Se cumplen nada menos que 25 años de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Un cuarto de siglo. Más de media vida vivida. Y aunque el tiempo pasa a veces con sigilo y otras veces como un vendaval, este aniversario me ha llevado inevitablemente a la evocación. Atrás han quedado vivencias, amores que se fueron y otros que llegaron, fracasos que nos enseñaron y triunfos que aún celebramos, lugares que visitamos, personas que marcaron una etapa o se convirtieron en parte de nuestra vida, canas que nos asoman, trabajos que nos moldearon y años que, sin darnos cuenta, nos han ido madurando.
Y sin querer extenderme en todo lo que pueden dar de sí dos décadas y media, que ya iré desgranando en este resurgir del blog, que para eso lo creé un buen día como refugio contra el inmisericorde paso del tiempo, hoy quiero detenerme en una imagen, en una fecha, en una sensación: aquella inolvidable tarde del 25 de julio de 1992.
Muchos recordamos con nitidez dónde estábamos cuando vimos la ceremonia inaugural de los Juegos de Barcelona. Nos maravilló. Fue un espectáculo visual, artístico y técnico que supo fusionar lo mejor de la tradición mediterránea con la modernidad escénica del momento. Una suerte de ópera total bajo el cielo de Montjuïc. Los fuegos artificiales, el pebetero encendido con una flecha ¡aquella flecha!, los mosaicos humanos, la música, el color… Todo nos deslumbró.
Hubo, por supuesto, música en directo. Actuaron figuras de la ópera como José Carreras, Plácido Domingo, Teresa Berganza y Joan Pons, entre otros, interpretando piezas emblemáticas de El barbero de Sevilla, Rigoletto y otras obras del repertorio clásico. Y también, como no podía faltar, sonó Barcelona, el ya mítico tema que unió a Freddie Mercury y Montserrat Caballé en una colaboración que aún hoy estremece.
Y aquí viene el detalle que tantos recuerdan… mal.
Muchos, muchísimos, diría yo afirman haber visto a Freddie y Montserrat actuar en el Estadio Olímpico, cantando a dúo Barcelona en medio de la ceremonia. Algunos incluso aseguran emocionados que fue uno de los momentos más bellos de su vida. Y cuando uno, que ha sido siempre queenero empedernido, intenta aclarar que tal actuación no tuvo lugar esa noche, se encuentra con la mirada escéptica del interlocutor. “Que sí, que sí, que yo los vi… que está en YouTube”, responden, convencidos.
Y claro, sí, hay vídeo. Y sí cantaron. Pero no en la ceremonia de inauguración.
La realidad es otra, y no por ello menos interesante. La canción Barcelona sonó por megafonía en el estadio, instantes antes de la cuenta atrás que daría inicio al acto oficial, pero no hubo actuación en directo. Freddie Mercury había fallecido meses antes, en noviembre de 1991, tras una larga y reservada lucha contra el sida. Ya no estaba entre nosotros, aunque su música sí. Montserrat Caballé, presente en la ceremonia, tampoco interpretó el tema en vivo.
Lo que sí existió, y he aquí la confusión, fue una actuación (en playback) de Barcelona el 8 de octubre de 1988, cuatro años antes de los Juegos, en un concierto de gala titulado La Nit, celebrado en la avenida de María Cristina de Barcelona, dentro de los actos de presentación de la ciudad como sede olímpica. Un evento espectacular donde también actuaron Spandau Ballet, Eddie Grant, Jerry Lee Lewis y el bailarín Rudolf Nureyev (otro genio cuya vida también fue truncada por el sida en 1992). Fue allí donde Freddie y Montserrat compartieron escenario, envueltos en el ambiente mágico de una noche mediterránea que aún muchos conservan en la retina, o en la memoria prestada de la televisión.
Y sí, un año antes, en 1987, también interpretaron Barcelona en playback en el mítico club KU de Ibiza, cuando el tema empezaba a abrirse paso entre la incredulidad de los puristas y la admiración de quienes sabían que algo único había nacido. Freddie, ya enfermo en los últimos años de su vida, siguió trabajando en privado, grabando videoclips para el álbum Innuendo y dejando fragmentos de canciones que más tarde verían la luz en el disco póstumo Made in Heaven (1995).
Por eso, cuando alguien asegura con convicción que vio cantar juntos a Freddie y Montserrat en los Juegos Olímpicos del 92, uno tiene dos opciones: dar una pequeña clase de historia musical, arriesgándose a apagar un recuerdo hermoso, o simplemente asentir, sonreír y compartir el instante. Porque a veces, los recuerdos que no ocurrieron tal cual, también son parte de nuestra vida emocional. Porque hay algo de verdadero en lo falso cuando está sostenido por la emoción.
Y porque, sinceramente, ¿quién no habría querido que Freddie estuviera allí, cantando Barcelona en la cumbre de aquel sueño colectivo que fue Barcelona ‘92?