pasado. No basta con enterrar la historia bajo una losa de silencio: es preciso recordar, asumir responsabilidades, condenar críticamente a los responsables de los atropellos y rendir homenaje a quienes lucharon por las libertades, padecieron persecución o murieron defendiendo la legalidad republicana. A ellos debemos el resurgir democrático y el regreso de España al concierto europeo como nación libre y plural.

En tiempos de revisionismos interesados y de creciente desmemoria, este tipo de gestos institucionales son más necesarios que nunca. Porque, como advirtió el historiador Tzvetan Todorov, "la memoria del pasado es también una forma de justicia en el presente".


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