
Ha fallecido a los 94 años Alfredo Stroessner, ex dictador paraguayo, célebre por una larga lista de "méritos" que, en cualquier universo paralelo decente, lo habrían inhabilitado para vivir siquiera en comunidad. Entre sus más sonadas aportaciones al mundo figura el haber dado cobijo durante años al carnicero de Auschwitz, el doctor Joseph Mengele, símbolo máximo del sadismo con bata blanca. Ya hablé de sus tropelías hace un tiempo, al leer una biografía que, por momentos, parecía más una novela de terror que un documento histórico.
Y yo me pregunto, en este mundo donde todo parece tener una lógica perversa: ¿ser un asesino, represor y corrupto garantiza una longevidad envidiable? Stroessner no ha sido el único. También tenemos a Pinochet, que logró sortear los tribunales de medio planeta gracias a su "delicado estado de salud", mientras seguía contando billetes y dando paseos con sombrero.
Y vuelvo a preguntarme, con un punto de sarcasmo casi teológico: si están tan malitos, si tan frágiles y moribundos se declaran en cada juicio... ¿por qué no se los lleva de una vez su santo señor para evitarles tanto sufrimiento? ¿Dónde está ese rayo vengador que prometían los púlpitos para los malvados?
En fin. Que descanse. O mejor dicho, que cada cual descanse donde y como le corresponda, según su biografía. Porque hay vidas que pesan más que mil cadenas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario