El tiempo, ese verdugo silencioso, pasa para todos. Incluso para aquellos artistas que mantenemos congelados en nuestra memoria como si fueran inmunes al desgaste. En nuestras retinas siguen siendo jóvenes, vibrantes, magnéticos. Están atrapados en una canción, en un paso de baile, en una imagen de videoclip o en una portada de vinilo. Y de algún modo, forman parte de nuestra propia banda sonora vital.
Escribir sobre uno de estos artistas —sobre uno de esos pocos que han alcanzado la cima y que allí arriba siguen, aunque los años hayan pasado— no es tarea fácil. Habría que dedicarle páginas, libros, documentales enteros. Porque estamos hablando de alguien que no sólo revolucionó el escenario, sino que se convirtió en referente universal, en icono de la cultura, en símbolo para varias generaciones que crecieron con su música, su estética, sus movimientos imposibles y su vulnerabilidad latente.
Como todo genio, tiene sus luces y sombras. Y quien quiera trazar su retrato sólo con una brocha blanca o negra, errará el enfoque. Hay quien no puede —o no quiere— separar al artista del ser humano. Hay quien olvida que detrás de cada superestrella hay también un niño, una herida, una fragilidad envuelta en oro y focos. Y así, en la adversidad, en medio del ruido, la sospecha o el juicio público, se le condenó por adelantado. La justicia mediática, esa tan rápida y tan cruel, no suele leer los matices.
Y sin embargo, ahí sigue. Intocable en lo esencial. Porque el talento —el talento de verdad— no se entierra bajo escándalos ni se disuelve con el paso del tiempo. Permanece. Como un eco. Como una luz.
Hoy cumple 50 años. Y aunque suene absurdo —y hasta poético—, tal vez él nunca debió cumplirlos. Tal vez el destino le reservaba la eternidad a los 27 o a los 33, como a tantos otros. Pero siguió. Contra todo. En su piel, en su silencio, en su aislamiento. Un Peter Pan que se resistía a envejecer, en un mundo que se empeñaba en hacerlo crecer a la fuerza.
A veces me pregunto si su leyenda sería aún más gigantesca si la muerte lo hubiera sorprendido en pleno esplendor. Pero es una pregunta cruel, ¿verdad? ¿Acaso la leyenda no está ya escrita, tatuada en la memoria colectiva, con sus errores y sus aciertos? ¿Importa acaso el color de las nubes que la envuelven, si la tormenta nos hizo bailar igual?
Porque hay artistas que nos acompañan más allá de su vida o de la nuestra. Artistas que no envejecen del todo, aunque el calendario avance. Artistas que nos recuerdan quiénes fuimos, cada vez que suena una canción.
Y hoy, que cumple 50 años, no puedo evitar sentir un nudo en la garganta. Porque no sé si celebrar ese medio siglo o lamentar que el tiempo haya pasado también para él.
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9 comentarios:
pues si...."lo único que le faltó en su día es morir joven para en la actualidad tener una leyenda gigantesca"
besos
50!
y que joven se ve!!!!
La verdad es que si, da igual el color que tenga, solo con los primeros compases que cualquiera de sus canciones, las pistas se llenan... y si no compruebalo tu con Billie Jean...
Besicos
Cierto, con angel se nace, no se crea bajo la estrategia publicitaria.
Interesante blog.
Besos...
Completamente de acuerdo, no es que sea de los artistas que mas me gusten, de echo lo veo bastante excentrico y un poco loco, pero si hubiera muerto joven nos habriamos perdido sus excentricidades y sus cosas :D:D
Un beso
Es un ser que tenía un sueño y lo cumplió. Excéntrico aunque único en su estilo. Feliz Cumpleaños a M.J.
Saludos y besos
Pues sí, los duendecillos eliminan los comentarios ofensivos, son así de simpáticos.
Pues sí, los duendecillos eliminan los comentarios ofensivos, son así de simpáticos. Saludos desde Andalucía.
A mí me encanta Michael Jackson,es un artista redondo:baila,canta....nadie se ha movido como él en Thriller o cantando Billy Jean.
un saludo!
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