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21.4.20

Días como estos

Hasta hoy he sobrellevado el confinamiento con la entereza que permite una rutina impuesta por las circunstancias, aunque no sin cierta dificultad para calibrar con precisión el alcance de todo lo que veo, escucho y , sobre todo,  siento. No ha sido fácil encontrar el equilibrio en medio del estruendo informativo, de las cifras, del miedo sordo y de esa sensación difusa de intemporalidad que convierte los días en un todo homogéneo. Y, sin embargo, puedo decir que he "resistido" , sí, en el sentido más estoico del término, durante casi mes y medio.
Hoy, sin embargo, ha sido diferente. Ese limbo que se abre entre un día laborable y otro, una especie de grieta en la rutina, me ha golpeado con una melancolía inesperada. Era previsible, por supuesto. Ningún confinamiento es inmune a las grietas emocionales. Y este ha sido uno de esos días en los que hasta acertar se convierte en error y en los que la realidad pesa como una losa demasiado concreta.
No escribía aquí desde hacía más de dos años. Este blog, que en otro tiempo fue confidente y espejo, ha ido quedando arrinconado, como una vieja cinta VHS que sabes que guarda tesoros, pero que rara vez te detienes a rebobinar. Pensé, al inicio de esta clausura global, en escribir un diario del confinamiento. Pensé que, quizás, pudiera servir de catarsis o de huella para el futuro. Me imaginé contando con detalle mis lecturas, películas, series, las peripecias del cocinillas improvisado en que uno se convierte cuando la nevera y el tiempo se confabulan, y también esas conversaciones con Blanca, que, con una paciencia más digna de estudio que de elogio, ha aguantado mis oscilaciones anímicas y mis recurrentes tormentas interiores.
He caminado por casa. Literalmente. Hasta 12 kilómetros en una jornada, emulando —salvando distancias metafóricas y literales— mis paseos por la isla, aunque sin árboles, sin patos, sin Guadiana. Solo yo, mi sombra, y ese reencuentro diario en el pasillo en el que, cruzándonos sin mirarnos del todo, nos reconocemos en la inercia. Ella me observa, incrédula, entre la sonrisa y el tedio, mientras yo intento hacer deporte en 90 metros cuadrados con la torpeza de un ermitaño moderno.
Y sin embargo, el blog quedó mudo. Lo relegué, como tantos otros hábitos, por la inmediatez de las redes sociales, por la efímera descarga de dopamina que ofrecen los likes, y por esa falsa sensación de haber compartido algo sin haber dicho realmente nada.
Leo las noticias, casi con un automatismo malsano. Y sé que no me hace bien. Lo sé. Pero uno se obstina en la sobreinformación como quien escarba en una herida para comprobar si sigue doliendo. Y claro que duele. Y claro que todo esto va para largo. A veces nos envuelve un espejismo de optimismo, una corriente superficial que nos invita a creer que todo pasará pronto, que despertaremos de esta pesadilla y que el mundo seguirá girando como antes. Pero ya intuimos que no será así. Que la normalidad que conocimos está, al menos por ahora, en suspenso. Que tal vez no regrese del todo jamás.
Si algo hemos aprendido —y no es poco— es la futilidad de los planes a medio o largo plazo. La renuncia forzada a nuestras pequeñas certezas. No poder ir esta Semana Santa a Miranda del Castañar, ese refugio de paz, de piedra y de silencios limpios, fue el primer golpe de realidad que me hizo comprender que la vida, ahora, debe vivirse en formato breve. El día a día como horizonte. El presente como única certeza.
No sabemos si volveremos a Lanjarón, a Benarrabá, a Estoril, a Losar de la Vera o a Mojácar. Si pisaremos de nuevo La Lola, B-Nomio, La Carbonería o El Trece Uvas. Si habrá cañas en El Pestorejo o churros en el Sanarra. Si se alzará el telón en el Gran Teatro o si Ipiña cantará para los suyos en una de esas noches que parecen abrazar al mundo. Todo eso, hoy, es literatura de la memoria.
Vivimos días insólitos, pensamientos extraordinarios, emociones atípicas. El mundo, como lo concebíamos, ha virado en un eje invisible, y nosotros con él.
Y pese a todo, pese a la incertidumbre, el cansancio, el encierro y la nostalgia, que no nos falte un canto de esperanza. Que no nos falte la promesa de un nuevo amanecer, como los de Miranda del Castañar vistos desde la terraza del apartamento de la muralla, cuando el sol asoma entre los tejados y uno cree, aunque sea por unos minutos, que todo encaja.
Hay que resistir. Porque quien resiste, al final, vence.

21.2.18

El dulce sabor de la venganza

 Ocurrió una mañana del pasado verano, en una terraza onubense, a la hora sagrada del desayuno. El sol se colaba entre los toldos a rayas mientras el camarero, con una precisión casi ceremonial, depositaba sobre la mesa un zumo de naranja recién exprimido y un café expreso bien cargado, digno del mismísimo comisario Maigret.
—El dulce sabor de la venganza —dijo él, sin apartar los ojos del periódico, como si citara a Séneca o estuviera dando comienzo a un tratado moral.

—Esa satisfacción —continuó, con tono doctoral y cucharilla en mano— es lo que mueve el mundo, reconócelo. Es lo que ha empujado a emperadores, villanos de opereta y hasta a tuiteros en horas bajas a tomar la justicia por su cuenta mientras se deleitan con el infortunio ajeno. Ponte un clásico policíaco, de esos que ahora sólo ves si te los descargas por canales turbios, porque ya ni en La 2 a las tres de la mañana se dignan a emitirlos. Y verás que siempre es lo mismo: la venganza como motor, como obsesión, como la gasolina del antihéroe. Ese personaje al que la vida le ha ido tan mal que ya sólo le queda el consuelo de ajustar cuentas. Los nacidos para perder, los que saben que ni Dios, ni la Justicia, ni ese ente vaporoso al que llamamos ‘el tiempo’ van a poner nada en su sitio. Yo llevo treinta y cinco años esperando que el tiempo actúe en mi favor y lo único que ha hecho es darme canas, colesterol y una factura de gas desorbitada.

Su amigo, que hasta entonces había estado sorbiendo su café con aire distraído, levantó una ceja, mitad en broma, mitad en serio.
—Pero vamos a ver... A tu edad, ¿te crees James Cagney en Contra el imperio del crimen?

—Hombre, no. En todo caso, me vería más como Cliff Robertson en Bajos fondos, pero con menos presupuesto. Lo que pasa es que nadie quiere reconocer que la venganza está en todas partes. Dicen que potencia el crimen, que está detrás de asesinatos, tiroteos, puñaladas traperas y sesiones de control al gobierno. Mira a Trump. ¿Por qué crees que llegó al poder? ¿Por carisma? No. Por venganza. No suya, ojo, sino de esa América profunda, con la bandera pinchada en el césped del jardín y la escopeta detrás de la puerta. Una venganza silenciosa, con gorra de béisbol.

Y no te vayas muy lejos: DiCaprio. ¿Sabes por qué le dieron el Óscar por El Renacido? Por venganza, también. Estaba hasta los bemoles de que la gente dijera que en la tabla del Titanic cabían los dos. Que si Rose esto, que si Jack lo otro. Pues ahí lo tienes, cruzando montañas, sobreviviendo a osos y saltando cascadas para vengar a su hijo… y, de paso, zanjar el asunto de la maldita tabla. Que sí, que cabían los dos, que hay estudios en Internet. ¡Infografía y todo!

—Y Edmundo Dantès —intervino su amigo, con un brillo de erudición—. Eso sí que fue una venganza en condiciones. Lo demás, coña marinera.

—¿Edmundo Dantès? ¿El del Baile del pañuelo?

—No, hombre, ese era Leonardo. Leonardo danés. Que por cierto, conozco a un primo suyo que vive en San Vicente de Alcántara.

—¡Claro! Es que entre Leonardos, DiCaprios y daneses, me estoy haciendo un lío de tres pares…

—Edmundo Dantès. El Conde de Montecristo. ¿Habrás leído el libro de Dumas?

—Pues no sé… creo que vi una miniserie hace años. Un tipo al que meten en una mazmorra hasta que le crece la barba como a un profeta del Antiguo Testamento, ¿no?

—Esa misma. Y luego escapa, se hace rico, guapo, cultísimo, compra medio París y se venga de todos. Una oda al rencor bien gestionado.

—Hombre… no sé. No deja de ser una novela. Ficción, como MasterChef.

—Ficción o no, la venganza está inscrita en nuestro ADN. En muchas culturas antiguas, la familia de un asesinado tenía derecho a matar al asesino. Era el método disuasorio por excelencia. Nada de juicios ni recursos. Diente por diente. Literal.

—Puede que tengas razón —dijo su amigo, encogiéndose de hombros—. Puede que sea algo muy humano eso de querer devolver el golpe, encontrar un placer casi orgásmico en ver cómo el otro paga por lo que hizo. Pero también creo que hay algo aún más humano en perdonar. En mirar hacia otro lado, soltar el lastre y seguir caminando. Quizá más difícil, pero más humano.

Se levantaron de la mesa y, sin decir mucho más, pusieron rumbo a la playa, con las toallas al hombro y el sol ya picando con ganas. Nunca supe de qué venganza hablaban ni si llegó a consumarse. Y, por supuesto, no volví a verlos durante el resto del verano. Aunque, por lo que oí aquel día, tampoco me sorprendería encontrarlos en la sección de sucesos de algún periódico local... o en la cola del Carrefour, discutiendo por unas natillas caducadas.

3.7.17

De las infelicidades y otros demonios



De vez en cuando me detengo a pensar en las felicidades e infelicidades que forman parte de nuestras rutinas. Y llego a sospechar que la infelicidad, en realidad, es sólo una cuestión de fe. De fe en nosotros mismos. Al final, somos tan desgraciados como decidamos permitirnos serlo.

Si alguien insiste en que no veamos las cosas como deberían ser, al menos veámoslas como realmente son. No como les gustaría que las viéramos. Tal vez, al final, la mejor opción sea convertirnos en cínicos. Pero no de los amargados, sino de los lúcidos.

Puede que sea cierto eso de que la vida verdadera es la que nunca vivimos. Pero siempre nos queda un recurso: soñarla. Imaginarla. Y eso, para según qué días, puede ser casi lo mismo que vivirla.

Nadie podrá decir que no eres una persona sensata, moderada, dialogante… si eres capaz de llegar a un completo acuerdo con cualquiera. Siempre que te dé la razón, claro.

La convivencia es esencial. Fundamental. Necesaria para mantener en pie este delicado equilibro que llamamos sociedad. Deberíamos, por tanto, llevarnos bien con todo el mundo. O al menos hasta que alguno nos venda… o nos clave el puñal por la espalda.

Hay quien dice que existe una fórmula, más o menos efectiva, para acercarse a algo parecido a la humildad: imaginar que somos una simple mota de polvo flotando —brillante, si quieres— en el aire de una mañana soleada. Vamos, ni más ni menos que lo que somos.

Como suele repetir alguien que conozco: si tomas un círculo y lo acaricias demasiado, se vuelve vicioso. Quizá, entonces, sea mejor ser cuadrado que redondo.

Y para cerrar, un diálogo de sabios… o de espabilados de la vida:

—Yo, con muy poquito, me contento. Aunque siempre deseo mucho.

—No hay hombre tan contento que, teniendo novecientos noventa y nueve, no quiera llegar a los mil.


10.5.16

Cama roja


Las voces del pasado dicen que nos integremos
 en una opción política
y que esta juventud casquivana se disipa a sí misma
 entre el alcohol y la melancolía.

Yo quisiera luchar en contra del capitalismo
 pero veo al pueblo comunista.
 Tantos años pasando el hambre de la esperanza
 para rendirse al becerro de oro.

Cuando veo tus ojos son mis 68.
 Lo demás ya no existe, tú lo haces mentira.
 Son demasiado hermosos
 para ser de derechas.
 Compromiso político y amor adolescente,
que más da…

 Con hacer roja la cama
creo que será suficiente.
 Así serán nuestros sueños
 tan rojos que un día seremos valientes.

La sábana en la ventana
 para que todos la vean
y nuestra cama tan roja,
 la cama tan roja, …
 El ocaso sobre la marea.

Tan solamente creo en la belleza de tu cuerpo
 que se marchita al ritmo de la caja del reloj.
No empuñaré más rifle que mi sexo tan pequeño
 para traerte de nuevo a mi lado.

Ojalá no pienses que mi desengaño es pereza.
 Mi memoria me demuestra
 lo estéril de la lucha burocrática.

Pienso que tras las grandes revoluciones racionales
 se restaura sonriendo el orden anterior
y los que murieron a manos de rebeldes
 pudieron engendrar a ese Mesías que no viene,
 así que déjame decirte
que entre lo malo y lo peor
 yo no elijo nada y sigo soñando.

Cuando veo tus ojos son mis 68.
 No pueden hacer nada frente a un colt 45.
 Tengo unas figurillas que no se venden nada
pero son tan hermosas que ya no me da miedo
 y tampoco a ti.

 Con hacer roja la cama
 creo que será suficiente.
Así serán nuestros sueños
 tan rojos que un día seremos valientes.
La sábana en la ventana
para que todos la vean
 y nuestra cama tan roja,
 la cama tan roja, …
 El ocaso sobre la marea. (Juan Antonio Castillo)

22.4.16

Waiting

En su breve estancia en este bajo mundo, sólo había recibido desengaños, desencantos, fracasos y burlas, así que tan cabreado y encrespado se encontraba, que a partir de aquel momento sólo se dedicó a esperar en lo alto del monte a que regresaran a buscarle para volver a sentir en su planeta todo lo que en la tierra le habían negado.

29.2.16

Le quería tanto

¡Te quiero tanto!,¡Te quiero con toda mi alma!,¡Te quiero tanto que daría mi vida por tí¡ ¡Te prometo que te quiero, de verdad, créeme! ¡Te quiero! No hago otra cosa durante todo el día que pensar en tí y jamás te dejaría por otro...¡pero no me pegues más, por favor te lo pido!

21.2.11

Albert Desalvo, el estrangulador de Boston.


Últimamente, me ha dado por revisitar clásicos del cine en DVD, esos filmes que en su día marcaron época o quedaron grabados en la memoria por algún motivo especial. Ya sean bélicas de los años 40 y 50, westerns de los 60 o grandes superproducciones de las décadas posteriores, siempre hay algo que te atrapa. Lo curioso es que al cabo de los años muchos recuerdos se desdibujan, los argumentos se entremezclan y, en ocasiones, la lógica parece ausente al tratar de reconstruir esas historias que en su día nos impactaron.

Así que en uno de esos días me hice con un ejemplar de El estrangulador de Boston, película de 1968 protagonizada por dos auténticos monstruos del cine: Henry Fonda y el recientemente fallecido Tony Curtis. Metí el DVD en el reproductor y, ¡zas!, como si la hubiera visto hace un par de meses, el filme volvió a atraparme. Creo recordar que la vi por primera vez en una de aquellas sesiones de "Sábado Cine" que TVE emitía en los años 80, justo después de Informe Semanal. Por entonces, con solo dos canales públicos y una audiencia muy repartida, esos programas eran verdaderos eventos.

Pero no quiero hablar tanto de la televisión española ni del film en sí, sino del personaje real en el que está basado: Albert DeSalvo, tristemente conocido como el Estrangulador de Boston. Porque, sí, la historia fue real y sucedió a comienzos de los años 60 en la ciudad estadounidense.

Albert DeSalvo parecía un hombre común, un tipo normal y corriente, casado, padre de dos hijos, empleado en una fábrica de cauchos. Nadie podría haber sospechado que tras esa apariencia anodina se escondía un asesino en serie. Vivía una existencia rutinaria: de la fábrica a casa y de casa a la fábrica, sin levantar sospechas entre sus compañeros o vecinos. Su juventud estuvo marcada por algunos altercados menores, pero nada que apuntara a lo que estaba por venir.

Nacido en Massachusetts en 1931, DeSalvo fue uno de cinco hermanos. Su infancia estuvo marcada por la violencia doméstica, ya que su padre era un hombre agresivo que golpeaba a su esposa y a sus hijos. Esta situación desembocó en el divorcio y el posterior nuevo matrimonio de su madre, lo que deterioró aún más la relación con Albert. Ya adulto, y tras alistarse en el ejército, fue destinado a Alemania, donde conoció a la que sería su esposa, con quien tuvo dos hijos, a los que adoraba y con quienes compartía largas horas jugando o viendo televisión.

Entre junio de 1962 y enero de 1964, Boston fue el escenario de una ola de terror provocada por trece asesinatos. Las víctimas, en su mayoría mujeres de edad avanzada, fueron estranguladas con una violencia fría e implacable. DeSalvo aprovechaba el espacio de tiempo entre la salida del trabajo y su llegada a casa para cometer estos horribles crímenes, eligiendo a sus víctimas por su fragilidad e indefensión.

La historia de Albert DeSalvo es, más allá del thriller o el drama, un estremecedor retrato de la oscuridad que puede ocultarse tras una apariencia banal, y la manera en que el mal puede infiltrarse en lo cotidiano sin que nadie lo advierta hasta que es demasiado tarde.

Hechos más o menos similares hemos visto, por desgracia, decenas de veces, tanto fuera como dentro de nuestro país. No es algo nuevo, ni exclusivo de un lugar o época. Sin embargo, lo que siempre me ha intrigado —y creo que a muchos también— es qué es lo que lleva a una persona, que aparentemente parece normal, con una vida cotidiana totalmente común, a convertirse en un monstruo capaz de cometer tales atrocidades.

Personas que podrían ser vecinos, amigos de la infancia, compañeros de trabajo, que comparten con nosotros preocupaciones típicas y terrenales: la hipoteca, el coche, el fin de mes ajustado, las vacaciones soñadas. ¿Qué mecanismos invisibles en su mente se activan para desencadenar el horror? Por mucho que la psiquiatría intente explicar con términos como trastornos disociativos, personalidades múltiples o esquizofrenia paranoide, la verdad es que me cuesta creer que alguien pueda adentrarse realmente en la oscuridad que habita en la mente de uno de estos asesinos y entender qué fue lo que les llevó a cruzar esa línea definitiva.

Y ahí reside el verdadero miedo, el temor profundo y constante, porque nunca sabremos con certeza quién es capaz de cometerlo. Esa persona terrible puede ser, en apariencia, el vecino del piso de enfrente, un amigo de la infancia con el que compartiste risas y juegos, o el cajero del supermercado donde vas a comprar cada día sin levantar sospechas.

Albert DeSalvo fue condenado a cadena perpetua en 1966, pero no pudo cumplir mucho tiempo su condena: fue asesinado por un compañero de celda en 1973. Y sin embargo, su historia sigue resonando como un oscuro recordatorio de lo frágil que es la línea que separa la normalidad de la locura y la barbarie.

30.11.10

Fútbol y crisis

Curioso es que, en tiempos de crisis, un partido de fútbol como el de ayer entre el F.C. Barcelona y el Real Madrid se haya convertido en el evento futbolístico más visto en la historia de la televisión de pago en España. Más de un millón y medio de espectadores sintonizaron Gol Televisión, mientras que en Canal+ Liga, la otra opción de pago para seguir el encuentro, se acercaron al millón. Y eso sin contar a los millones que, no teniendo acceso a estas plataformas, optaron por ver el partido en el bar más próximo, en casa de amigos o familiares, o bien escucharon la radio o lo siguieron por internet desde sus dispositivos.

Ya sabemos cómo es esto: crisis, lo que se dice crisis, pues sí, la hay y bien dura. Pero hay ciertas cosas que parecen inmunes a ella. Ferias, fiestas, puentes, vacaciones veraniegas y, por supuesto, esos pubs y bares de fin de semana donde nadie parece escatimar cinco euros mínimo por una copa. La vida sigue, o al menos se intenta, y el fútbol, al fin y al cabo, es un refugio perfecto.

Ayer se repitió la historia: el Nou Camp a reventar un lunes a las 21:00 horas. Quien no pudo ver el partido en casa, se las apañó para ir a casa de un amigo, un familiar, un vecino. Las peñas, ya sean de los blancos o de los blaugrana —que no son pocas en España— llenaron sus locales hasta el último asiento. Y si nada de eso era posible, siempre queda la vieja confiable: el transistor en la oreja o la conexión a internet para no perderse ni un detalle.

El fútbol no resuelve problemas. No reduce el paro, no sube sueldos, no readmite a los despedidos ni aumenta los subsidios de desempleo. No disminuye los robos ni la violencia de género. El fútbol es, simplemente, once tipos con camiseta y gallumbos corriendo detrás de un balón con la única intención de meterlo en tres maderos al final de cada lado del campo.

Sencillo, sí, pero a la vez complejo por las cifras astronómicas que mueve, por el espectáculo que genera y, sobre todo, porque si en un par de horas consigue hacer que millones olvidemos las preocupaciones y los martirios diarios, para mí ya merece el mayor de los respetos.

Habrá quien no lo entienda, a quien le aburra, o sencillamente le dé igual. Otros encontrarán su diversión en otras cosas. Pero de lo que no tengo duda es que, en tiempos difíciles, el fútbol —como otros eventos de ocio y cultura— sirve como válvula de escape, un respiro para la gente que lucha día a día con problemas reales, mientras los focos están encendidos. Porque, aunque cuando se apaguen todo siga igual, esos momentos, aunque fugaces, tienen su valor.


15.2.10

We are the World 25 for Haiti.


Veinticinco años después, se repite aquel gesto que llegó muy dentro del corazón de millones de personas. Un acto de solidaridad, de esperanza, que trascendió fronteras y que nos unió como humanidad. Veinticinco años después, seguimos siendo el mundo: algunos de los que estaban entonces ya no están, y algunos de los que están hoy no estaban en aquel momento.

Es la ley de la vida, esa que marca el paso del tiempo y la esencia del ser humano. Quizás dentro de otros veinticinco años se vuelva a repetir una iniciativa así, tal vez seamos nosotros quienes la recordemos y celebremos, o quizá sean otros, generaciones futuras que habrán heredado este compromiso y esta memoria. Y puede que, tristemente, nadie se acuerde.

Pero sea como sea, fuimos, somos y seguiremos siendo el mundo. Un mundo que late con la fuerza de quienes no olvidan, con la esperanza de quienes creen en la unión y con la certeza de que, a pesar del tiempo y los cambios, la solidaridad es un hilo invisible que nos conecta y nos define como humanidad.

15.10.09

El progreso humano


El progreso humano, a lo largo de los siglos, ha costado infinidad de víctimas y nada dice que en el presente podamos dar por clausurada esa época. Todavía vivimos en un sistema absurdo donde la relativa felicidad y libertad de unos se cimienta en el infortunio y la opresión de otros. Por desgracia, mucha gente considera esta situación como algo natural destinado a durar eternamente; incluso como algo justo. Para eso existen ideologías que proclaman la superioridad de unas razas sobre otras, de unos seres sobre los demás y hasta como último recurso, de una vida ultraterrena, donde todos seremos iguales y felices.

Santiago Carrillo (Memorias) 2006. Editorial Planeta. Edición revisada y aumentada.

19.8.09

Luis Rosales y Federico


Es curioso cómo a veces las piezas de la memoria y el tiempo encajan de forma inesperada. Hoy he recibido un libro que tenía encargado desde hace tiempo: El náufrago metódico, una antología poética de Luis Rosales, ese gran amigo de Federico García Lorca y, sin duda, un poeta extraordinario por derecho propio.

Esta misma noche, mientras veía en La 2 un documental sobre las pesquisas e investigaciones que realizó Agustín Penón en los años cincuenta acerca de la captura y asesinato de Federico, me ha sorprendido de nuevo la aparición de la imagen y la voz de Luis Rosales en la célebre entrevista que concedió a Soler Serrano para TVE en 1977. Parte de esa entrevista se puede encontrar en YouTube, aunque el fragmento que os dejo a continuación está extraído del documental Lorca, el mar deja de moverse, del cual ya he hablado en alguna ocasión.

Esas coincidencias, que parecen pequeños guiños del destino, me hacen pensar en la fuerza de la memoria, en cómo la historia, la poesía y el testimonio se entrelazan para mantener viva la llama de quienes marcaron para siempre nuestra cultura y nuestra conciencia.

Luis Rosales no solo fue testigo de aquellos trágicos momentos, sino también un portador de la voz de Lorca, un puente imprescindible entre el pasado y el presente. Hoy, entre el libro recién llegado y las imágenes de aquella entrevista, siento ese vínculo más cercano que nunca.Todo esto sucede en el día en que conmemoramos, o más bien recordamos, el vil y cobarde asesinato de Federico García Lorca. Un asesinato perpetrado por un grupo de descerebrados al mando de un gobernador civil que, consumido por el odio, ordenó la ejecución de nuestro gran poeta. Un hombre que, en palabras de Luis Rosales, solo se dejaba llevar por su ambición política, pero que jamás representó, ni representa ni representará absolutamente nada.

Junto a Lorca, siguen enterrados en algún lugar del barranco de Víznar cientos de inocentes ciudadanos cuyo único “delito” fue pensar de manera muy diferente a los fascistas que usurparon la democracia y la libertad de la sociedad española en 1936. Esos hombres y mujeres valientes, como Federico y tantos otros, pagaron con su vida por defender un ideal de justicia y convivencia.

Luis Rosales y Federico García Lorca, dos amigos, dos poetas que la historia quiso separar por la violencia y la barbarie, siguen vivos en la memoria de muchos de nosotros. Su obra, su compromiso y su legado permanecen como un faro que ilumina la lucha contra el olvido y la injusticia.

Hoy, más que nunca, recordarlos es un acto de resistencia y de amor a la verdad..

17.8.09

El video falso de Nijinsky

Hace unas semanas, los amantes de la danza creyeron ver hecho realidad un sueño largamente esperado. En YouTube comenzaron a circular unas secuencias en blanco y negro, supuestamente fragmentos de una película de 1912, donde se podía observar al gran Vaslav Nijinsky, considerado por muchos el mejor bailarín del siglo XX, interpretando, entre otras piezas, la emblemática obra La siesta del fauno.

La noticia generó un revuelo enorme. La posibilidad de contemplar en movimiento la legendaria técnica y expresión de Nijinsky, captadas con los primeros rudimentarios aparatos cinematográficos, parecía un hallazgo histórico sin precedentes. Sin embargo, no todos los expertos creyeron en la autenticidad de las imágenes. Se sabía que los bailarines y coreógrafos de la época eran bastante reacios a ser filmados. Los cinematógrafos de entonces ralentizaban la velocidad real del movimiento al proyectar las imágenes, lo que distorsionaba la esencia y el ritmo del baile, algo que para ellos no resultaba digno de mostrar.

Poco después se descubrió la verdad: lo que se había presentado en YouTube no era más que un montaje digital. Mediante sofisticados procesos informáticos, se habían creado breves secuencias de baile a partir de viejas fotografías de Nijinsky y su época. Un trabajo de gran calidad técnica que logró engañar incluso a muchos expertos y aficionados, deseosos de creer que, por fin, habían hallado las filmaciones perdidas del bailarín ruso en París.

Finalmente, una estudiosa, coreógrafa y exbailarina, experta en la obra y vida de Nijinsky, puso al descubierto el engaño. Su profundo conocimiento de las fotografías y movimientos del artista le hizo sospechar de la verosimilitud de las imágenes. Ella fue quien señaló las incongruencias y diferencias con la técnica original, desmontando la ilusión que había capturado a tantos.

Así, aunque la tecnología permita hoy recrear maravillas imposibles, este episodio nos recuerda la importancia del rigor y la honestidad en la preservación y divulgación del legado cultural. Y, a pesar de la decepción, la leyenda de Nijinsky continúa intacta, viva en la memoria y el corazón de quienes aman la danza.


La historia y la leyenda de Nijinsky otorgaban a estas supuestas imágenes una dosis extra de expectación y valor histórico. La carrera del bailarín ruso fue, en efecto, bastante breve: tuvo que retirarse con tan solo 28 años debido a graves problemas mentales que, en aquella época, la medicina no supo diagnosticar ni tratar adecuadamente. Nijinsky falleció años después, a los 60, tras pasar el resto de su vida internado en numerosos hospitales psiquiátricos y asilos, lejos de los escenarios que tanto amó.

El autor de esta farsa digital se defendió alegando que nunca tuvo la intención de presentar los videos como auténticos, y que el error estuvo en fecharlos erróneamente en 1912. Comparó su obra con la licencia creativa que Steven Spielberg se tomó al dar vida a dinosaurios que, por supuesto, nunca existieron en la realidad actual.

En fin, aquí tenéis uno de los videos que desataron la polémica. Personalmente, aunque no soy un experto en danza, no puedo evitar notar que, por muy primitivas y rudimentarias que fuesen las máquinas cinematográficas de 1912, la figura del célebre bailarín se ve demasiado artificial en la secuencia.

Este episodio pone sobre la mesa un debate importante sobre los límites entre la recreación artística, la tecnología y la responsabilidad en la difusión cultural. Porque, más allá de la técnica, está el respeto hacia la memoria y la autenticidad de figuras tan emblemáticas como Nijinsky.

9.8.09

La campana de Nagasaki


Todos los años un nueve de agosto en la ciudad Japonesa de Nagasaki suena una campana. Tal día como hoy, hace ya sesenta y cuatro años, un bombardero Norteamericano, el "Bockscar", arrojaba la segunda bomba atómica de la segunda guerra mundial tras la de Hiroshima. En un principio el objetivo era la localidad de Niigata, pero las condiciones atmosféricas de ese día hicieron que a última hora se optase por esta otra localidad de más de 240.000 habitantes.
Da igual que fuera Niigata, Kokura, otra de las opciones o como finalmente fué, Nagasaki. Nadie de los que decidieron arrojar la bomba se pararon a pensar en las más de 140.000 víctimas que produjo la explosión y sus consecuencias a través de las décadas. Había que finiquitar una guerra ya ganada y urgía hacerlo, demostrando una supremacía y un dominio aplastante sobre cualquiera que osase oponerse a ellos.
Fué una guerra inmisericorde, una guerra desencadenada por la megalomanía de un loco, pero su locura arrastró tanto a un bando como a otro a las más terribles de las acciones que el ser humano pueda cometer.
Hoy en día vemos como la irracionalidad, el fanatismo, las ansias de poder, el interés económico y los extremismos más radicales siguen estando ahí, y aunque la campana de Nagasaki suene todos los nueve de agosto para recordarnos los errores del pasado, lo que no debemos volver a cometer, el temor y el miedo siguen acechando a todos los ciudadanos inocentes como los de Nagasaki de una mañana de 1945, que sin ningun tipo de culpa ni responsabilidad fueron borrados sistematicamente de la faz de la tierra, sin una mañana nueva, sin otra puesta de sol, en un pais donde el sol al amanecer tiene un significado de vida y esperanza.
Hoy la campana de Nagasaki volvió a sonar para ellos, para nosotros y para los que en un futuro deben seguir recordando.

30.6.09

Entre todos le mataron y el solito se murió


Curiosa, pero cierta, la frase que más he escuchado en estos días: “Te acompaño en el sentimiento”.
Y no es para menos. Muchos me han dado el pésame —en persona, por teléfono, por SMS, por email, incluso por Messenger— como si se hubiese marchado alguien de mi propia familia.
Y en cierto modo, así ha sido.

Quienes me conocen desde hace años saben que he seguido la trayectoria de Michael Jackson desde siempre. Que estuve ahí —a mi manera— en sus momentos más difíciles, cuando muchos prefirieron apuntarse al linchamiento fácil. Lo defendí siempre, en público y en privado, por activa y por pasiva. Porque estaba seguro de su inocencia. Porque nunca entendí cómo se podía ensañar así con uno de los artistas más grandes que ha dado la historia, un ser excepcional, fuente de inspiración para generaciones enteras, que dedicó su vida no solo al arte, sino también a causas justas.

¿De verdad ya nadie recuerda We Are The World? ¿O sus incontables gestos solidarios? ¿O que fue candidato al Premio Nobel de la Paz en dos ocasiones?

Ahora muchos hablan de sus deudas, de su declive, de sus excentricidades… pero pocos mencionan que donó más de 300 millones de dólares a causas sociales, sanitarias y humanitarias. Una cifra que podría haber cubierto con creces todas esas supuestas deudas de las que tanto se habla hoy.

El juicio popular es cruel, implacable y con memoria selectiva. Pero los que admiramos su arte, su entrega y su esencia, no olvidamos. Y por eso duele. Porque se ha ido alguien que, sin conocerme, marcó profundamente mi vida.

Hoy, más que nunca, me uno a millones de personas en todo el mundo que sienten este vacío.
No solo se ha ido un músico. Se ha ido una parte de nuestra banda sonora emocional.


Ahora sale a la luz el testimonio del primer niño por el que Michael Jackson fue acusado en 1993. Ya adulto, declara que Michael jamás abusó de él, y que fue su propio padre quien lo chantajeó para obtener una suma millonaria —más de 20 millones de dólares— a cambio del silencio. Algo que para muchos ya era evidente, pero que solo quisieron ver quienes tenían interés en ocultarlo.

En cuanto al segundo niño, es público y notorio el historial de estafa, extorsión y robo de sus padres. A pesar de ello, Michael se prestó a ayudarles económicamente para el tratamiento contra el cáncer que padecía el niño. Y así fue como le pagaron, con falsas acusaciones.

Es una auténtica pena que toda esta verdad salga a la luz solo unos días después de su muerte. Pero, al menos, nos queda la satisfacción —y el consuelo— para quienes siempre creímos en la inocencia de ese Peter Pan eterno, cuya leyenda sigue viva más allá de rumores y medias verdades.


8.6.09

Temor

La derecha gana las elecciones al Parlamento Europeo

Muy bien para ellos. Parece que la política del miedo, del terror generalizado y del oportunismo en tiempos difíciles les ha venido de perlas. Es un patrón que se repite una y otra vez si echamos la vista atrás: en circunstancias similares, han usado sus artimañas y malas artes para apropiarse del poder en más de un país.

Que gane la derecha no me gusta un pelo, para qué voy a negarlo, y más aquí en España, donde esos personajes de rostro oscuro, tez gris y desfasada, con una moral añeja y caracterizados por una intolerancia y escasez de magnanimidad, me producen al menos un desasosiego profundo.

Pero lo que me da aún más miedo y temor es que, en otras partes de Europa —en Finlandia, Austria, Hungría, Eslovaquia y Holanda— no ha ganado simplemente la derecha, sino la extrema derecha. Esa que levanta banderas xenófobas, nacionalistas y militaristas con discursos que deberían ser ya un lastre enterrado por la historia.

¿Nos estamos volviendo locos? ¿Acaso nadie recuerda a dónde puede llevar ese tipo de gente? No hace tanto tiempo, por menos, dieron golpes de estado, asesinaron a millones de inocentes y sumieron a Europa en un drama y un desastre mundial cuyas consecuencias todavía hoy se arrastran.

La crisis nos afecta a todos, unos más que otros, pero viendo el panorama tan oscuro que se cierne sobre el continente, con esos vientos fétidos en blanco y negro, solo puedo desear que esta tormenta pase cuanto antes.

No quiero ser mal agorero, pero repito: no me gusta nada esta gente. Y creo que es hora de que todos lo tomemos en serio.

31.5.09

Día mundial sin tabaco

Hoy, 31 de mayo, es el Día Mundial Sin Tabaco. Lo confieso: no tenía ni idea hasta que lo vi en las noticias de Antena 3. Y es que estos “días mundiales con o sin” me hacen bastante gracia —sobre todo cuando se trata de algo tan peligroso como el tabaco— porque, sinceramente, no debería hacer falta un día para recordarnos que fumar mata.

Miles de muertes diarias en todo el mundo y solo un día para bajarle la guardia a esta lacra. Sí, es cierto que te puedes morir de mil cosas: que te caiga una maceta en la cabeza, que un conductor borracho te arrolle, que un desastre natural te sorprenda… Pero, a diferencia de esas cosas, el tabaco es una muerte que te ganas poco a poco, día a día, mientras te lo fumas sin remordimientos.

Que cada quien haga lo que quiera, pero que sea consciente de la mierda que está tragando y, lo que es peor, haciendo tragar a los demás.

¡¡Que no fuméis, coño ya!! 


25.5.09

Asco y pena

Ocurrió ayer por la tarde, en una preciosa localidad de la provincia de Cáceres, a donde nos dirigíamos, como en tantas otras ocasiones, para disfrutar de un magnífico evento musical: el Réquiem de Tomás Luis de Victoria.

Llegamos con bastante antelación, así que decidimos matar el tiempo tomando un café o un refresco en la primera cafetería que encontráramos abierta. Tras caminar unos minutos, dimos con un restaurante que en su planta baja hacía las veces de bar y cafetería. Apenas había clientes: una pareja detrás de la barra, otra pareja con una niña de unos diez años, y un hombre grueso, cabeza rapada, que se hacía notar demasiado.

Este tipo, que decía tener 37 u 38 años, hablaba en un tono demasiado alto para un local tan tranquilo, intentando hacerse el centro de atención, con cerveza en mano y evidentes signos de que no era la primera que se tomaba. Su discurso, cargado de odio y prepotencia, era una letanía de insultos y amenazas: presumía de echar de ese bar a todo “maricón”, “moro” y “sudaca” que osara entrar, a pesar de no ser dueño ni tener relación directa con el negocio.

Sus “perlas” no acababan ahí. Propagaba la supremacía del hombre sobre la mujer, reclamando obediencia absoluta y mano dura si esta no se cumplía. Se vanagloriaba de adiestrar perros de razas peligrosas —Pit Bulls, Rottweilers, Dobermans— para enseñarles a atacar y de organizar peleas de estos animales, algo que escuché con horror.

Lo más inquietante llegó cuando, ante la pareja y la niña que le acompañaban, se mostró orgulloso de un tatuaje de las SS nazis en su espalda. Con una sonrisa macabra, afirmaba que aquellos eran “tipos cojonudos” capaces de matar a más de 1.500 judíos en media hora.

En menos de cinco minutos, ese individuo desplegó un catálogo de odio, racismo y violencia que hizo imposible seguir en ese lugar. Apenas pude terminar mi refresco antes de salir a buscar aire fresco, porque necesitaba escapar de la atmósfera asfixiante que aquel energúmeno respiraba y hacía respirar a los demás.

Sentí un profundo asco al salir, y aún tuve que alejarme varios metros para que su voz, alta y cavernaria, no me llegara a los oídos en el silencio de la tarde. Pero no sólo me dio asco: sentí también una inmensa pena. Pena por ese pobre diablo, escoria humana incapaz de vivir con dignidad, pero sobre todo pena por los que le escuchaban sin intervenir, incapaces, quizá, de poner freno a sus barbaridades. Y pena terrible por la niña de apenas diez años que le acompañaba, inocente testigo de aquel cúmulo de odio y desprecio.

Es en momentos así cuando uno se da cuenta de que la ignorancia y el odio no sólo dañan a quienes los profesan, sino también a quienes los soportan.


17.4.09

Lo dijo Federico


Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.

Entrevista realizada por Luis Bagaría a Federico García Lorca y publicada en el diario "El sol" el 10 de junio de 1936.

29.3.09

¿ Os sobran 110 millones de euros?


Pues veréis, resulta que me he encaprichado de una casita. Nada del otro mundo, modesta como yo. Tiene solo 123 habitaciones, suficientes para invitaros a pasar un fin de semana todos juntos. Ocho garajes dobles, para que no falte sitio a vuestros coches. Una bolera, para echar unas partidas (y quemar alguna que otra cerveza), y una sala de cine con capacidad para 300 personas —ideal para proyectar mis clásicos favoritos y compartir palomitas con vosotros—.

Tiene diez cuartos de baño repartidos por toda la casa, por si os da un apretón y queréis evacuar tranquilamente. Cuatro bares surtidos con toda clase de botellas, tres cocinas para que pueda preparar mis platos y especialidades, un teatro para que deis rienda suelta a vuestros sueños artísticos, una pista de tenis y un gimnasio para mantenernos en forma.

Además, una cuadra con caballos pura sangre, un museo de muñecas y una ala entera destinada a guardarropa. Eso sí, el precio es un poco elevado para mi economía: 110 millones de euros. Y aunque está en oferta, sigo sin dar con la forma de pagarlo a tocateja.

Así que, si a alguno de vosotros le sobran 110 milloncitos y quiere hacerme un regalo sorpresa, que no se corte. Os estaría más que agradecido y os dejo usar la casa de vez en cuando para lo que queráis. Soy un tipo sencillo, nada exigente.

La propiedad pertenece a los herederos de Aaron Spelling, el famoso productor de cine y televisión que nos dejó hace un par de años. Entre sus éxitos están “Sensación de vivir”, “Vacaciones en el mar”, “Dinastía”, “Starsky y Hutch”, “Los Ángeles de Charlie”, “Melrose Place” y —redoble de tambores— “Harrelson” (perdón, quise decir “Los hombres de Paco”).

En fin, si alguien anda sobrado y no sabe qué hacer con tanta pasta, aquí estoy yo para ayudarle a darle buen uso.

11.3.09

11 de Marzo. Cinco años después

A pesar de los dimes y diretes, y de quienes intentan seguir politizando uno de los actos terroristas más atroces de nuestra historia reciente, la gran mayoría seguimos recordando aquella fatídica mañana de marzo de 2004.

Estoy convencido de que, con el paso de los años, seguiremos recordando dónde estábamos y qué hacíamos cuando supimos lo que estaba ocurriendo.

Como pequeño homenaje a todas las víctimas, quiero compartir este sencillo pero conmovedor tributo de la edición especial de El País, donde casi todos los que perdieron la vida aquel día, salvo los casos en que sus familiares no lo autorizaron, tienen un pequeño recordatorio en forma de lazo negro. Al hacer clic en cada lazo, puedes leer una breve historia de cada uno de ellos.

Es una forma preciosa de mantener viva la memoria de esas personas que salieron de sus casas aquella mañana y nunca regresaron.