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3.8.17

12+1

Siete títulos mundiales en la categoría de 125 cc y otros seis en 50 cc. Doce más uno, que no es lo mismo que trece, en honor a su propia superstición, pero sí un legado insuperable. Ángel Nieto nos ha dejado a los 70 años.

Resulta irónico, y quizá cruel, que quien durante décadas batalló a lomos de una moto, jugándose la vida en cada curva, derrapando en la delgada línea entre el riesgo y la gloria, haya perdido la suya en un accidente fuera de las pistas. Esta vez, no con dos ruedas, sino a bordo de un vehículo de cuatro.

La historia del motociclismo español, que en tiempos recientes vive su época dorada, debe mucho a un pionero, a un precursor, a un hombre que allanó el camino para que generaciones posteriores consiguieran la gloria que hoy disfrutamos. Ángel Nieto fue más que un campeón; fue un símbolo de pasión, sacrificio y talento.

Su nombre seguirá resonando en los circuitos y en el corazón de quienes aman este deporte.


24.7.17

Le Tour de France

Sigo el Tour de Francia con puntual devoción cada mes de julio desde aquel ya lejano 1983. Ha sido, desde entonces, una cita sagrada con la épica, una peregrinación inmóvil a través de montañas, llanuras y sueños. Me convoca su leyenda, su crudeza, su antigua belleza. Porque el Tour no es sólo una carrera: es un relato en marcha, una odisea moderna tallada en asfalto y sudor.

Me fascina porque es inmisericorde. Porque somete a los ciclistas a una liturgia de sufrimiento que ellos mismos han elegido. Y, sin embargo, parecen gozar en esa penitencia de veintiún días, como si pedalear fuese su forma de redención.

Lo disfruto porque aún veo, en cada ascensión y en cada curva, los fantasmas gloriosos de aquellos que lo engrandecieron: Perico Delgado, Marino Lejarreta, Anselmo Fuerte... Y también el recuerdo doliente de aquel joven Antonio Martín, truncado por la imprudencia en una carretera cualquiera, eternamente detenido en el umbral de lo que pudo ser.

Imagino, como en un sueño recurrente, que estoy en una cuneta del Tourmalet, del Alpe d’Huez, de la Croix de Fer. En una tarde calurosa, entre multitudes enfervorecidas, alentando a un héroe que no sabe de mi existencia, pero que representa algo muy profundo y muy antiguo: la voluntad de resistir.

Todos empujamos a Indurain en aquellas etapas míticas de los años noventa. Desde el salón de casa, desde el alma. Era una comunión nacional, un clamor mudo. Y aún hoy, cada tarde de julio, me acompaña el rumor del helicóptero francés, ese zumbido casi litúrgico que parece entonar un salmo aéreo sobre los valles.

He seguido el Tour incluso cuando el sueño amenaza con derrumbarme tras largas jornadas laborales. Porque sé que, al otro lado de la pantalla, alguien lucha contra sí mismo en una cuesta interminable. Y eso, en esta época descreída, sigue siendo admirable.

Disfruté con Alberto Contador, en sus victorias y en sus derrotas. Y soporté con resignación la farsa que fue Lance Armstrong, cuya caída fue tan grandilocuente como su impostura. Nunca olvidé la injusticia con Joseba Beloki, que mereció un reconocimiento que jamás llegó.

Y cuando concluye el Tour, queda el vacío. Una sensación extraña, como si nos faltara el sentido del verano. Pero también la certeza de que, al cabo de un año más en nuestras vidas, volverá.

Y con él regresará la leyenda.

La lucha primitiva entre el hombre y la montaña.

La belleza atávica del sacrificio.

Y el rumor eterno de las ruedas rozando la historia.


30.11.10

Fútbol y crisis

Curioso es que, en tiempos de crisis, un partido de fútbol como el de ayer entre el F.C. Barcelona y el Real Madrid se haya convertido en el evento futbolístico más visto en la historia de la televisión de pago en España. Más de un millón y medio de espectadores sintonizaron Gol Televisión, mientras que en Canal+ Liga, la otra opción de pago para seguir el encuentro, se acercaron al millón. Y eso sin contar a los millones que, no teniendo acceso a estas plataformas, optaron por ver el partido en el bar más próximo, en casa de amigos o familiares, o bien escucharon la radio o lo siguieron por internet desde sus dispositivos.

Ya sabemos cómo es esto: crisis, lo que se dice crisis, pues sí, la hay y bien dura. Pero hay ciertas cosas que parecen inmunes a ella. Ferias, fiestas, puentes, vacaciones veraniegas y, por supuesto, esos pubs y bares de fin de semana donde nadie parece escatimar cinco euros mínimo por una copa. La vida sigue, o al menos se intenta, y el fútbol, al fin y al cabo, es un refugio perfecto.

Ayer se repitió la historia: el Nou Camp a reventar un lunes a las 21:00 horas. Quien no pudo ver el partido en casa, se las apañó para ir a casa de un amigo, un familiar, un vecino. Las peñas, ya sean de los blancos o de los blaugrana —que no son pocas en España— llenaron sus locales hasta el último asiento. Y si nada de eso era posible, siempre queda la vieja confiable: el transistor en la oreja o la conexión a internet para no perderse ni un detalle.

El fútbol no resuelve problemas. No reduce el paro, no sube sueldos, no readmite a los despedidos ni aumenta los subsidios de desempleo. No disminuye los robos ni la violencia de género. El fútbol es, simplemente, once tipos con camiseta y gallumbos corriendo detrás de un balón con la única intención de meterlo en tres maderos al final de cada lado del campo.

Sencillo, sí, pero a la vez complejo por las cifras astronómicas que mueve, por el espectáculo que genera y, sobre todo, porque si en un par de horas consigue hacer que millones olvidemos las preocupaciones y los martirios diarios, para mí ya merece el mayor de los respetos.

Habrá quien no lo entienda, a quien le aburra, o sencillamente le dé igual. Otros encontrarán su diversión en otras cosas. Pero de lo que no tengo duda es que, en tiempos difíciles, el fútbol —como otros eventos de ocio y cultura— sirve como válvula de escape, un respiro para la gente que lucha día a día con problemas reales, mientras los focos están encendidos. Porque, aunque cuando se apaguen todo siga igual, esos momentos, aunque fugaces, tienen su valor.


3.12.09

Fernando Martín 20 años despues. Por Juanma Iturriaga.


A mí Fernando Martín no me caía bien. He tardado mucho tiempo en reconocerlo, pero puede que este vigésimo aniversario de su muerte sea el momento para ser sincero. Me refiero a cuando estaba en el Estudiantes, claro, aquella temporada que con Vicente Gil, Sapo Lopez Rodriguez, Alfonsito Del Corral, Slab Jones fueron subcampeones de liga detrás del Barça y los del Madrid tuvimos que soportar una y mil veces que nos cantasen “somos el primer equipo de Madrid”. Ese cuerpo, ese ir más derecho que una vela, esa envergadura descomunal, ese descaro reflejado en una mirada desafiante, esa pelliza que me llevaba… No sé, me pareció un pijito madrileño de 2,05. Entonces le fichó el Madrid, se hizo compañero y pude cambiar de opinión al conocerle de verdad. Bueno, todo lo que Fernando dejaba que le conocieses, que costaba, pues tampoco se puede decir que fuese un libro abierto ni mucho menos.

Se cumplen veinte años y como corresponde a tal efemérides, se suceden homenajes, recuerdos y análisis de lo que supuso Fernando en nuestro deporte. La verdad es que a mí, hoy, no me apetece nada teorizar sobre su persona. Ya lo he hecho en varias ocasiones y luego al final, por si os apetece, os pondré dos enlaces a dos artículos que en su momento escribí sobre él. He pensado que lo que realmente me pide el cuerpo es compartir su recuerdo a través de algunas de las escenas que suelen saltar a primer plano en mi cabeza cada vez que por el motivo que sea, me acuerdo del añorado Fernando.

-Pabellón del Real Madrid. Vestuario del equipo local, o sea, el nuestro. Estamos los dos sentados mientras se oye fuera a Mike Davis pegar gritos: “Martini, Martini, sal”. Los tres hemos sido expulsados (por mi culpa) de un Madrid-Barça final de liga. En un momento Fernando se gira y me suelta: "¿Ves lo que has hecho? Mira en qué lío me he metido por defenderte. La próxima vez te arreglas tú solito". El y yo sabíamos que era mentira.

-Discoteca Pachá. Un grupo de amigos estamos intentado hacer la envolvente a base de incontenible parloteo a unas modelos que andaban por allí. Bueno, todos menos uno. Fernando está de pie, apoyado en una pared, con un refresco en la mano y con cara de medio aburrimiento, supuestamente ajeno a todo, música, mujeres, charlas. Su aparente desinterés causa estragos en la población femenina y no tarda en desaparecer muy bien acompañado. Un crack.

-Noviembre de 1989. La última vez que vi a Fernando. Estaba en el CajaBilbao y jugamos contra el Madrid en el Palacio. Fernando andaba lesionado y después del partido, mientras salía buscando el autobús, me lo encontré. Le pregunté qué tal estaba y cuando iba a volver a jugar. Me dijo que iba bien y que le faltaba ya poco para reaparecer. Y me lo dijo de una forma distinta a la rutinaria, con un brillo de ilusión que me dejó pensativo. Desde su vuelta de la NBA no andaba muy boyante de ánimo, y me alegré de que su disposición fuese positiva. Desgraciadamente no tuvo tiempo para confirmar mi sospecha

-Pabellón del Madrid. Partido de vuelta frente la Cibona, sin Drazen Petrovic pero con Alexander, su hermanito. En el partido de ida decidimos que había que darle un buen mamporro por las putadas que nos había hecho en Zagreb. Todo iba bien, ganábamos de veinte, estábamos clasificados y faltaba menos de un minuto para terminar. Sacan los croatas de banda, corta Alexander por mitad de la zona, se encuentra con Fernando y este, ni corto ni perezoso, le mete un viaje que lo manda diez metros fuera del campo. Todos nos quedamos sorprendidos. Antes de que le dijésemos algo soltó. “¿Pero no habíamos quedado?”. A todos se nos había olvidado el asunto. A él no.

-Madrid. En la calle donde tenía el chalet su familia. Fernando y yo nos compramos unas motos. La mía era una BMW de 1000 cc y la suya una Yamaha 1100. Dos tiros, vamos. Lo habíamos hecho de espaldas al club, pues estaba prohibido, y el padre de Fernando no lo veía claro (el mío, que vivía en Bilbao, no lo supo nunca). En esto nos fuimos a dar una vuelta a Navacerrada y a la vuelta comimos en su casa. Al terminar, toda la familia Martín salió a despedirme. Agarré mi moto, me pasé de darle gas a la salida y terminé cayéndome enfrente de todos. El padre de Fernando se metió en casa rápidamente y tuve que aguantar un chorreo descomunal. “Joder tío, después de lo que me ha costado convencerle, vienes tú y te das una hostia aquí mismo”.

-Milán. Dino Meneghin consigue, con sus tretas de perro viejo, sacarle de sus casillas a Fernando y lograr que le piten tres faltas de ataque en los primeros minutos de juego. Ciego de ira se tiene que ir al banquillo aguantándose las lágrimas de rabia. Aquel viejales no podía hacerle eso. Pepito Grillo Corbalán intenta hacerle entender que el suceso no es más que una lección que podía ser muy beneficiosa para su aprendizaje. En aquel momento era como hablar con una pared, pero sin duda lo asimiló, y Dino ya no se lo pudo hacer otra vez.

-Navacerrada. Noche cerrada. Esta no es una vivencia, sino una visión, pues nunca estuve presente. Fernando está tumbado en mitad del campo, mirando las estrellas al raso y metido en un saco con la cremallera subida hasta arriba. Sólo se le ve la cara. Esto, según él, era lo más. Allí dejaba de ser Fernando Martín, allí no le agobiaba nada. ¡Anda que no nos descojonamos de sus noches en saco de dormir durante años!.
-Colegio SEK. Madrid. Biriukov y yo hacíamos un campus de baloncesto en verano. Le invitamos para jugar un partidito entre amigos. Txetxu y yo ganamos, el perdió. Al terminar nos fuimos a dar un baño a la piscina. En un momento Fernando agarró a Dani (sí, el Dani de Emilio Aragón y el Vip) que había jugado en su equipo, y le dijo que habían perdido por su culpa. No sólo eso, sino que cogiéndole por el cuello, le metió debajo del agua. Ja, ja, ja, todos reímos. Hasta que a la cuarta aguadilla consecutiva vimos la cara de susto que llevaba Dani y le pedimos que parase. ¡Que poco le gustaba perder!.

- Hotel Calderón. Barcelona. El año de Petrovic. Nos encontramos allí y quedé con mis excompañeros para vernos después de cenar y echar un pitillo socializador. Les pregunté qué tal iban con el niño y Fernando me dejó sorprendido: “Nosotros lo que tenemos que hacer es llegar a dos minutos del final del partido igualados. Entonces se la damos a ese, y ya está, ganamos”. El asumir por parte de Fernando un papel secundario en los momentos decisivos me llamó la atención. Pero al final la cosa terminó mal, el equipo se rompió después de los 62 puntos de Petrovic en la final de la Korac y después de ir 5-0 con el Barça en temporada, el Madrid perdió la liga 3-2 frente al Barça y Neyro. Dos gallos en el mismo corral. Mal asunto

-Cualquier campo. Cualquier partido. Fernando en las letras. Pidiendo el balón. No, no lo pide, lo exige. Te mira como diciendo “o me la pasas o te vas a arrepentir. ¿No ves que este que tengo detrás no puede conmigo?. ¡Dámela coño! Y claro, se la dabas. Por miedo y sobre todo porque sabías que aquellas eran unas buenas manos para depositar nuestra suerte.
Todo esto y mucho más era Fernando Martin. Un personaje peculiar, todo lo alejado que se puede estar de producir indiferencia. Un atleta superlativo, un competidor extraordinario. Un pionero y a la vez un hombre abrumado a veces por el significado que llegó a tener. Un tipo al que la suerte puso en mi camino.

Juan Manuel Iturriaga

14.5.09

La romántica de la derrota


No pudo ser. La gesta de hace ya veinticinco largos años no se pudo repetir, a pesar de que en la primera parte del partido tocamos la gloria con los dedos. Es una pena, porque había tanta gente con la ilusión de ver al Athletic levantar una copa un cuarto de siglo después; y muchos de esos aficionados ni siquiera habían nacido cuando aquello sucedió.

Solo nos queda felicitar al Barcelona, justo campeón, y preguntarnos si tendremos que esperar otros veinticinco años para vivir una noche como la de ayer. ¿Estaremos aquí para contarlo? ¿O será este el comienzo de muchas otras ilusiones por venir?

Hoy por hoy, no podía esperar otro resultado que la derrota, aunque a perder siga sin acostumbrarme

.De los nacidos para perder,
de los que viven muertos de sed,
prima del alma, desnúdame,
y aquella tarde aprendí a correr,
donde una y una sumaban tres,
de los nacidos para perder,

11.5.09

La final de copa

Hubiera sido un momento ideal para bajar el telón… pero no va a ser así.

Este miércoles se juega la final de la Copa del Rey. Muchos, los no futboleros, pensarán: “¿Y qué?”. Yo tampoco soy un fanático del fútbol; me gusta ver un buen partido, un Mundial, una final de Champions, pero no dejo lo que tenga que hacer por ver un encuentro más.

Soy del Athletic de Bilbao, y quien me conoce lo sabe. El Athletic es quizás el último romántico del fútbol español: un equipo con historia, tradición y orgullo, que, a pesar de las dificultades de los últimos años, sigue ahí, al pie del cañón, sin haber descendido nunca a Segunda División. Pero lo de este año es especial: hemos llegado nada menos que a la final de la Copa del Rey, enfrentándonos al todopoderoso FC Barcelona.

Está claro que ganarles será complicado, pero la ilusión está viva, más aún teniendo en cuenta que llevamos ya 25 años sin ganar un título y 24 sin pisar una final de Copa. Sé que será difícil, aunque sé que toda la afición madridista, recelosa aún del 2-6 que los blaugranas nos endosaron hace poco en su casa, apoyará a los leones de San Mamés.

Será una misión casi imposible, pero si el Athletic gana, sin duda pondrá un toque de color y alegría a unos días un tanto grises.

25.4.09

Alberto Fernández" El Galleta"


 Hoy, una vez más, gracias a esa máquina del tiempo llamada YouTube, que entre otras cosas nos permite regresar a épocas pasadas , no sé si mejores, pero sin duda distintas, estuve viendo algunos vídeos de gestas ciclistas inolvidables, de esas que nos hacían contener la respiración frente al televisor en las largas tardes de verano. El ciclismo, como la vida, suele ser injusto. Y a menudo deja en la cuneta del olvido a héroes que dieron todo por la gloria, sin que esta, caprichosa y cruel, les correspondiera como merecían.

Y es que la fiebre del ciclismo en España no comenzó con Miguel Indurain, como algunos creen. Mucho antes de que el gigante navarro acaparara portadas, ya hubo corredores que encendieron la pasión por el pedal y escribieron páginas gloriosas en las grandes vueltas. Corría el año 1983 y un puñado de ciclistas españoles hizo historia en el Tour de Francia y en el Giro de Italia. Entre ellos, un nombre que aún resuena con fuerza entre los verdaderos aficionados: Alberto Fernández.

Tal vez para muchos su nombre suene lejano o apenas familiar, pero para quienes amamos este deporte, Alberto “El Galleta” Fernández fue uno de los corredores más completos y prometedores de su generación. Un guerrero del asfalto. Un hombre Tour antes de que el término se hiciera popular. Un ciclista total: valiente en la montaña, implacable en la contrarreloj, constante en la media distancia y tenaz en la adversidad.

Aunque nació en 1955 en Cuena (Cantabria), su infancia y juventud transcurrieron en Aguilar de Campoo, en la provincia de Palencia. Allí, en el corazón de la comarca galletera por excelencia, se ganó su apodo. Gullón, Ruvil, Fontaneda, Tefe y Fontibre fabricaban dulzura, pero él repartía épica en cada pedalada. Se decía que nueve de cada diez galletas españolas salían de Aguilar, pero también que de sus calles salió uno de los talentos más brillantes del ciclismo español.

En solo siete años como profesional, Alberto firmó un palmarés envidiable: décimo en el Tour de Francia, podio en la Vuelta a España en dos ocasiones (segundo en 1984 y tercero en 1983), tercero en el Giro de Italia, y múltiples victorias de etapa en las tres grandes. Treinta triunfos en otras carreras adornan su leyenda.

Pero si hay una historia que define la injusticia poética de su trayectoria, es la de la Vuelta a España de 1984. Alberto llegó al límite de sus fuerzas, entregando cada gramo de energía por el sueño de vestirse de oro. Lo rozó. Acarició el triunfo. Pero se quedó a solo seis segundos del francés Eric Caritoux, un corredor al que el destino le regaló aquella victoria como un suspiro, y que nunca más volvió a ganar una gran carrera. Mientras tanto, Alberto , más fuerte, más completo, más luchador, se quedó sin ese título que el ciclismo le debía.

A sus 28 años, con el futuro aún abierto de par en par, todo hacía pensar que lo mejor estaba por llegar. Era el momento de la madurez, del asentamiento entre los grandes, del golpe de autoridad. Pero la vida, como la carretera, tiene curvas que no se ven venir.

Alberto Fernández no ganó una gran vuelta. No hizo falta. Ganó algo más difícil: el respeto, la admiración y el recuerdo imborrable de quienes saben reconocer a los verdaderos campeones, más allá del podio. En cada puerto que subía con el rostro desencajado, en cada cronómetro que disputaba con la rabia justa, nos hizo soñar. Y eso, en el fondo, es lo que queda.

Hoy, al ver esas imágenes sepia de esfuerzo y gloria, uno no puede evitar sentir un nudo en la garganta. Porque el “Galleta” no fue solo un ciclista: fue un símbolo. Un testimonio de todo lo que el deporte puede enseñar: humildad, lucha, sacrificio… y también, por qué no, la dignidad de caer sin haber sido vencido.


Pero todo se truncó de forma brutal un 14 de diciembre de 1984. Cuando regresaba de recoger el premio al mejor ciclista español del año, y se dirigía hacia Aguilar de Campoo para asistir a un homenaje en su honor, el destino decidió apagar su luz para siempre. Un accidente de tráfico, tan cruel como absurdo, se llevó la vida de Alberto Fernández y la de su mujer. Dejaban atrás un hijo de apenas tres años, que no viajaba con ellos aquella noche maldita.

El ciclismo español se sumió en la tristeza. El pelotón perdió mucho más que a un campeón: perdió a un hombre joven, humilde, respetado y querido por todos, un deportista que no solo brillaba sobre la bicicleta, sino también fuera de ella. Un tipo sencillo, de los que saludaban a todos, de los que se ganan el cariño con hechos, no con gestos grandilocuentes. Su muerte dejó un hueco que aún, décadas después, no ha podido llenarse del todo.

Las muestras de dolor se multiplicaron en todo el país. Compañeros, rivales, aficionados… Todos sabían que aquel chico de rostro amable y piernas de acero estaba destinado a grandes cosas. Que su mejor victoria aún estaba por llegar. Que su historia debía haber tenido otro final.

Pero aunque la carretera se lo llevó demasiado pronto, su memoria no se perdió en ninguna cuneta del tiempo. Desde entonces, Alberto Fernández Blanco se ha convertido en un símbolo del ciclismo español, en un referente eterno de esfuerzo, talento y nobleza.

Hoy, una calle en Palencia lleva su nombre, al igual que el polideportivo de Aguilar de Campoo, su segunda patria. Todos los años se celebra una marcha cicloturista en su honor, y un monolito recuerda su figura en la tierra que le vio crecer y pedalear por primera vez. No es una estatua cualquiera: es un grito silencioso de admiración, un recordatorio de que los héroes no mueren mientras alguien los recuerde.

Su hijo, Alberto Fernández Sainz, tomó el testigo. Desde 2007 es ciclista profesional y ha vestido los colores del equipo Xacobeo Galicia. Lleva consigo el apellido y, quizás, una promesa no dicha: la de seguir rodando por los caminos que el destino le negó a su padre. Ojalá la historia le devuelva parte de aquella gloria robada, no por capricho del pelotón, sino por la violencia del azar.

Desde este pequeño rincón en la red, un recuerdo sincero para Alberto Fernández Blanco, para el ciclista que soñaba en grande, para el hombre que lo daba todo sin esperar nada, para “El Galleta”, cuya leyenda sigue rodando, como un pelotón que nunca se detiene.

31.1.09

Memoria de jóvenes airados

Este vídeo tiene ese pequeño y delicioso toque nostálgico de los años 80. Y es que Loquillo ha querido rendir homenaje a aquellas viejas glorias del baloncesto español que nos hicieron soñar —y vibrar— a mediados de esa década mágica, con su momento más glorioso: la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984.

Uno no puede evitar esbozar una sonrisa al ver de nuevo a leyendas como Juan Antonio San Epifanio “Epi”, Nacho Solozábal, Agustí Cuesta, Javier Mendiburu, a mi paisano Manolo Flores y al enorme Andrés Jiménez, a quien siempre admiré profundamente. Hoy, con unos cuantos años más, algo menos de pelo y algún kilillo de más, siguen derrochando carisma.

También se anima el propio Loquillo a lanzar unos tiritos, recordando que en su juventud llegó a compartir cancha con algunos de ellos.

Más allá de la curiosidad del vídeo, la canción está realmente bien, con ese tono entre melancólico y combativo que tan bien maneja el Loco.

Estoy seguro de que si Antonio Díaz Miguel viviera, habría sido el complemento perfecto para aparecer en este videoclip que es, en sí mismo, una cápsula del tiempo.

24.8.08

Ganar perdiendo


Esa es la sensación que tengo ahora mismo, cuando apenas han pasado unos minutos desde que ha terminado la final olímpica de baloncesto en los Juegos de Pekín 2008. El marcador final ha sido de 107-118 a favor del todopoderoso equipo de Estados Unidos. Pero que nadie se equivoque: esta no ha sido una derrota cualquiera. Ha sido una batalla colosal, un espectáculo majestuoso, un duelo de titanes.

España ha jugado de tú a tú contra un combinado que muchos consideran imbatible, una constelación de estrellas NBA lideradas por Kobe Bryant, LeBron James, Dwyane Wade o Chris Paul. Pero durante los 40 minutos de juego, los nuestros —nuestros campeones— han demostrado tener el talento, la garra y la sangre fría necesaria para hacer temblar a los gigantes.

Y lo han hecho. Con corazón, con inteligencia, con una defensa feroz y un ataque brillante. Nos ha faltado poco. Muy poco. Y si alguien hoy no ha estado a la altura, han sido los árbitros. No lo digo como excusa de mal perdedor —porque no hemos perdido nada más allá del oro—, sino como un hecho visible. Las decisiones cuestionables, los criterios desiguales y ciertas concesiones descaradas al rival han empañado en parte lo que podría haber sido una gesta inolvidable.

Pero a pesar de todo, hoy hemos vivido uno de los mejores partidos de baloncesto en muchos años. Una final que ya forma parte de la historia. Porque este equipo —nuestro equipo— ha vuelto a demostrar que lo suyo no es flor de un día. Que no son promesa: son presente y futuro. Con figuras consolidadas como Pau Gasol, Navarro, Rudy Fernández, Felipe Reyes, Garbajosa, Raúl López y, por supuesto, mi paisano Calderón, cuya ausencia por lesión hoy se ha notado y mucho. Y con jóvenes prodigios como Ricky Rubio, que con tan solo 17 años ha jugado con una madurez pasmosa. Qué pedazo de jugador se está forjando.

Hace 24 años, en Los Ángeles 1984, España se colgaba la medalla de plata frente a otra generación de oro... americana. Hoy repetimos la hazaña, pero esta vez el sabor es diferente. No sólo porque les hemos plantado cara, sino porque sabemos que tenemos equipo para rato. Un grupo unido, valiente, que ha demostrado que el baloncesto español está en lo más alto del mundo.

Hemos ganado mucho más que una medalla. Hemos ganado respeto. Hemos ganado admiración. Y sobre todo, hemos ganado futuro. Hoy, más que nunca, podemos decir con orgullo: somos los mejores. Aunque el oro brille en otras manos, el corazón del baloncesto late en rojo.


22.8.08

24 años no son nada


La Historia, a veces, se repite. Veinticuatro años después de aquella inolvidable final olímpica de baloncesto en Los Ángeles, la selección española vuelve a plantarse en la lucha por el oro. Esta vez, tras una durísima semifinal en la que hemos derrotado a Lituania por 91-86, con más sufrimiento que brillantez, pero con el carácter que define a los equipos grandes. En el momento en que escribo estas líneas, aún se está disputando la otra semifinal entre Estados Unidos y Argentina, pero seamos realistas: salvo una hecatombe baloncestística, todo apunta a que nos volveremos a ver las caras con los norteamericanos.

Y eso, inevitablemente, me devuelve a 1984.

De aquella final guardo un recuerdo nítido y entrañable. Éramos chavales. Mi hermano y yo vimos la primera parte por televisión, embobados ante la pantalla, en plena madrugada veraniega. La segunda mitad la seguimos por la radio, mientras emprendíamos el viaje hacia nuestras vacaciones de agosto en Bolonia, Cádiz. Salíamos de casa a las cinco de la mañana en el Renault 12 de mi padre, con las ventanas bajadas y las mochilas apretadas en el maletero. Y allí íbamos, cruzando media Andalucía con la voz del comentarista narrando cómo los gigantes americanos, con Pat Ewing, Alvin Robertson o Sam Perkins, nos pasaban por encima con aquella superioridad tan suya. Aun así, aquel grupo —los Epi, Corbalán, Fernando Martín, Iturriaga, Solozábal— nos hizo soñar. Hicieron historia.

Sabíamos que era casi imposible plantarles cara, pero se hizo lo que se pudo. Y sobre todo, se encendió una chispa. La que años después explotaría con la generación dorada que nos ha llevado a lo más alto del baloncesto mundial.

Hoy, esa chispa arde con más fuerza que nunca.

La selección de 2008 ha madurado, ha aprendido de sus derrotas y ha asumido su grandeza. Con Pau Gasol liderando como lo que es, uno de los mejores jugadores del planeta, con Navarro encendido, con Rudy haciendo diabluras en el aire y Ricky Rubio, ese niño con mirada de adulto, asombrando al mundo con apenas 17 años. Sin olvidar a Felipe Reyes, Garbajosa, Calderón (lesionado pero presente), y a todos los que han hecho posible esta nueva hazaña.

Tal vez los estadounidenses vuelvan a ser favoritos. Tal vez vuelvan a tener más músculo, más NBA, más leyenda. Pero esta vez no somos los invitados. Esta vez venimos a competir de igual a igual. Y pase lo que pase en la final, ya hemos ganado algo que no se mide en puntos: el respeto de todos.

Bolonia sigue allí, el Renault 12 ya no. Pero el baloncesto —y los recuerdos que trae— sigue encestando en lo más hondo de nuestras emociones.


Antes de aquella final olímpica de 1984, que muchos aún recordamos como si fuese ayer, se jugó una semifinal que, para muchos, fue una auténtica gesta. España se medía nada menos que con la Yugoslavia de un joven llamado Dražen Petrović, que por entonces ya apuntaba maneras de genio y que años después acabaría convertido en leyenda. Aquel partido fue una proeza de una generación de jugadores que nos hicieron soñar despiertos: Romay, Corbalán, Iturriaga, Arcega, Solozábal, Sibilio, Chicho Creus, De la Cruz, el añorado Fernando Martín y algún otro nombre que la memoria a veces juega a ocultar. Todos ellos bajo la batuta de otro inolvidable, Antonio Díaz-Miguel, aquel seleccionador de voz suave y convicción firme que supo llevarnos a lo más alto cuando nadie lo esperaba.

Aquel grupo nos llevó a la primera gran final de nuestra historia. La disputamos contra los Estados Unidos y, aunque sabíamos que ganar era una utopía, la ilusión fue tan real que aún hoy se recuerda con el brillo de las gestas imposibles.

Este domingo, a las ocho y media de la mañana, volveré a hacer lo mismo. Me levantaré para ver la final de Pekín 2008, esta vez en soledad, con el café humeando en la cocina y el televisor como única compañía. Y no sé muy bien por qué, pero sé que algo de nostalgia se apoderará de mí. No sólo por el baloncesto, sino por lo que rodea esos recuerdos: aquel verano de 1984, la infancia, los veranos largos, las radios que narraban hazañas mientras cruzábamos España en coche, los que ya no están, los que éramos antes de saber todo lo que ahora sabemos.

A veces uno se da cuenta de que veinticuatro años, aunque sobre el papel parezcan mucho, en realidad no son nada. Apenas un suspiro. Aquel niño que madrugó para escuchar una semifinal con su hermano sigue estando dentro. Hoy ve el partido desde otro lugar, con otra edad, pero con la misma pasión.

Porque el tiempo pasa, sí, pero hay emociones que no caducan. Hay recuerdos que se quedan, como una medalla invisible colgada del alma.


19.8.08

Y Fermín Cacho me respondió.


Esta tarde el Campeón Olímpico de los 1500 metros en Barcelona 92, Fermín Cacho respondiendo las preguntas de los lectores en www.elpais.com analizaba la final de los 1500 metros en la que el Español Juan Carlos Higuero ha terminado quinto. Yo por probar envié mi pregunta hace un rato y cual ha sido mi sorpresa cuando he visto que ha sido una de las seleccionadas. Aquí os pongo pregunta y respuesta:
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Si en esta carrera hubiera estado el Fermín del 92 se los hubiera merendado a todos. ¿no crees que esta prueba anda algo devaluada en los últimos tiempos?. Un saludo Campeón. Alberto López Cordero 28. 18:34h.

No sé si me los hubiese merendado a todos, pero sí hubiese competido con otra actitud y otra forma. También es cierto que en los tiempos en que yo corría se corría muy rápido, ha sido la época del atletismo mundial en que más se corría, ahora falta eso. Y creo que lo que falta ahora es echarle más ganas y creerse lo que se está haciendo.
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No sé, pero a mi me ha hecho cierta ilusión que todo un campeón Olímpico, que por cierto, guardo aquella carrera en video después de tantos años, me haya respondido aunque sea a una pregunta simple y chorra. 23 añitos tenía Fermín Cacho cuando ganó aquella mítica medalla de oro en la prueba reina de atletismo. Hoy, retirado hace varios años sigue ligado al mundo del atletismo, ya que pocos como él pueden enseñar a las nuevas generaciones, que ójala dentro de unos años nos den las mismas alegrías.

27.7.08

Los siete magníficos

Federico Martín Bahamontes. Vencedor Tour de Francia 1959
Luis Ocaña. Vencedor Tour de Francia 1973
Pedro Delgado. Vencedor Tour de Francia 1988
Miguel Indurain. Vencedor Tour de Francia 1991,1992,1993,1994 y 1995
Oscar Pereiro. Vencedor Tour de Francia 2006
Alberto Contador. Vencedor Tour de Francia 2007
Carlos Sastre. Vencedor tour de Francia 2008

24.7.08

Carlos Sastre


En el mes de julio, las siestas están prohibidas, al menos para mí. Y no es por capricho, sino por la apasionante retransmisión del Tour de Francia, ese maravilloso evento deportivo que sigo con fervor desde 1983. Aquella inolvidable edición en la que Ángel Arroyo nos hizo soñar con la victoria española, aunque finalmente fue el francés Laurent Fignon —poco querido entonces por muchos aficionados al ciclismo— quien se llevó el maillot amarillo.

Ayer volvimos a soñar, otra vez. Después de dos años de gloria con las victorias de Óscar Pereiro y Alberto Contador —quien, por cierto, aunque ganó el Giro de Italia este año, no pudo competir en el Tour—, Carlos Sastre, ese guerrero de la bicicleta forjado en mil y una batallas, nos regaló una jornada para el recuerdo. Con sus 33 años, y la experiencia acumulada, se impuso en la etapa reina de esta edición, una de esas etapas míticas que el tiempo no olvida, y logró enfundarse por primera vez en su carrera el tan ansiado maillot amarillo.

Quedan aún cuatro etapas, incluida la contrarreloj de mañana. Tal vez Carlos no llegue vestido de amarillo a París, tal vez el himno español no suene en los Campos Elíseos este domingo, pero lo cierto es que hemos disfrutado del ciclismo en su estado más puro. Este Tour 2008 quedará grabado en la memoria, al igual que aquel de 1983, en el que otro abulense nos robó la siesta y nos regaló horas de pasión y emoción para los aficionados a este deporte. ¡Bravo, Carlos!

7.7.08

Cuando no ganábamos en casi nada


Parece que ha transcurrido una eternidad, pero no hace muchos años el deporte Español se basaba en el quiero y no puedo con muy pocas victorias a nivel internacional. Recuerdo cuando los héroes deportivos de este pais se limitaban a Ángel Nieto en motociclismo, Severiano Ballesteros en golf y poco más. De como me supo a gloria bendita el bronce de José Manuel Abascal en los 1500 metros(foto superior) y la plata de la Selección de Baloncesto en los juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984, aunque siempre teníamos alguna que otra medallita más en algún que otro deporte de menor repercusión como la vela o el tiro. Después la misma canción que se repetía una y otra vez, jugamos como nunca y perdimos como siempre, llegabamos a muchas finales pero pocas victorias.
Poco después aparecerían grandes campeones como Pedro Delgado y Miguel Indurain, pero el de Villava colgo la bici un día y parecía que jamás volveríamos a campar a nuestras anchas por los campos Elíseos.
En Barcelona en 1992 se dieron los primeros pasos para ir allanando un largo camino y con ello algo empezó a cambiar hace una década y más aún en los últimos cinco años: dos mundiales en Formula 1 a cargo de Fernando Alonso, dos Tours de Francia ganados por Oscar Pereiro y Alberto Contador, un Giro de Italia también por Contador, un mundial de Baloncesto, ahí es nada, otro mundial en Balonmano, Gasol en la final del NBA, una Champions League del F.C Barcelona, tres mundiales de motociclismo de Jorge Lorenzo y otros dos de Dani Pedrosa con serias aspiraciones a conseguir nuestro primer mundial en Moto GP (sin contar en de Álex Crivillé en 1999 en la cilindrada reina por aquel entonces de 500cc), 18 medallas Olímpicas en Atenas en 2002, la tan celebrada Eurocopa de la Selección de fútbol la pasada semana, cuatro Roland Garrós consecutivos y la gran final de ayer en Wimbeldon por Rafa Nadal.
Tal vez nos estemos malacostumbrando, pero sin duda estamos viviendo la época más gloriosa del deporte en España y tal y como están las cosas esto parece que va para largo. Que dure.

22.6.08

Dos partidos más y me rapo


Madre del amor hermoso y nuestra señora del pasamontañas de lana¡¡ Qué tensión ¡¡. Acabamos de ganar a los espaguettis en la tanda de penaltis y hemos pasado por primera vez desde que Bruce Willis tenía pelo a semifinales de una gran competición. Lo dicho, dos partidos más ganados y me rapo al cero. Una tilita por favor...

21.6.08

La promesa


Llámese promesa, propósito, apuesta o simplemente un acuerdo verbal, da igual. El caso es que cuando estás tomando café con los compañeros de trabajo, el tema más recurrente y socorrido es el fútbol, aquí, en Cuenca, en Madrid, en Zafra, en Soria, en Toledo, en Huelva y hasta en Arroyo de San Serván. Y claro, están los eufóricos por la buena marcha del combinado nacional, que si este año si, que somos lo mejores, que si a por ellos oe oe oe, que si nadie se acuerda ya del tuercebotas delantero del Real Madrid que Aragonés no quiso convocar. Por otro lado, los pesimistas y desilusionados, más que nada por costumbre y tradición arraigada. En fín, las típicas charlas futboleras con café o caña de por medio.
Tal es mi grado de confianza (¡ja¡), que acepté el reto de mi compañero Raúl (Salguero, no González), de que en el hipotético y remoto caso que la selección Española consiguiese ganar la Eurocopa nos raparíamos la cabeza al cero, o sea, pelones del todo. Como estoy casi convencido, aunque ójala me equivoque, que de mañana no pasamos ante los Italianos, lo más seguro sea que no llegue a ese extremo, aunque ya digo que si se logra tal proeza cumpliré mi promesa con mucho gusto y durante un tiempo abandonaré el peine en la bolsa de aseo. ¿Alguien más se quiere unir a este reto?

14.6.08

Goles y Tim Burton


Esta pasada semana he estado tan liado que hasta hoy no he podido ver ni un sólo partido de la Eurocopa. Y uno no es que sea un futbolero empedernido, ni mucho menos, pero tengo que reconocer que me gusta ver un buen partido donde practicamente se juegan el seguir o no en competición. Esta tarde y con la única compañía de Agustina, mi ardilla coreana y Arantxa mi tortuguilla, he visto el partido entre España y Suecia y está claro que si sufrir es lo que quiere uno no debe perderse ningún partido de la selección ya sea en un mundial o en una competición como esta. 2-1 final con gol de Villa en el tiempo de descuento. Un sólo partido y ya estoy sobresaturado de fútbol. En fín, para desconectar de tanto nervio ahora voy a ver "Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet", la última peli dirigida por Tim Burton con Johnny Deep como protagonista, peli que tengo muchas, muchas ganas de ver. Ya contaré que tal está, si le interesa a alguien y si no, pues también, qué coño.

11.2.08

Oeeeeeé, oé, oé, oeeeeeeé


Ha costado lo suyo, pero hoy por fín después de no sé cuantos partidos, hemos conseguido nuestra primera victoria en la liga local de empleados públicos por un más que merecido 4-2 contra los de la Asamblea de la Junta de Extremadura. Así que como es de merecer y como les he prometido a los chicos, aquí están las fotos del partido y la posterior celebración en vestuarios tal y como si hubiesemos ganado la mismísima final de la Champions League, je,je. Teníamos esa espinita de ganar algun partido, que aunque oportunidades ha habido no se ha podido materializar hasta hoy. Felicidades a todos y que no sea el único.

9.11.07

Lesión

Decía una animosa canción que solíamos cantar en las excursiones que “el dolor más doloroso, el dolor más inhumano, es pillarse los cojo… con la tapa del piano”. Pues bien, ese dolor nunca lo he experimentado, entre otras cosas porque el piano que tenemos en casa es de pared y no de cola, por lo que carece de tapa alguna.

Inhumano o no, el dolor que sí tuve anoche mientras entrenaba jugando al futbito fue bastante intenso: un latigazo, una subida o sobrecarga en el gemelo izquierdo que me dejó paralizado durante un buen rato, a pesar de los intentos desesperados de reanimación y calmantes por parte de mis compañeros.

Esta mañana me he levantado con un dolor importante en la zona, y aun así me las he arreglado para ir a trabajar, ya que hoy empiezo unas minivacaciones de nueve días y no era plan de darme de baja, aunque prácticamente no pudiera caminar, algo que en mi oficio es más que necesario.

Esto me ha servido una vez más para darme cuenta de que, a mis casi 35 años, y a pesar de que llevo cinco meses practicando deporte de nuevo después de casi cuatro años de inactividad, el cuerpo va perdiendo agilidad y fondo físico que tuve en su día. No logro terminar de coger la forma y sigo sintiendo cierto agarrotamiento al correr.

Estos días de descanso me van a venir de perlas para reposar, reflexionar y decidir si continúo con la práctica de este deporte o si empiezo a pensar en la retirada. Nos hacemos mayores, y hay que saber escuchar al cuerpo antes de que se tome decisiones por nosotros.


15.10.07

Vuelve el "Drink" Team


No estamos todos los que éramos… pero casi.

Casi cuatro años después, volvemos a reagruparnos. Sí, nosotros, aquel equipo mítico de funcionarios con más voluntad que forma física. Si han vuelto The Police, los Héroes del Silencio y hasta OBK, ¿por qué no íbamos a volver nosotros?

Eso sí, algunos con más kilos, otros con más canas, todos con más años. Pero lo importante es que aquí estamos otra vez, listos para dar guerra (o al menos correr diez minutos sin ahogarnos) en la liga local de funcionarios. Porque sí, esta vez vamos en serio: nos hemos inscrito oficialmente y ya estamos en competición.

De momento, dos partidos amistosos de pretemporada… con resultados que hablan por sí solos: 7-3 y 6-0. Sí, ambos derrotas. Pero lo importante es participar, ¿no? Esta tarde nos enfrentamos a los de la Consejería de Medio Ambiente, que por lo visto fueron campeones el año pasado. Así que, que San Críspulo nos coja confesados…

Bromas aparte, da gusto reencontrarse con los compañeros fuera del ambiente laboral, sudar un poco, soltar carcajadas, recordar viejos tiempos y, de paso, intentar bajar alguna lorcilla acumulada desde la pandemia (y desde la pre-pandemia también, seamos sinceros).

Ah, y si os fijáis en la imagen inferior, podréis observar mi depurado y elegante estilo futbolístico… mientras veo correr como gacelas a los que nos metieron seis goles como quien reparte churros.

Seguiremos informando.