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24.5.20

Ejercicios de nostalgia


Hay días en los que uno no puede evitar detenerse y mirar hacia atrás. No por masoquismo ni por romanticismo desmedido, sino por esa necesidad humana de entender el presente a través del espejo roto del pasado. En esos instantes me descubro recordando a aquellos que una vez fuimos, intentando descifrar en qué nos hemos convertido y por qué.

La nostalgia, tan hermosa como traicionera, es una pequeña alegría disfrazada que nos toma de la mano para mostrarnos luces ya apagadas. Nos invita a revivir antiguos paisajes de felicidad, la risa de una sobremesa, el olor del verano en la calle, una canción que ya no suena igual, pero lo hace con una condición: que sepamos, profundamente, que nada de aquello volverá. Es un festín que alimenta el alma con pan de ayer.

En tiempos de inquietud , como los que vivimos o los que hemos vivido en silencio, las añoranzas pueden ser un síntoma de inseguridad, una forma de anclarse a lo conocido. Cuanto más tiempo pasamos rememorando lo que fue, menos habitamos el ahora, y más borroso se vuelve el porvenir.

Cuidado con la nostalgia. Tiene la elegante astucia de hacernos creer que el pasado tenía una integridad, una belleza, una lógica de la que el presente carece. Como dijo Milan Kundera: “El reino del pasado es más grande que el del presente. El pasado es inmutable, eterno; el presente, en cambio, es solo un parpadeo.”

Y sin embargo, el presente, este instante imperfecto y fugaz, es lo único real que poseemos. El hoy es el único lugar habitable. El pasado ya no nos pertenece: se ha convertido en relato, en eco, en fotografía sin fecha. Y el futuro… el futuro es una conjetura. Una promesa siempre por escribir.

Quizás por eso, en lugar de mirar atrás con tristeza o adelante con ansiedad, convenga aprender a mirar el ahora con gratitud. Porque como decía Borges, que sabía mucho de la memoria y del olvido:

“El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me devora, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.”

Así que vivamos , de verdad, este instante. A pesar del ruido, del cansancio, del desencanto. Vivámoslo como si fuera lo único que tenemos. Porque, en realidad, lo es.