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28.6.06

Adios a el Mundial.

Recuerdo con nitidez aquella mezcla de frustración amarga que nos invadió en España 82, cuando el sueño parecía rozarnos los dedos y se esfumaba entre las manos. La tristeza profunda que nos abrazó en México 86, como un lamento colectivo que resonaba en cada rincón del país. La decepción que nos paralizó en Italia 90, cuando las esperanzas se vieron truncadas por el implacable destino. La ira contenida y la impotencia desgarradora de Estados Unidos 94, un cóctel de emociones que parecía no encontrar salida. El sabor a fracaso en Francia 98, un golpe duro que dejó cicatrices invisibles pero profundas. Y aquella sensación de nueva impotencia en Corea-Japón 2002, aunque esta vez acompañada de un firme convencimiento: ésta podía ser la ocasión, la definitiva.

Hoy, en este instante presente, ni frustración, ni rabia, ni tristeza, ni impotencia. Solo la aceptación serena de lo que somos: un equipo, una nación, con sus luces y sus sombras, con sus gestas y sus limitaciones. Somos lo que somos, y nada más.

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